El principito que se hizo Rey

Felipe VI es el nuevo Rey para nuevos tiempos. El protocolo pesa pero menos. Siempre se dijo que está sobradamente preparado y es la cara familiar de todos los españoles. A diferencia de su padre, no tuvo que competir en la designación sino que desde niño era el destinado a sucederle en la Jefatura de Estado. La revolución monárquica que está llevando a cabo a su manera, discreta pero de fondo, comenzó con la salida de la Casa Real de sus hermanas, sustituidas en su infantado por sus hijas y la libre asignación de recursos ciudadanos a sus padres. Continúa con la redacción de un código ético para la familia real que ya no podrá involucrarse en negocios privados. Su apertura y encuentros con lesbianas, gays, bisexuales o transexuales lo convierten en el monarca de todos. Ha observado y analizado todo con ojos de niño sorprendido pero curioso con un máximo sentido del deber y servicio desde la primera fila en la que le colocó su maestro allá por el 23-F.

Ahora debe traducirlo en un reinado para la historia en el que la mujer sea un especial referente y polo de atracción, ya que será su relevo en la institución en unos veinte, que no son nada, años. Felipe carece del carisma paterno, pero será un monarca profesional, serio, comprometido, pero, sobre todo, conciliador de ideas enfrentadas en este mundo siempre cambiante y vertiginoso.— Luis Peraza Parga.