Primaria-ESO: el gran abismo educativo
La clave no es en qué edificio se estudia 1º y 2º de la ESO, sino qué políticas se adoptan para mejorar una transición entre etapas en la que muchos estudiantes se pierden


La Comunidad de Madrid acaba de poner en marcha un proyecto para integrar la oferta de los cursos de primero y segundo de la ESO en 52 colegios públicos de Primaria. La medida responde en parte a problemas prosaicos ―la falta de espacio en institutos― pero, una vez más, llega con una puesta en escena habitual del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso: adelantarse a los debates, marcar agenda y buscar las costuras de la izquierda, como ya ocurrió con la jornada escolar o la tecnología en el aula. Y una vez más, la música suena mejor que la letra. Sin embargo, el fondo es relevante: tras un cuarto de siglo, seguimos sin resolver la ruptura pedagógica entre las dos etapas obligatorias del sistema. La pregunta clave no es en qué edificio cursa 1º y 2º de ESO el alumnado de la pública, sino qué políticas garantizan que el salto desde 6º de Primaria no sea un abismo.
La LOGSE ―la gran ley educativa del PSOE de las últimas cuatro décadas― extendió la escolarización obligatoria hasta los 16 años y unificó la secundaria inferior, pero también sembró parte del problema. Por razones organizativas y laborales se levantó una frontera al acabar Primaria: esta se mantuvo en los antiguos centros de EGB, mientras la ESO (12 a 16 años) se fue integrando en los institutos con Bachillerato o FP (16 a 18). El profesorado reflejó esa división: en Primaria, maestros con formación pedagógica sólida, pero, a menudo, con menos bagaje disciplinar; en ESO, licenciados especializados por materias, menor vocación profesional y con escasa formación pedagógica. Algunos datos para corroborarlo. Según TALIS 2018, un 57% del profesorado de Primaria declaró haber recibido formación para enseñar a grupos con niveles heterogéneos, frente al 35% en Secundaria. Y, a la vez, según la encuesta PIAAC de la OCDE, las habilidades lectoras y matemáticas del profesorado de secundaria son muy superiores a las del del Primaria en España.
El desequilibrio entre etapas tiene dos caras. En lo académico, suponen un cambio de expectativas y exigencia entre etapas: en el estudio que acabamos de publicar, descontando el contexto social del alumnado, la calidad del sistema educativo en Primaria —en matemáticas y ciencias, según TIMSS— se sitúa muy por debajo de la media de la OCDE; en la ESO, las cosas se equilibran y nuestra métrica de calidad del sistema educativo en PISA se sitúa en torno a la media de los países de la OCDE que también participan en TIMSS.
En lo pedagógico y social ocurre lo contrario. Primaria ofrece, por lo general, centros más pequeños, próximos a las familias, continuidad en las relaciones y un acompañamiento fuerte y continuado. Secundaria, en cambio, fragmenta la experiencia del alumnado en un momento delicado: ocho o diez profesores, un tutor más simbólico que real y una exigencia académica que sube de golpe.
Las consecuencias de este desequilibrio son muy negativas. La encuesta HBSC (OMS, 2022) muestra que el 41% de los estudiantes de 11-12 años en España dicen que les “gusta mucho” el colegio (10º de 44 países); a los 13 14 años baja al 18% (23º de 44) y a los 15-16, al 14% (26º de 44). También cambia la vivencia docente: quien en Primaria acompaña a un solo grupo de 20-25 alumnos, en ESO reparte su tiempo entre varios grupos y supera con facilidad el centenar de estudiantes, lo que dificulta su capacidad para llegar a todos y aumenta su ansiedad profesional. Por último, primero de ESO concentra la mayor tasa de repetición de toda la enseñanza obligatoria: superó el 10% anual hace una década y, tras la pandemia, sigue en 7,3%, muy por encima de la media internacional (2% o 3%) y de los valores medios de Primaria. Sabemos con evidencia científica variada que repetir en Secundaria no mejora aprendizajes, reduce la autoestima del alumnado y acelera el abandono.
Por todo ello, aunque las intenciones del Gobierno de la Comunidad de Madrid apunten en la buena dirección, no bastarán políticas de “traslados” entre edificios. Lo determinante será todo lo que acompañe ese movimiento. Hará falta blindar la continuidad con equipos coordinados, ajustes curriculares y acompañamiento real al alumnado. Se han anunciado algunas de estas medidas, pero sigue sin aclararse la coordinación con los institutos a partir de 3º de ESO ni la partida final de recursos, esto último siendo la comunidad que menos invierte por alumno a pesar de ser la más rica.
Además, tirar de un lado de la manta puede dejar al descubierto el otro. Uno de los padres de la LOGSE lo advertía recientemente: partir la ESO en dos puede romper la continuidad de la etapa y desplazar el problema a 3º. Esto sería más problemático comparado con lo que hace buena parte de la red concertada y algunos centros públicos (en Madrid, los CEIPSO), quienes imparten ambas etapas de manera integral y mitigan parte de esa fricción, lo que sin duda es un avance importante, aunque no solucione el problema de fondo.
Así pues, los problemas de fondo para acercar las dos etapas continuarán. Abordarlos implicaría medidas mucho más ambiciosas y una inversión extra de recursos poco creíble para tender puentes en el abismo entre Primaria y ESO. La más radical es la impensable unificación de cuerpos de enseñanza de Primaria y ESO. Otras medidas más viables también parecen complejas de abordar: un aumento de las notas de corte de Magisterio reduciendo la oferta y realizando pruebas de acceso académicas, pasando por una selección en base a criterios no solo académicos con una formación pedagógica más exigente en el Máster del Profesorado de Secundaria. Sin una reforma de profesorado a la vista, el salto Primaria-ESO seguirá siendo un abismo 25 años después de la llegada de la nueva secundaria. Un abismo que impide mejorar la calidad de nuestro sistema y condena a decenas miles de alumnos al fracaso escolar cada año.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.