El dinero del Golfo se baña en las playas de Egipto
El Cairo ha cerrado o negociado acuerdos millonarios con Emiratos, Qatar y Arabia Saudí para construir nuevas ciudades en su litoral


Para quienes aterrizan en Egipto con el deseo de adentrarse en las profundidades del mundo de los faraones suelen pasar desapercibidas, pero las playas prístinas de arena blanca bañadas por aguas cristalinas y turquesas que se extienden a lo largo de su vasta costa mediterránea, una tierra con una larga tradición de olivos e higueras, son un paraíso en gran medida intacto.
Hasta cuándo lo seguirán siendo es más difícil de adivinar. La otra gran costa de Egipto, en el mar Rojo, ha atraído tradicionalmente a un mayor número de turistas, sobre todo llegados de Europa y Rusia. El litoral mediterráneo, en cambio, ha sido una parcela más bien reservada a egipcios adinerados, muchos de ellos de El Cairo y Alejandría, que desde los años ochenta han ido adquiriendo segundas viviendas en complejos residenciales levantados a su orilla. Desde el año pasado, el Gobierno egipcio también ha descubierto en ella un tesoro que le podría rescatar del peor naufragio económico de su historia reciente y ayudar a diversificar sus fuentes de ingresos, y ha comenzado a fraguar acuerdos milmillonarios con países del Golfo para venderles los derechos de desarrollo de gigantescos proyectos urbanísticos.
El acuerdo con el que El Cairo dio el pistoletazo de salida a esta estrategia se selló en 2024 con un fondo soberano de Emiratos Árabes Unidos que aceptó desembolsar el equivalente a unos 32.400 millones de euros para desarrollar una nueva ciudad cerca de la frontera con Libia, Ras El Hikma. Con 160 kilómetros cuadrados, fue la mayor venta de terrenos de la historia del país. Menos de dos años después, a principios de este noviembre, el Gobierno firmó otro acuerdo con la división inmobiliaria del fondo soberano de Qatar para construir otra nueva ciudad balneario en el noroeste de Egipto, Alam Al Roum. Doha ha avanzado que invertirá el equivalente a unos 25.600 millones de euros en el proyecto. Entremedio de estas dos ciudades sobresale una tercera con la que van a tener que competir en el futuro: Nuevo Alamein. Inaugurada en 2018 y todavía en expansión, esta elitista urbe promocionada también como un destino de lujo se encuentra integrada en la histórica ciudad de Alamein, donde se libró una de las batallas más cruciales de toda la Segunda Guerra Mundial.
Quien aún no se ha lanzado a esta piscina, pero lo está estudiando, es Arabia Saudí. Allí, quien ha tomado la iniciativa hasta ahora ha sido uno de los mayores holdings familiares del país, Ajlan & Bros, que se ha interesado por el cabo de Ras Gamila, en el Sinaí, una popular zona de buceo cerca de la ciudad balneario de Sharm El Sheij. A diferencia de los anteriores, este terreno mira hacia el mar Rojo, frente a dos islas transferidas por Egipto a Riad en 2022.
Rescates encubiertos
Aunque estos macroproyectos se anuncian como inversiones extranjeras, el origen del dinero, en las monarquías del Golfo aliadas del Gobierno, y el contexto de los anuncios, cuando El Cairo atraviesa una grave crisis financiera, han hecho que sean interpretados como rescates encubiertos. De hecho, Egipto ha destinado la mayor parte de los ingresos a aliviar su deuda exterior, que en la última década se ha disparado de unos 40.000 millones de euros a unos 138.000 millones. Otra ingeniosa forma a través de la cual el Gobierno egipcio está exprimiendo sus atractivas costas es directamente con la venta de deuda. En noviembre, El Cairo también emitió bonos soberanos halal, llamados sukuk, por valor de unos 50 millones de euros, y como activo para respaldarlo (parte de la ingeniería financiera para eludir la prohibición de los intereses en la ley islámica) utilizó un rentable terreno en el cabo de Ras Shokeir, bañado por el mar Rojo.
En la otra cara de la moneda, estos acuerdos han generado inquietud entre quienes temen que el Gobierno esté vendiendo al mejor postor distinguidos terrenos solo para saldar sus deudas. Además, la población de las zonas designadas para su desarrollo, de Ras El Hikma a Alam Al Roum, no ha tenido voz ni voto. Y muchos no están teniendo más remedio que desplazarse hacia otras partes del país para que otros disfruten de sus privilegiadas tierras.
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