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Barranquilla, la historia de una transformación: “La gente no creía en la ciudad, ni las empresas ni los bancos”

Ana María Aljure, responsable de la gestión de la ciudad colombiana, explica la revolución que ha vivido de la mano del alcalde Alejandro Char

Josep Catà Figuls

El sobrenombre de Barranquilla es “la arenosa”, por lo sensible que es esta ciudad colombiana al viento, la lluvia y el paso de arroyos y barrancos por las zonas urbanas, fenómenos que solían cubrir las calles de arena. Barranquilla, la cuarta ciudad más poblada de Colombia —1,2 millones de habitantes— y la cuarta por aportación de PIB, es una ciudad costera a 100 kilómetros de la turística Cartagena. Conocida por su carnaval y por ser la cuna de Shakira, también estuvo cubierta por otro tipo de arena: durante años sufrió los estragos de la corrupción, la violencia y criminalidad, la falta de infraestructuras y servicios públicos o la suciedad. Desde hace casi dos décadas, el relato sobre esta ciudad ha cambiado totalmente, y se la percibe como la capital de la eficiencia y de la innovación urbana, tecnológica y sostenible de Colombia. La gerente de la ciudad, Ana María Aljure, considera que todo quedó atrás en 2008, cuando el partido Cambio Radical se hizo con la Alcaldía y empezó su tarea de gobierno, especialmente con Alejandro Char en dos periodos (2008-2011 y 2016-2019). Char, al frente de una familia influyente en los negocios y la política colombiana que despierta tanto admiración como recelo, vuelve a ser alcalde de la ciudad desde 2024.

Batería de datos

“En 2008, Barranquilla era una ciudad invisible, nadie creía en ella, los bancos no prestaban ni un peso, porque era una ciudad quebrada, según la ley de reestructuración de pasivos. A ello se añade que quienes habían gobernado la ciudad estaban inmersos en problemas de corrupción. La gente no creía en la ciudad, ni las empresas ni los bancos”, resume Aljure en el puesto que Barranquilla tuvo en el salón Smart City Expo World Congress, que se celebró en las instalaciones de Fira de Barcelona a principios de noviembre. Su opinión, que respalda con una batería de datos sobre mejora económica, de seguridad, de inversión extranjera y de sostenibilidad, es que desde que Char llegó a la Alcaldía la ciudad dio un vuelco. “Empezó a hacer un trabajo de fondo, un cambio estratégico de una ciudad que no era viable a un proyecto que se convirtió en un modelo de gestión pública internacional, porque se basa en resultados”, dice Aljure, que considera que “la visión estratégica da resultados”.

La ciudad tiene ahora un PIB de 12.500 millones de dólares, y su puerto mueve el 7,4% de las mercancías totales de Colombia. Con una actividad industrial —cuatro zonas francas y 30 parques industriales— y turística —más de 200 hoteles— en auge, Aljure cree que la fórmula para la recuperación es la gestión eficiente y la colaboración público-privada. “Cuando llegó Char en 2008 lo primero que hizo fue poner la casa en orden: revisar qué le debíamos a quién, defender los intereses de la ciudad, y manejar bien las finanzas, terminando con la concesión del cobro de un impuesto que se llevaba un 19%. Por último, se enfocó muchísimo en los programas y los proyectos sociales”, explica.

Aljure es, en la práctica, una vicealcaldesa que está en el día a día de las necesidades de la urbe, y que combina su papel institucional para atraer inversión extranjera con un contacto cercano con la gente: es habitual que organice actividades con diferentes comunidades donde canta y baila para promover campañas de limpieza o transformaciones urbanísticas como la del Gran Malecón, donde se erige una imponente estatua de Shakira. Aljure también tiene tiempo para viajar y dar a conocer los proyectos de la ciudad al mundo, como la visita que realizó a Barcelona, desde donde viajó a París para seguir atrayendo inversión. Defiende la transformación que ha llevado a cabo Barranquilla, desde literalmente sacar la arena de las calles pavimentando las vías y facilitando que ambulancias, autobuses y coches de policía lleguen donde antes era imposible verlos, hasta una mejor gestión financiera, urbanística y de innovación empresarial. “Todo es un círcu­lo virtuoso, porque a partir del mejor manejo de las finanzas y los recursos, los bancos y empresas empiezan a confiar”, señala.

La transformación fue, explica Aljure, desde las escuelas —“teníamos a 60.000 niños fuera de las aulas porque los edificios se caían en pedazos o porque no había suficientes”, dice— y hospitales hasta los nuevos autobuses de gas natural y las vías públicas pavimentadas, pasando por mejoras en la educación profesional, la revitalización de zonas industriales y la construcción de parques, avenidas y la reactivación de zonas de biodiversidad como la Ciénaga de Mallorquín. También ha habido cambios sustanciales en seguridad: la ciudad tiene ahora aproximadamente 1.200 cámaras de videovigilancia y cuenta con equipos de análisis de datos que se usan para combatir el crimen. “Los homicidios han caído un 43% desde 2008, los hurtos a los comercios un 62% y la extorsión un 88%. El desarrollo tecnológico permite que estos resultados sean palpables y evidentes”, explica Aljure.

Según la gerente de la ciudad, Barranquilla, que fue la sede del Foro de Desarrollo Local de la OCDE este año —la primera vez que se celebra fuera de Europa—, está llamada a tomar más peso en Colombia y en relación con los inversores extranjeros. También en la situación actual, marcada por la creciente tensión entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, liderados por Gustavo Petro y Donald Trump. “Más allá de Colombia, Barranquilla es una ciudad pujante que tiene un gran capital de infraestructuras y humano, con gente muy alegre y dispuesta, y que presenta muchos beneficios para las empresas. Hemos construido una autopista para que vengan las inversiones extranjeras. Lo demás no nos afecta, hemos visto que las diferentes sanciones no han sido contra el país, y nosotros seguimos tocando puertas y mostrando todo lo bueno que tenemos”.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.
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