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propiedad intelectual
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tu estrategia ya tiene un guion, aunque no esté escrito

En un mundo donde las historias importan tanto como los productos y los servicios, la propiedad industrial e intelectual puede ser la voz más reveladora de una organización

Todas las empresas cuentan una historia. Algunas lo hacen con campañas publicitarias, otras con informes anuales o con discursos institucionales. Pero hay otro relato más sutil, menos visible y, sin embargo, profundamente importante y revelador: el que escriben las organizaciones a través de los activos intangibles y digitales que crean y utilizan cada día.

Hoy, más del 90% del valor de las empresas del S&P 500 reside en los intangibles. Un escenario en el que el reto no está solo en generar conocimiento, sino en ser capaces de transformarlo en valor económico real. En él, la propiedad intelectual se ha transformado en el lenguaje de esa nueva economía, y nuestra manera de gestionarla puede marcar la diferencia entre contar una historia coherente o dejarla sin voz.

Los datos, secretos empresariales, marcas, patentes… Cada uno de estos elementos es una línea en el guion estratégico de una organización. No son solo materia jurídica: son decisiones conscientes que revelan qué valoramos, en qué creemos y hacia dónde vamos.

Cada activo de propiedad industrial e intelectual es una escena en el relato estratégico de una empresa. No aparecen por azar: son decisiones que revelan intención, visión y posicionamiento.

Así, las marcas son el título de esa historia. Nombran y distinguen, pero también declaran. Su arquitectura (monolítica, endosada, multimarcas) y su alcance territorial revelan cómo una organización quiere ser reconocida, qué promesa hace al mercado y qué vínculos busca establecer con sus audiencias.

Las patentes trazan, por otro lado, el argumento de la innovación. Indican en qué tecnologías se está invirtiendo, qué problemas se consideran estratégicos y qué soluciones merecen ser defendidas frente a terceros. Una cartera bien construida no solo protege: anticipa y posiciona.

Por su parte, los secretos empresariales son los capítulos no publicados. Invisibles para otros, pero esenciales. Su existencia sugiere un saber hacer diferencial que constituye una ventaja competitiva sostenida. Son el núcleo silencioso de muchas estrategias.

Por otro lado, los diseños industriales aportan estética y experiencia. Hablan de cómo la forma comunica valor, de cómo la funcionalidad y el diseño se integran en la propuesta de la empresa. En sectores donde la percepción es clave, estos activos son los protagonistas.

Incluso los nombres de dominio, los derechos de autor y los acuerdos de licencia tienen voz propia. Reflejan la estrategia digital, las capacidades creativas, la ambición internacional o la voluntad de colaborar y escalar a través de terceros. Son los puentes narrativos que conectan con nuevos públicos y mercados.

Por todo ello, un portafolio de propiedad industrial e intelectual no debería ser una colección de activos dispersos, sino la base de una narrativa coherente. Cuando está alineado con la visión de la empresa, se convierte en un relato vivo, que evoluciona con el negocio y refuerza su posicionamiento. Es, en esencia, una forma de storytelling mucho más profunda; con implicaciones no sólo reputacionales, sino también legales y comerciales.

Por el contrario, una cartera desactualizada, fragmentada o incoherente genera disonancias. Puede transmitir una imagen de improvisación, de falta de foco o, peor aún, de ausencia de innovación y ambición. En un entorno donde la percepción es parte del valor, esto no es un riesgo menor.

Por eso, cada decisión sobre qué crear, proteger, comunicar, cómo, dónde y cuándo debería leerse como parte de la estrategia. No se trata solo de blindar activos, sino de construir una narrativa que sea fiel a lo que somos y a lo que queremos ser. Queda claro que toda empresa tiene una historia que contar. La pregunta es si su gestión de la propiedad intelectual transmite esa historia de manera eficaz. ¿Refleja su evolución? ¿Está alineada con su visión de futuro? ¿Proyecta coherencia, ambición, diferenciación?

Revisar el portafolio de activos intangibles con esta mirada no es un ejercicio legal, sino estratégico. Es una invitación a reescribir, si es necesario, el guion invisible que acompaña cada decisión empresarial. Porque en un mundo donde las historias importan tanto como los productos y los servicios, la propiedad industrial e intelectual puede ser la voz más reveladora de una organización.

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