Sharmla Chetty (Duke): “Se necesitan más lideresas; las mujeres abordan los problemas con otra perspectiva”
La consejera delegada de Duke Corporate Education sufrió en primera persona la segregación racial durante el régimen del ‘apartheid’ en Sudáfrica. Ahora dirige la división de formación para directivos de la universidad estadounidense

El primer recuerdo vivo de Sharmla Chetty (Durban, Sudáfrica, 1965) viene de unas Navidades. Tenía cinco años y acompañaba a su abuela a hacer algunas compras al centro comercial de la ciudad. Como suele pasar a esa edad, de pronto sintió hambre, así que ambas se dirigieron a un restaurante que había entre las tiendas. “No nos permitieron entrar porque era exclusivo para personas blancas”, afirma. En ese momento, Chetty supo que algo no estaba bien. “Vi la decepción en los ojos de mi abuela, vi las lágrimas. No entendía realmente qué pasaba a mi alrededor”. Este fue su primer encontronazo con el apartheid, el régimen que segregó a la población de Sudáfrica y Namibia por motivos raciales entre 1948 y 1994. “Sentí que no pertenecía a ese sitio. Y solo años más tarde comprendí lo que realmente significaba ese sistema de segregación”.
Chetty afirma que quizás fue esa experiencia la que ha marcado toda su vida profesional. “He aprendido desde muy temprano a transformar la adversidad en oportunidad, la rabia en diálogo, la exclusión en impulso para cambiar las cosas”, explica en entrevista con EL PAÍS. Ese cambio de actitud se ha convertido en una filosofía de vida, que busca transmitir ahora como consejera delegada de Duke Corporate Education (CE), la división de formación ejecutiva de la universidad de Duke, que trabaja con compañías líderes de todo el mundo para impulsar la transformación de sus equipos directivos. Chetty —uno de los pocos casos de mujeres ocupando la más alta posición en escuelas de educación ejecutiva— dice que sus principales objetivos en la institución que dirige son elevar a las mujeres en roles de liderazgo, y desarrollar economías y sociedades resilientes.
“El mundo necesita más líderes mujeres”, indica. En una realidad cada vez más compleja, donde los conflictos armados y las guerras comerciales desestabilizan la economía, resulta revelador que estos enfrentamientos suelen estar protagonizados por hombres. ¿Podría ser diferente con un liderazgo femenino? Chetty no lo sabe. Lo que sí cree es que las mujeres que asumen roles de liderazgo aportan un sentido de cuidado, protección, apoyo. Pero sobre todo, dice la experta, suman diversidad a las organizaciones. “Se amplía el pensamiento. Ellas abordan los problemas desde otra perspectiva, y eso es exactamente lo que requiere el liderazgo actual”. Fue una mujer, su abuela, quien le cambió la vida. Ella le pagó las matrículas en la Universidad Rand Afrikaans (ahora Universidad de Johannesburgo), donde la actual consejera delegada de Duke CE se graduó en Desarrollo de Recursos Humanos.
Durante su vida como estudiante descubrió sus habilidades de liderazgo. A los 16, en plena era del apartheid, ya organizaba protestas y se rebelaba contra la imposición del afrikáans, un idioma casi imposible de hablar para quienes no fueran sudafricanos blancos. Su resistencia tuvo consecuencias. “Me expulsaron del colegio. Tuve que repetir un año de escuela, ir a juicio y volver a estudiar”. No se arrepiente de nada. “Fue duro. Difícil, porque había mucha rabia al sentirse excluido, al no pertenecer, al ser rechazado constantemente”, agrega. Chetty creció en un lugar donde la discriminación era parte del día a día. Por ejemplo, al usar el baño, las filas eran separadas: una larga para las personas de color y otra para los blancos, donde se entraba de inmediato. “Incluso en las playas había bancos reservados solo para ellos. Así crecí, escuchando en mi cabeza ‘estás excluido, no perteneces”.
A lo largo de su vida profesional, primero en el sector financiero y ahora en una institución educativa, Chetty se ha dado cuenta de que no solo las buenas intenciones cuentan. Es decir, no basta solo con desear muchas más líderes femeninas, sino que hay que impulsarlas. “No se trata solo de tener esperanza, sino de actuar con intención”, señala. “Se trata de abrir espacios, dar oportunidades, ofrecerles una voz a quienes antes fueron silenciados. Se trata de escuchar más allá del relato dominante y descubrir el talento oculto, y encontrar formas de impulsarlo”, añade. Ella misma ha recibido ese apoyo de las personas de Duke CE cuando se hizo directora general para Sudáfrica (en 2007), luego directora global para Europa, el Reino Unido y África. Y después presidenta de mercados globales, hasta su nombramiento como consejera delegada mundial en 2021. Duke CE ha dado formación a más de 720.000 personas en 84 países. “Nuestro papel es que los programas estén hechos a medida y se adapten al contexto específico de cada organización”, asegura.
“Por ejemplo, si una empresa está atravesando una transformación, podemos diseñar un programa alineado con su estrategia. En lugar de ofrecer un curso genérico, lo personalizamos”, explica. Además, la institución trabaja con el comité ejecutivo, el consejero delegado y otros líderes para garantizar que el aprendizaje se traduzca en resultados medibles. “Desde una perspectiva de liderazgo, todo lo que diseñamos debe tener un propósito claro. Además, sabemos que las habilidades humanas son fundamentales: resolución de problemas, toma de decisiones, cuidado, empatía… Estas capacidades serán esenciales en el liderazgo del futuro”.
El valor de la empatía
Chetty considera que quien asume una posición de responsabilidad dentro de una organización debe contar con habilidades empáticas. El liderazgo actual, subraya la especialista, exige una capacidad fundamental: la autoconciencia sobre el entorno y la dirección que toma el mundo. “Necesitamos líderes conscientes de sus decisiones y de sus implicaciones para la humanidad, que no sean autoritarios, sino que se preocupen por la sociedad”.
La consejera delegada insiste en la importancia de fomentar la mentoría, especialmente para promover el liderazgo femenino. “Muchas veces no existe ese espacio para las mujeres. Las organizaciones deben apoyar desde las primeras etapas e impulsar programas pensados para ellas desde el inicio”, recalca. De igual forma, añade que es necesario un acompañamiento más decidido. “Alguien que impulse a esa mujer hacia una posición de liderazgo, que le proporcione herramientas para tener éxito”. Y, sobre todo, que la respalde cuando surjan dificultades: preguntarle “¿qué puedo hacer para ayudarte?”, motivarla y prepararla para el siguiente desafío. Por último, sostiene que el liderazgo femenino no se limita al ámbito corporativo o institucional. “Una mujer líder también puede estar actuando en su comunidad, en un banco, desarrollando una labor con impacto. Una emprendedora exitosa también ejerce liderazgo”.
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