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La lavanda se marchita

La alta rentabilidad puso de moda este cultivo hace unos años. Ahora, los agricultores sufren por los menores precios, reducen superficie y estudian cómo beneficiarse del bum del turismo

Campos de lavanda en la comarca de Brihuega (Guadalajara) el pasado mes de julio. 

En cuatro hectáreas en el municipio toledano de El Romeral, Manuel Escudero ha levantado una fila sí y tres no de la lavanda que tenía echada. Ahí ha plantado olivos para que vayan creciendo, porque a la aromática no le ve futuro. “El año pasado esa finca la dejé sin segar porque el coste de la máquina de segar, el transporte a la destiladora y la destilación me costaba más de lo que iba a sacar”, dice por teléfono Escudero, dueño de Lavanda en Flor. No es el único. El desplome de los precios ha sumido al sector de la lavanda y el lavandín (un híbrido con espliego) en una crisis. “Desde el punto de vista del cultivo y de la destilación, es decir, de la producción de los aceites esenciales, estamos en una situación crítica”, dice Abelardo Carrillo, productor y presidente de la Asociación Nacional Interprofesional de Plantas Aromáticas y Medicinales (ANIPAM).

Desde la pandemia, el precio del aceite esencial ha pasado de entre 30 y 40 euros a no más de 10. “No cubrimos ni el 50% de nuestros costes”, asevera. “Ya hemos empezado a reducir las superficies cultivadas. Estamos arrancando las plantaciones y no tenemos muy claro cuál es el futuro”, añade Carrillo.

Los agricultores consultados coinciden: el sector se tambalea. “La lavanda son picos. Hay picos que tiene mayor precio, tiene sus crisis, como todo; lo que pasa es que no se había visto una crisis tan arraigada”, cuenta Juan José de Lope, dueño de Alcarria Flora (y vicepresidente de la asociación Paisajes de Lavanda) en Brihuega, Guadalajara, uno de los epicentros de esta aromática. Él no ha reducido cultivos; se mantienen en rentabilidad, dice, gracias a la eficiencia de sus equipos, pero cree que habrá productores que se quedarán por el camino. “Ahora mismo sí que es verdad que el sector está sufriendo muchísimo”, comenta Luz Ruiz, productora e impulsora junto a su marido del centro de interpretación Tiedra de Lavanda, en Valladolid.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? “El mayor problema, desde mi criterio, es el exceso de hectáreas que se han puesto, tanto en España como en Francia. Y también hay que tener muy en cuenta que países del este, como Bulgaria, también llevan años cultivando demasiada”, señala Ángel Corral, de Hermanos Corral Manzano, que también trabaja en Brihuega. En los años buenos, la rentabilidad de la lavanda estaba muy por encima de la de los cereales convencionales y sus cantos de sirena atrajeron a agricultores a los que compensaba la inversión que implicaba el cambio de cultivo. “Creo que es un sector que ha crecido un poco de repente, porque es verdad que hubo un hueco en el mercado, se comercializaba muy bien y hubo una subida importante”, apunta Ruiz.

Además del aumento de la producción, el presidente de Anipam habla de una probable reducción de la demanda y un posible cambio en la preferencia de los aromas en la industria perfumera, cosmética y de higiene. “La única explicación que se nos ha dado es que en las perfumerías, a quien nosotros vendíamos, la demanda del aceite esencial, por lo que sea, ha pasado de moda”, apunta Jaime Vela, detrás, junto a su hermano y padres, de Mariem Fragancia de La Alcarria, en la localidad guadalajareña de Gajanejos. “El cuarto factor que creemos que puede estar influyendo es el empleo de aceites de origen sintético”, añade Carrillo, que apela a las administraciones y al resto de sectores implicados a trabajar en una manera de diferenciarlos a ojos del consumidor.

La industria de la perfumería y cosmética, según datos de la patronal Stanpa, movió 11.200 millones de euros en 2024 en el mercado interno, un 7,7% más que en 2023, año en el que creció un 12% respecto al anterior. “El sector de la perfumería en España va como un tiro”, asegura De Lope. “Si los precios fuesen dignos para el agricultor, al sector de la perfumería no le afectaría nada, ni al sector de la aromaterapia”, dice sobre una industria que, a su parecer, podría asumir la producción actual si mantuvieran los aceites tal y como salen de las destilerías. Tras contactar en varias ocasiones, este periódico no pudo hablar con Stanpa, cuyo portavoz alegó problemas de agenda.

Los productores capean el temporal como pueden. En Mariem, Vela y su familia apuestan por un modelo que llaman 360, con el que buscan crear una marca que vaya más allá de la venta de esencia. Se dirigen al consumidor final, tienen otra empresa de miel y organizan visitas y otras actividades. “Queremos vincularlo todo y no depender únicamente de una sola pata”, señala. Escudero, por ejemplo, ha hecho hueco a colmenas de terceros en sus campos y los ha abierto al público: “Ahora mismo tengo organizadas visitas guiadas”, apunta. El centro de interpretación que hoy tiene Tiedra de Lavanda, que cuenta también con una marca propia de productos, comenzó a funcionar en 2019 y alberga visitas, eventos o demostraciones. “También lo tenemos enfocado un poco al turismo”, dice Corral sobre su empresa, organizadora y patrocinadora del Festival de la Lavanda, conocido por sus conciertos entre cultivos. “Pero no hay que olvidar que el 90% de nuestros ingresos proceden de la agricultura”.

Posibles soluciones

A pesar de que el turismo pueda ser una suerte de salvavidas en algunos casos, en la relación entre ambos sectores también hay sombras. “Existen, por ejemplo, diputaciones que se gastan una pasta en atraer gente a tal pueblo o a tal otro. Y a nosotros nadie nos da nada, que nos podían ayudar un poco por el enfoque turístico”, dice Ruiz. En este sentido, De Lope pone sobre la mesa la posibilidad de destinar parte del IVA recaudado por el turismo alrededor de la lavanda a los agricultores. Además, afea que la Administración destine recursos para “fiesta y palmas”, en referencia a eventos como los festivales, pero no para los agricultores.

Actualmente, Castilla-La Mancha —comunidad a la cabeza de la producción de lavanda, con 4.730 hectáreas, según datos de 2023 del Ministerio de Agricultura y Pesca, seguida de Castilla León con 1.896 y Murcia con 1.499— ofrece una ayuda de 155 euros por hectárea.

Carrillo cree que encontrar una manera en la que un sector revirtiera en el otro sería justo, pero que el problema de la rentabilidad de la lavanda es “mucho más profundo”. Y deja claro que las subvenciones no son la respuesta. Pueden ser una herramienta para compensar o redistribuir los beneficios económicos colectivos o sociales de su actividad, pero no una solución: “Somos empresarios y queremos vivir de la rentabilidad de nuestro riesgo, de nuestro trabajo y de nuestros mercados”.

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