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Vaca Muerta: el gran sueño de Milei para convertir a Argentina en una potencia petrolera

El presidente argentino atrae inversión extranjera para desarrollar este yacimiento ubicado en la Patagonia. Sin embargo, el proyecto se ve amenazado por la debilidad del precio del crudo y las dudas sobre el respaldo popular a las medidas de austeridad de su Gobierno

Perforación de petróleo y gas de esquisto de Vaca Muerta, en la provincia patagónica de Neuquén, Argentina, en febrero de 2023.

En la Patagonia, donde la estepa desértica choca con exuberantes riberas de ríos, las máquinas perforadoras argentinas están extrayendo crudo tan liviano como el de la Cuenca Pérmica —la mayor reserva energética de EE UU situada entre Texas y Nuevo México—, y lo están haciendo con un coste mucho más bajo. Bienvenidos al último bum del esquisto. Tras una década de fracasos, el yacimiento de Vaca Muerta finalmente está despegando, impulsada por el presidente Javier Milei. El líder libertario quiere convertir a Argentina en un importante productor de petróleo y transformar una economía, basada ahora en gran medida en la agricultura.

Es un proyecto existencial para todos los involucrados: si Milei logra generar nueva riqueza petrolera, podría sacar al país de su atolladero económico y persuadir a los votantes para que sigan respaldando su proyecto político. Su mayor obstáculo para lograrlo es el timing. El despertar de Vaca Muerta llega en un momento en el que los precios del petróleo están lejos de sus mejores días y eso plantea dudas sobre cuál debe ser el ritmo de producción adecuado. Si el proyecto no da suficientes frutos antes de que Milei se presente a la reelección en 2027, los votantes, cansados de sus medidas de austeridad, podrían volverse contra él, poniendo en peligro la inversión extranjera necesaria para aprovechar plenamente la abundancia de materias primas de Argentina.

Vaca Muerta —yacimiento que fue expropiado a Repsol en 2012 cuando el Estado renacionalizó YPF— “está floreciendo en un momento clave para Milei, quien necesita urgentemente victorias económicas para asegurarle a los votantes que todos los sacrificios del último año y medio valieron la pena”, reconoce Benjamín Gedan, miembro de la Iniciativa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Johns Hopkins. “Y también puede ser el eje del próximo capítulo de su programa”, añade.

Como la tapa de un frasco que se abre repentinamente después de que alguien aflojase su cierre, Vaca Muerta ya estaba a punto de explotar cuando Milei asumió el cargo. Además de contar con el respaldo de las tres administraciones anteriores, la roca a tres kilómetros de profundidad que alberga este yacimiento, según los expertos en geología, es tan buena, si no mejor, que la del Pérmico, el yacimiento de esquisto más grande y prolífico del mundo. Esto ayuda a las empresas encargadas de la perforación a reducir los costes y adelantar el punto de equilibrio operativo —es decir, cuando se empieza a ganar dinero— frente a sus competidores estadounidenses, según la consultora noruega Rystad Energy.

Para acelerar la inercia que estaba cogiendo el proyecto, Milei solo tuvo que suprimir obstáculos: prácticamente eliminó los topes de precios del petróleo; relajó los controles de capital que han sido especialmente la pesadilla de grandes petroleras como Chevron; y otorgó a los inversores energéticos exenciones fiscales garantizadas durante 30 años. Un año después de asumir el cargo, la producción diaria de crudo en Vaca Muerta había crecido un 28%. Y en abril pasado alcanzó los 442.000 barriles. Se prevé que en los próximos cinco años supere el millón de barriles diarios —un nivel de producción similar a algunos miembros de la OPEP—, destinándose la mayor parte a la exportación.

Sin embargo, el aumento de la producción coincide con la volatilidad del mercado energético. Antes de que Israel lanzara ataques aéreos contra Irán el 13 de junio, el petróleo tipo brent había llegado a rozar los 60 dólares por barril, su nivel más bajo en cuatro años. Tras un breve repunte provocado por el auge de las tensiones geopolíticas —la cotización se acercó a los 80 dólares—, el brent ha vuelto a enfriarse moviéndose esta semana en niveles próximos a los 68 dólares. Los precios de los últimos meses han sido lo suficientemente malos como para que los perforadores de esquisto estadounidenses comenzaran a recortar sus inversiones cuya consecuencia fue una inusual caída en el bombeo de los principales productores de petróleo del mundo.

Una resistencia mayor

Las empresas argentinas de petróleo de esquisto, en cambio, han mantenido sus inversiones. La mayor de todas, la estatal YPF, insiste en que sus operaciones pueden soportar una caída del precio del brent a 45 dólares. Vista Energy, el segundo mayor grupo local, también ha hecho un llamamiento a la calma al explicar que solo revisarían sus objetivos anuales si el precio cayera por debajo de los 55 dólares. Por su parte, la tercera petrolera argentina por tamaño , Pampa Ener, estima que su división de petróleo de esquisto puede alcanzar el punto de equilibrio operativo con menos de 40 dólares el barril.

Esta confianza puede parecer excesiva, dado que Vaca Muerta carece de las economías de escala de las que disfrutan los operadores en el Pérmico, donde la competencia entre numerosas empresas de servicios y proveedores reduce los costes totales. Pero con la mejor superficie del Pérmico ya explotada, los pozos de esquisto estadounidenses se están encareciendo. Mientras tanto, los perforadores argentinos aún pueden seleccionar los mejores sitios en los que trabajar. Además, tienen amplio acceso al agua dulce y la arena necesarias para llevar a cabo la fractura de la roca, el proceso conocido como fracking bajo el que se obtiene el petróleo de esquisto.

“Aún podemos mejorar”, destaca Alexis Martínez, supervisor de perforación de uno de los operadores del yacimiento. Martínez, de 48 años, fue destinado a Vaca Muerta tras años en yacimientos convencionales, donde hay poco margen para la innovación. “Todo estaba tan estandarizado que era difícil romper con eso”, explica. “En cambio, aquí no nos quedamos de brazos cruzados”.

En Neuquén, municipio ubicado en la Patagonia argentina cuyo nombre deriva de una palabra indígena que se traduce como “audaz”, la apuesta por el esquisto parece estar dando sus frutos. La población crece vertiginosamente junto con la producción petrolera. Entre 2010 y 2022 (último censo argentino), sus habitantes han crecido un 32% y ya suman 727.000. Esto representa más del doble del ritmo nacional, ya que miles de personas acuden a la región para intentar sacar partido de la potencial riqueza que alberga su subsuelo.

Nicolás Almará, de 37 años, es uno de ellos. Llegó hace una década como fotógrafo para un periódico local y ahora dirige un equipo para una empresa contratista de perforación. Trabajando en turnos de dos semanas en la boca del pozo, cree que puede ganar suficiente dinero para jubilarse a los 50 años. “La única razón por la que no vas a progresar aquí es si no quieres”, asegura. El arquitecto Pablo Arpajou también se intenta beneficiar de la llegada de nueva población y con la promotora inmobiliaria Safiar diseña torres residenciales en la capital de la provincia de Neuquén para esa nueva generación de ambiciosos petroleros.

Pero no todo son ventajas. En Añelo, una ciudad polvorienta que se encuentra justo al pie del desierto donde está el yacimiento de esquisto, están aflorando algunos de los peligros del auge petrolífero, lo que pone de relieve los desafíos que deberá gestionar Milei a largo plazo incluso si el esquisto florece. En Añelo la población se ha quintuplicado hasta alcanzar 11.000 habitantes desde que se perforó el primer pozo de esquisto alrededor de 2011. Nuevos bloques de viviendas para obreros ocupan prácticamente cada centímetro de terreno disponible. Marcelo Venegas, miembro del consejo municipal, afirma que hasta ocho familias a la semana llegan a Añelo en busca de empleo. Aproximadamente la mitad se instala en chabolas en la nueva expansión urbana de la ciudad de Neuquén, mientras que otros esperan en Añelo, durmiendo a la intemperie en la plaza, el cementerio o la gasolinera YPF.

“La gente tiene la falsa idea de que van a saltar del autobús y alguien los va a recoger y los va a llevar al trabajo”, subraya Venegas, quien llegó a Añelo cuando era niño hace unos 45 años durante otra fiebre por perforar en busca de gas natural. Él sabe mejor que nadie que el sueño petrolero puede hacerse realidad: su padre, camarero, abrió su propio café y, con el tiempo, ganó lo suficiente como petrolero para acumular ahorros que invirtió en propiedades. Pero también recuerda cómo comunidades petroleras como Cutral y Catriel, a pocos kilómetros de la frontera estatal, se convirtieron en pueblos fantasma cuando YPF fue privatizada a principios de los 90 y el negocio se estancó. “No queremos que pase aquí. Sobre todo si tenemos en cuenta que el fenómeno de Vaca Muerta es mucho más explosivo”, reconoce.

Hace 13 años, Venegas era un joven ingeniero en YPF cuando el viceministro de Economía de Argentina, Axel Kicillof, irrumpió en la torre de cristal de las oficinas de la compañía en Buenos Aires y llamó por teléfono a la presidenta para decirle que el gobierno había recuperado el control de la compañía. Se criticó al ministro por haber cometido errores en algunos aspectos de la nacionalización, lo que llevó a un tribunal de Nueva York a dictaminar una década después que Argentina, con problemas de liquidez, adeuda a sus antiguos accionistas unos 16.000 millones de dólares. Milei heredó la problemática demanda y vio cómo la situación se agravaba a finales de junio, cuando el tribunal ordenó al Gobierno que cediera su participación en la empresa mientras los litigantes buscaban activos soberanos para cobrar el dinero. Argentina está apelando tanto el caso en su conjunto como la orden de hace unas semanas.

Pero en 2012, YPF, bajo la dirección estatal, tenía la libertad de evaluar el potencial de Vaca Muerta y asignó a Matías Weissel a su nuevo equipo de gas de esquisto. Al principio, el pequeño grupo se sentía marginado: amontonado en oficinas en un antiguo yacimiento de gas, y luego en un par de remolques en una zona llamada Loma Campana. No estaba claro, como mínimo, si el gas de esquisto funcionaría en la Patagonia como lo había hecho en Texas, el único lugar donde la fracturación hidráulica era viable entonces. Pero los esfuerzos de YPF con Chevron en Loma Campana para comprender cómo explotar este recurso natural y aprovechar la experiencia estadounidense en gas de esquisto demostraron la productividad de la roca y allanaron el camino para la llegada de más perforadores.

Riesgos

La industria tropezaría más tarde bajo la presidencia Mauricio Macri, cuyos esfuerzos por liberalizar la economía argentina fracasaron en 2018 y 2019. Weissel observó cómo los inversores, antes eufóricos con Macri, mostraban su recelo ante los enormes déficits presupuestarios de su gobierno y le daban la espalda. Esto provocó que se evaporara la financiación de un gasoducto clave de gas de esquisto, y las consecuencias inflacionarias de la depreciación del peso obligaron a volver a los temidos controles del precio del petróleo.

Estos riesgos “superficiales”, como les gusta llamarlos a los petroleros, persisten. Mientras los inversores internacionales recuperan la confianza en el país y aplauden el enfoque de Milei en la creación de superávits presupuestarios, muchos esperan el resultado de las elecciones de medio mandato del próximo mes de octubre para ver una señal más clara de que los votantes siguen confiando en el proyecto ultraliberal de su presidente. De momento, muchos de los barriles de petróleo que salen de Vaca Muerta se transportarán del desierto al mar a través de un nuevo oleoducto de 560 kilómetros y un puerto construido ad hoc, un proyecto llamado Vaca Muerta Sur, financiado con un préstamo de un grupo de bancos internacionales. “Este no es un proyecto petrolero cualquiera”, destaca Manuel Castillo, un refugiado venezolano encargado de supervisar la construcción. “Es el que convertirá a Argentina en una potencia exportadora”, aventura.

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