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Los bonos recobran el brillo perdido

La renta fija es una buena propuesta de valor, según los expertos

El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, en una rueda de prensa el pasado 7 de mayo.

Durante años, la renta fija fue el silencioso pilar de toda cartera equilibrada. Aunque nunca estuvo ausente del radar de los inversores, su protagonismo se desdibujó, eclipsado por la llamativa rentabilidad de la renta variable. Para qué o por qué invertir en bonos fue la pregunta durante bastante tiempo.

La respuesta a esta cuestión ha cambiado. En 2025, la renta fija no solo ha recuperado su papel como refugio ante la volatilidad reinante en los mercados de valores, sino que muchos gestores la consideran, directamente una buena propuesta de valor, un nuevo motor de rentabilidad con control del riesgo. Vuelve a captar atención y dinero. Así lo demuestran los datos de sobredemanda de bonos corporativos tanto en Europa como en Estados Unidos, incluso con unos bancos centrales cada vez menos activos en este tipo de compras.

La combinación de tipos de interés aún elevados (especialmente en Estados Unidos, donde parece que la Reserva Federal está “a la espera”), inflación al menos contenida por el momento (con permiso de la guerra arancelaria, que un día se recrudece y al otro, se amaina) y tasas de impago por parte de las empresas en mínimos, ha abierto, según los expertos, una ventana de oportunidad de inversión.

Puertas de entrada distintas

“Una rentabilidad del 5% en un bono estadounidense te permite sentarte a esperar, cobrar regularmente tus dividendos y no depender de su revalorización”, apunta Ricardo Comín, director comercial en Vontobel para Iberia. No se trata de expectativas futuras, sino de ingresos presentes. Sin embargo, él mismo reconoce que “la inversión directa en bonos, aunque atractiva para quienes buscan mantener hasta vencimiento, tiene barreras: capital elevado, seguimiento constante y capacidad de análisis; al margen del riesgo moneda si esta es distinta del euro”.

“Aunque aún hay incertidumbre, el mercado empieza a descontar bajadas de tipos de interés, especialmente en Europa, en el segundo semestre de 2025”, señala Almudena Mendaza, responsable de ventas para Iberia de Generali Investments. De ahí que sostenga que los fondos con vencimiento objetivo (target maturity) son una buena alternativa. “Están diseñados para mantenerse en cartera entre cuatro y cinco años, bloquean el cupón desde el inicio y permiten una mayor visibilidad del rendimiento”, añade.

Josep Maria Pon, director de Renta Fija y Activos Monetarios de Creand Asset Management en Andorra, reconoce que las rentabilidades de los distintos activos financieros de renta fija son ahora atractivas en sí mismas “porque los emisores son muy sólidos”. Aun con ello, precisa que, en estos meses, se está produciendo, una huida hacia la calidad, por lo que “ahora ya no todo vale”. A su juicio, la incertidumbre actual aconseja bonos indexados a la inflación y desaconseja renta fija en dólares o bonos directos.

En este sentido, Claudio Wewel, estratega de divisas en J. Safra Sarasin Sustainable AM, señala “grietas visibles en el dólar como activo refugio”. Desde su punto de vista, aunque si bien el reciente anuncio del presidente Trump de un acuerdo comercial entre EE UU y el Reino Unido y las sustanciales reducciones arancelarias sobre los productos chinos han permitido que el dólar se recupere un poco desde sus mínimos de abril, “el mercado de divisas está lejos de la normalidad. Aunque la volatilidad de las divisas ha caído significativamente en los últimos días, el dólar no se ha vuelto a acoplar a los niveles de rendimiento de los bonos estadounidenses. Esencialmente, el dólar se ha transformado en una divisa de riesgo, como demuestra su nueva correlación positiva con la renta variable estadounidense”.

Soberanos versus corporativos

La elección entre deuda pública y privada no es trivial. “Los bonos soberanos siguen siendo una opción válida, sobre todo para diversificar. Pero ya no valen todos”, advierte Pon. Las tensiones geopolíticas, el endeudamiento creciente de algunos gobiernos y las dudas sobre el crecimiento económico obligan, según su criterio, a hilar fino. Desde su punto de vista, “los mercados están actualmente en transición. Hay que tener flexibilidad y seleccionar muy bien las emisiones”.

Por su parte, Comín y Mendaza apuestan por la deuda corporativa de calidad. “En Europa, el tejido empresarial está sólido. Las empresas han resistido bien la subida de tipos. No vemos sentido en asumir riesgos excesivos por un 1% o 2% adicional de rentabilidad”, explica Mendaza. Su consejo: evitar el high yield y centrarse en crédito con grado de inversión. Comín aporta más detalle: “Nos gustan los sectores financieros, telecomunicaciones, y servicios. Evitamos industrias cíclicas, energéticas de baja calificación y compañías demasiado expuestas a la exportación”. Su criterio es claro: rentabilidad sí, pero no a cualquier precio.

El horizonte temporal también importa a la hora de seleccionar activos. Las duraciones medias (entre 3 y 5 años) son las más recomendadas, pero también hay espacio para tramos más cortos. “En un escenario de bajada de tipos, una duración algo más larga puede capturar la revalorización del bono”, explica Pon, que añade que “hay que desterrar la idea de que se pueden conseguir rentabilidades de dos dígitos; sí de entre un 2% y un 4,5%”.

Mendaza es algo más prudente: “Trabajamos con duraciones cercanas a 2 años. El objetivo no es batir al mercado, sino batir la inflación esperada, y preservar el capital”. Se trata, según su criterio, de evitar asumir riesgo crediticio innecesario por rendimientos marginales.

¿El punto de encuentro? No quedarse en los extremos. “Ni todo a corto ni todo a largo. Hay que equilibrar según el perfil de riesgo del inversor, que debería mantener, también según su horizonte temporal, porcentajes de entre el 40% y el 60% en renta fija”, resume Comín. Según él, es igualmente importante no concentrar toda la inversión en un solo tipo de activo o plazo y elegir vehículos gestionados por expertos, con capacidad de análisis y gestión activa.

Por último, cabe señalar que todos ellos coinciden en rechazar inicialmente, en lo que a renta fija se refiere, los ETFs, bien porque replican índices muy cargados de empresas con elevado endeudamiento, bien porque en momentos de tensión pueden amplificar las respuestas, bien porque no siempre ofrecen protección.

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