Más allá del voto
El diálogo entre empresas y accionistas ya no es opcional, es la clave para transformar la disidencia en consenso y la participación en valor

La temporada de juntas generales de accionistas de 2025 está en pleno apogeo, y con ella, se reaviva un debate fundamental en el ámbito del gobierno corporativo: ¿hasta qué punto están los accionistas realmente implicados en las decisiones estratégicas de las empresas cotizadas?
Las juntas generales de accionistas de 2025 han dejado claro que el activismo accionarial ya no es una excepción, sino una constante. La participación sigue siendo elevada —con un quórum medio del 73,08% en el IBEX 35—, pero lo que realmente marca la diferencia es el tono crítico de muchos votos. La disidencia se hace notar, especialmente en temas como remuneraciones, composición del consejo y sostenibilidad.
Las remuneraciones del consejo continúan siendo el principal foco de rechazo. Glass Lewis emitió 28 recomendaciones negativas e ISS, 18, principalmente por falta de alineación con el rendimiento empresarial. También se cuestiona la falta de diversidad, con varios accionistas exigiendo no solo el cumplimiento formal, sino una integración efectiva y significativa de la diversidad en la toma de decisiones, así como la falta de independencia. Aunque menos frecuentes, las propuestas que implican dilución accionarial sin una justificación clara también han sido objeto de disidencia.
La creciente disidencia no debe interpretarse como un síntoma de inestabilidad, sino como una señal de madurez del ecosistema empresarial. Los accionistas ya no son meros espectadores: son actores con voz y voto, dispuestos a cuestionar, proponer y exigir.
En este nuevo escenario, el engagement —entendido como el diálogo proactivo entre empresa y accionistas— se consolida como el pilar fundamental de un gobierno corporativo moderno y eficaz, convirtiéndose en la herramienta más efectiva para anticipar y gestionar la disidencia. Las empresas que han logrado minimizar la disidencia en sus juntas generales de 2025 comparten un denominador común: una estrategia sólida de engagement con sus inversores. Lejos de limitarse a cumplir con los requisitos formales, estas compañías han entendido que el diálogo constante y transparente con sus accionistas es una herramienta de gobernanza esencial. El engagement no termina con la votación, las empresas que ofrecen explicaciones públicas tras recibir un voto significativo en contra —y que se comprometen a revisar sus políticas— generan confianza y credibilidad.
Las mejores prácticas incluyen reuniones bilaterales, roadshows, encuestas de percepción y una comunicación clara y continua sobre cómo se integran las opiniones de los accionistas en la estrategia empresarial.
En un entorno donde el activismo accionarial va en aumento, la pregunta ya no es si se debe dialogar con los accionistas, sino cómo y con qué frecuencia. El engagement ya no es opcional, es la clave para transformar la disidencia en consenso y la participación en valor.
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