Ir al contenido
_
_
_
_

Dani Rodrik: “El veto de Trump a estudiantes extranjeros es una catástrofe; EE UU debe prepararse para un futuro muy sombrío”

El economista, profesor de la Universidad de Harvard, critica duramente los aranceles de Trump y ve posible el fin de la hegemonía del dólar

Dani Rodrik, el miércoles en una sala del hotel Palace de Madrid.
Ignacio Fariza

No es fácil que una idea o un concepto económico lleve tu nombre. Las teorías keynesianas, ricardianas o malthusianas. La —más que discutida— curva de Laffer o la de Phillips. El equilibrio de Nash. Y el trilema de Rodrik, profesor de la Universidad de Harvard, habitual —octubre sí, octubre también— en las quinielas del Nobel, autor del inolvidable La paradoja de la globalización (Antoni Bosch, 2012) y, en fin, uno de los grandes economistas de nuestros días.

Dani Rodrik (Estambul, 67 años) conversa con EL PAÍS poco antes de participar en el Foro CREO, organizado por Cinco Días y Prisa Media. Horas después, un tribunal estadounidense anulará por unas horas el grueso de los aranceles de Donald Trump, propinándole el mayor revés judicial de su segundo mandato.

Pregunta. “Democracia, soberanía nacional e integración económica global son mutuamente incompatibles: podemos combinar dos de las tres, pero nunca tener las tres simultáneamente y en su totalidad”. Su trilema tiene ya un cuarto de siglo, pero parece escrito ayer.

Respuesta. Hace unos años, hablando del tema, un ministro de Finanzas de la eurozona me decía: “El problema es que solo los populistas parecen dispuestos a decir explícitamente que no se pueden tener esas tres cosas al mismo tiempo”. No tienen problema en dejar muy claras sus preferencias: en Europa rechazan más integración y en EE UU esa misma reacción se manifiesta en el atractivo político del trumpismo. Mientras, las fuerzas moderadas, sean de centroderecha o de centroizquierda, no han sabido reconocer las dificultades y tensiones creadas por la hiperglobalización.

P. Y ahora se sufren las consecuencias.

R. Sí. La peor parte, quizá, es que los populistas de extrema derecha, empoderados por este proceso, no están realmente interesados en la democracia. Así que, si tienen éxito, al final no será [una batalla entre] la democracia y el Estado-nación contra la globalización... En ese escenario, lo que más me inquieta es que perdamos también la democracia.

P. ¿Es Trump, entonces, una consecuencia directa de cómo se ha gestionado la globalización?

R. Lo que ha hecho la globalización es permitir que demagogos y políticos etnonacionalistas capitalizaran la ansiedad económica, la erosión de la clase media y la desaparición de los buenos empleos. Toda sociedad tiene una corriente subterránea de tensiones raciales, de xenofobia. Pero cuando ciertos sectores o regiones se ven severamente golpeados por choques comerciales o, en el caso de Europa, por la austeridad que siguió a la crisis financiera, los políticos que ofrecen chivos expiatorios y soluciones fáciles, como señalar a los inmigrantes, logran capitalizar esas preocupaciones. De ahí que los choques económicos asociados con la hiperglobalización hayan tenido un papel en el crecimiento de los movimientos de ultraderecha.

P. Se subestimó, entonces, el impacto de la hiperglobalización en Occidente.

R. Se subestimó lo divisiva que sería. Y se sobrestimó cuánto beneficiaría a todos. Una de las características más llamativas de la hiperglobalización es que sus mayores beneficiarios han sido países que, como China, jugaron con sus propias reglas: intervención estatal, restricciones comerciales cuando les convenía, políticas industriales y manejo de su moneda. Europa y EE UU no han salido tan bien parados: han visto cómo se creaban divisiones significativas entre ganadores —clases profesionales, grandes bancos, multinacionales y trabajadores altamente cualificados— y perdedores —el resto, quienes no contaban con esas ventajas—. Durante años, esto se vio como una situación normal. Y la respuesta de muchos políticos fue “estudia o muévete donde haya trabajo”, cuando en realidad deberían haber abordado frontalmente estas ansiedades económicas.

Rodrik, durante la entrevista.

P. Muchos años después, la UE y, muy particularmente, Alemania parecen dar un paso al frente en inversión.

R. Tanto la reforma alemana del freno de deuda como las promesas de más inversión pública y más gasto en defensa van en la dirección correcta. Pero echo en falta una estrategia coordinada.

P. ¿Con más eurobonos, quizá?

R. Con un compromiso general de aumentar la inversión pública en un par de puntos porcentuales al año y en todos los ámbitos: no solo en defensa, sino también en ciencia, tecnología e industrias verdes.

P. Europa paga hoy menos por financiarse que EE UU. Pero no parece estar aprovechando esa oportunidad tanto como podría...

R. La integración europea no ha avanzado lo suficiente como para pensar en una estrategia paneuropea articulada desde el centro. Es su mayor debilidad estructural y, francamente, es decepcionante.

P. ¿Es capaz de imaginar un arancel estadounidense del 50% sobre todos los productos europeos?

R. Desde una perspectiva convencional, parece impensable, una locura. Pero si algo hemos aprendido de esta Administración es, precisamente, su predisposición a hacer locuras. No tiene una estrategia coherente y Trump no es precisamente un pensador estratégico... Así que sí, cualquier cosa es posible.

P. Las implicaciones serían enormes.

R. No solo para Europa, sino también para EE UU: los países que imponen aranceles se perjudican, antes que a nadie, a sí mismos. Sin embargo, no deberíamos exagerar el impacto: a corto plazo sería enorme, sí, pero también transitorio. Y Europa aún podría ser próspera y socialmente cohesionada, incluso si EE UU sigue autodestruyéndose.

Rodrik, poco antes de conversar con EL PAÍS.

P. ¿Se pueden juzgar las políticas de Trump con criterios racionales?

R. Necesitamos entender por qué tanta gente votó por él: los choques económicos; las preocupaciones de la clase media; la desaparición de buenos empleos... Estas tres cosas han reforzado los discursos xenófobos y racistas. Al margen de eso, está claro que no ofrece ninguna solución seria a las preocupaciones que lo llevaron al poder. Su segunda Administración es, en realidad, una coalición de conveniencia entre cuatro grupos que defienden diferentes intereses. Están los nacionalistas económicos, que quieren cerrar el país al comercio y la inmigración. Están quienes se preocupan por la desaparición de empleos industriales, que creen, erróneamente, que la solución pasa por poner aranceles. Está la derecha tecnológica, que rechaza cualquier intento de regular Silicon Valley y que quiere construir una utopía —o distopía— basada en la inteligencia artificial. Y están, también, los absolutistas de la libertad de expresión, enfrentados al establishment liberal y académico.

P. Todos parecen estar ganando.

R. Bueno, los absolutistas de la libertad de expresión claramente han perdido. Sin embargo, lo que parece claro es que muchos de estos grupos están más preocupados por derrotar a sus oponentes que por avanzar sus propios objetivos. Siempre podrán decir: “Quizá no tengo libertad de expresión, pero mis enemigos están cayendo”. Ninguno de estos grupos esté consiguiendo todo lo que quiere. Pero sí bastante.

P. Ha habido, muy resumidamente, dos tipos de respuestas a Trump en lo comercial: la de China y, en cierto modo, también la de Canadá, que han optado por aplicar represalias. Y la de UE y la de México, que han preferido asumir una postura más cauta y dando cancha a la negociación. ¿Qué es más efectivo?

R. El argumento a favor de las represalias es que, si aumentas los costes de tu oponente, eso puede hacerle retroceder. Sin embargo, no veo esa racionalidad estratégica en la Administración Trump: veo en él, más bien, un matón de patio de colegio que lanza golpes al azar. La mayoría de las veces se golpea a sí mismo y, a veces, también a otros. Si fueras uno de esos niños, ¿qué harías? Es costoso devolver el golpe, así que, quizá, la estrategia más inteligente es minimizar tus propios costes y encontrar áreas donde puedas hacer que ese coste sea más evidente para Trump. México ha hecho eso: ha hecho ver que cedía sin realmente hacer concesiones. Europa también ha jugado bien sus bazas hasta ahora, aunque hay más cosas que podría hacer.

P. ¿Cuáles?

R. Por ejemplo, gravar a las grandes tecnológicas estadounidenses, como propone [el economista francés] Gabriel Zucman. Dañaría a EE UU y, a la vez, generaría ingresos con los que aumentar la inversión pública.

P. ¿Corre Trump el riesgo de que el resto del mundo deje de tomarse en serio sus amenazas?

R. Ya está ocurriendo: la mayoría de sus amenazas son huecas. Ha dado marcha atrás en muchas de las cosas que ha dicho: un día suben los aranceles, al siguiente bajan y luego vuelven a subir. Esto es algo que, eventualmente, tendrá que corregir el electorado estadounidense. Ojalá así sea. Pero mientras nos esperan tres años y medio difíciles.

P. ¿Se acerca el fin de la hegemonía global del dólar o es una exageración?

R. Podría ser. Lo que ha hecho Trump ha dejado muy claro al resto del mundo que EE UU no es un aliado confiable. Sería impensable que, hoy por hoy, haya un solo banquero central que no esté pensando en cómo reducir la dependencia de su economía y su sistema de pagos del dólar. Así que todos los que toman decisiones sobre si seguirá siendo la divisa internacional de referencia están pensando en cómo salir de él.

P. ¿Cómo deberíamos interpretar lo que está ocurriendo en la Universidad de Harvard?

R. Es parte de una lucha mucho más amplia. Trump ha elegido a Harvard como su principal objetivo por su simbolismo. Pero calculó mal, al pensar que seguiría el ejemplo de Columbia. Subió tanto la apuesta, exigiendo cosas tan claramente inaceptables, que la única respuesta posible fue decir que no. Así que Harvard ha convertido en símbolo de resistencia, porque los ataques que recibe se perciben como una ofensiva contra los pilares fundamentales de la economía y la sociedad estadounidense: el Estado de derecho, la libertad de expresión, la importancia de la ciencia y la tecnología, y la apertura al talento extranjero. Todos estos valores están siendo atacados cuando arremete contra Harvard. Es una lucha por el alma de EE UU.

P. Y en esas ha llegado la suspensión de todas las visas para estudiantes extranjeros.

R. Es una catástrofe. Pocas cosas han contribuido tanto al poder económico y tecnológico de EE UU como su capacidad para atraer talento del exterior. Mira Silicon Valley, los premios Nobel, los científicos y tecnólogos más distinguidos… Una proporción enorme de ellos nació fuera, y el beneficio que aportan es incalculable. Si corta con eso, EE UU debe prepararse para un futuro muy sombrío.

P. De nuevo, una oportunidad de oro para Europa y para sus universidades.

R. Absolutamente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_