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Bruselas recorta cuatro décimas las previsiones de crecimiento de Europa por la guerra comercial

La Comisión Europea espera que el crecimiento español en 2025 sea del 2,6%, casi el triple que en el conjunto de la zona euro

Una fábrica del grupo VW en Dresden, Alemania.
Manuel V. Gómez

La economía europea no se va a hundir con la guerra comercial como ha pasado con la de Estados Unidos. Pero sí que se va a resentir. Este año la zona euro crecerá un 0,9%, según los cálculos de la Comisión Europea. Hace seis meses Bruselas esperaba un aumento de actividad del 1,3%. Cuatro décimas de crecimiento también ha restado al conjunto de la Unión Europea, hasta quedar en el 1,1%. “La rebaja se debe en gran parte a la subida de aranceles y a la incertidumbre sobre los precios que ha provocado el cambio brusco de la política estadounidense y la incertidumbre sobre cómo acabará”, apunta el informe de previsiones de la Comisión nada más comenzar.

Menos va a sufrir España. De hecho, ni siquiera ha empeorado las expectativas de crecimiento, que han subido en tres décimas. Ha pasado del 2,3% al 2,6%. Se sitúa así en el nivel, décima arriba o abajo, que han calculado otros organismos internacionales como el FMI (2,5%) o los que prevén el Gobierno español (2,6%) y el Banco de España (2,7%). Para el año próximo, en cambio, Bruselas empeora una décima el pronóstico, hasta un aumento de actividad del 2%, algo que suele suceder en estos ejercicios estadísticos.

“La actividad económica [española] se apoyará en la demanda doméstica, debido al comportamiento fuerte del mercado laboral y al fortalecimiento de la inversión, también gracias a la implementación del plan de recuperación”, analiza el informe de Bruselas en su capítulo español, en el que también prevé un déficit por debajo del 3% este año, concretamente del 2,8%, “por el final de las ayudas a la energía y la retirada de las medidas introducidas como respuesta a las inundaciones de Valencia”.

Si se cumplen estos vaticinios tan extendidos, este año España volverá a ser la economía grande de la zona euro que más crezca en la UE y, más concretamente, en la zona euro. De hecho, ese pronóstico del 2,6% prácticamente triplica el 0,9% que se espera para el conjunto del área monetaria. Esa buena salud económica serviría para que en 2026 el desempleo cayera por debajo del 10% por primera vez desde 2008 si se cumplieran los vaticinios de la Comisión.

Este menor impacto se debe a que España no está muy expuesta al comercio exterior con Estados Unidos. No hay muchas exportaciones directas españolas que se dirijan al otro lado del Atlántico. El golpe, si lo hay, llega por una doble vía indirecta. Por un lado, están las inversiones, que podrían verse reducidas por el clima de incertidumbre que en todo el mundo con la deriva de Washington (los índices manejados por Bruselas muestran que se supera la que hubo durante la pandemia). Por otro, aparecen las posibles consecuencias del golpe sobre otros países (Alemania o Francia) a través de las cadenas de suministro.

Ya hace más de cinco años que Europa no encuentra un entorno de certidumbre que permita a su economía crecer sin sobresaltos. Pandemia, invasión de Ucrania, inflación desbocada... Y ahora guerra comercial. Antes de que Washington abriera este último capítulo el horizonte al que se abocaba la actividad en la UE era el de una lenta mejoría lastrada porque su gran motor, Alemania, mantiene a su economía en el diván con una crisis existencial a la que lo peor que le podría suceder en esa situación era que el mundo entrara en una espiral proteccionista, justo lo que ha sucedido.

A una economía eminentemente exportadora, como lo es la alemana −y la europea− una guerra comercial le golpea de lleno. Y eso explica buena parte del empeoramiento de previsiones que Bruselas pronostica para la primera potencia europea: rebaja su expectativa de crecimiento para este año de un 0,7% que estimaba el pasado otoño a un 0% esta primavera.

Con estos cálculos, la Comisión se abona a la hipótesis de que el crecimiento visto durante el primer trimestre del año se debe a un adelanto de importaciones en Estados Unidos para evitar en la medida de lo posible la subida arancelaria antes de que entre en vigor, algo avalado por los datos. Sin embargo, eso no evitará que la guerra comercial acabe por golpear a la economía en todo el mundo. De hecho, los economistas de Bruselas han hecho un ejercicio en el que calculan el impacto de las medidas proteccionistas de Washington y el comisario de Economía y Finanzas, Valdis Dombrobskis, lo ha resumido diciendo que “muestra que todo el mundo perderá con la imposición de estas medidas”.

No obstante, ese ejercicio también concluye que es Estados Unidos el que más tiene que perder con la deriva que ha emprendido. “El crecimiento acumulado a lo largo de 2025 y 2026 en EE UU será un punto porcentual más bajo que si no hubiera un aumento de aranceles; la UE experimentaría un golpe más suave, en torno a dos décimas”.

Los precios se estabilizan

En el lado positivo de las previsiones conocidas este lunes se sitúan los precios, después de su crecimiento desbocado en 2022, provocado por el aumento de las cotizaciones energéticas. “Se espera que el proceso desinflacionista en curso, iniciado a finales de 2022, avance de forma sostenida. Tras reducirse hasta el 2,4% en 2024, se prevé que la inflación de la zona del euro medida por el IPC alcance el objetivo del BCE [Banco Central Europeo] del 2% ya en 2025, y que siga disminuyendo en 2026″, exponen los economistas de la Comisión.

Como ha explicado el veterano comisario letón, el control de la inflación está directamente vinculado con la rebaja de las cotizaciones energéticas. De hecho, la previsión de la Comisión es que en 2005 y 2026 el IPC energético se sitúe en terreno negativo. “Además de la energía, la desinflación está también provocada por la mayor competencia en precios de los productos no energéticos, algo vinculado a los cambios en las dinámicas comerciales, y a la apreciación del euro, lo que abarata las importaciones”, ha asegurado.

Esta sería la vertiente relativamente positiva de la guerra comercial. Sin embargo, sobre el papel debe tener un límite, puesto que la propia Comisión ha lanzado reiteradas advertencias a países como China para que no desvíen hacia Europa grandes cantidades de exportaciones que antes de que Washington subiera los aranceles iban destinadas al mercado estadounidense. Si eso llegara a producirse, es cierto que los precios podrían caer mucho, pero también podría perjudicar a las empresas europeas y, en consecuencia, al empleo. De ahí las alertas lanzadas desde Bruselas.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.
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