Los inversores esperan la sentencia de Warren Buffett, el ‘Oráculo de Omaha’, sobre la guerra comercial
Miles de accionistas se reúnen este sábado en la junta de Berkshire Hathaway, el ‘Woodstock del capitalismo’, en un momento de incertidumbre sobre la economía de Estados Unidos


Álvaro Naranjo, un panameño de 43 años, lleva acudiendo a la junta de accionistas de Berkshire Hathaway desde 2008. Con un par de excepciones, ha repetido cada primer sábado de mayo para escuchar a su ídolo, Warren Buffett, de 94 años. Naranjo es vicepresidente de una firma de valores panameña, Geneva Asset Management. Tiene sus rituales. Visita el bazar que organiza el grupo en paralelo a la junta, acude a fotografiarse ante la casa de Buffett, va a comer carne a Gorat’s, el restaurante favorito del empresario, y luego de compras a Borsheims, la joyería del imperio Berkshire Hathaway, que reserva un horario especial exclusivo para los accionistas. Como él, miles de inversores de decenas de países se citan en Omaha (Nebraska), una ciudad de medio millón de habitantes a orillas del río Misuri, para escuchar en directo las opiniones y consejos del inversor más famoso del mundo, el Oráculo de Omaha.
La junta de accionistas de este año llega en un momento especial. La economía de Estados Unidos se ha contraído por primera vez en tres años por la errática política económica y comercial de Donald Trump. Hace un mes, cuando la Bolsa se desplomaba, el presidente de Estados Unidos compartió un vídeo de un usuario de las redes sociales, según el cual Buffett había dicho que Trump estaba “haciendo los mejores movimientos económicos que había visto en más de 50 años”. Berkshire Hathaway emitió un rotundo, escueto e inusual desmentido. “Actualmente, circulan en las redes sociales (incluidos Twitter, Facebook y TikTok) informaciones sobre comentarios presuntamente realizados por Warren E. Buffett. Todas estas informaciones son falsas”, sentenció.
Buffett le hizo llegar a su periodista de cabecera, Becky Quick, de la CNBC, que se reservaba sus opiniones para la junta de accionistas de este sábado. En el mes transcurrido desde aquel desmentido, Trump ha parcheado una y otra vez su política comercial. Cuanto más rectifica, más se recupera la Bolsa. Sin embargo, los inversores esperan con un enorme interés las opiniones de un empresario que no suele morderse la lengua.

Durante horas, Buffett contestará las preguntas formuladas a distancia que seleccione la propia Becky Quick y las de los accionistas presentes elegidos por sorteo para formularlas en las 11 ubicaciones seleccionadas de un pabellón con capacidad para unos 17.000 espectadores. Según las reglas de cortesía establecidas, se puede preguntar de lo divino y de lo humano, con dos excepciones. Una: Buffett no comenta las acciones que está comprando o vendiendo Berkshire Hathaway, pues esa información ya se hace pública cuando toca. Dos: no se habla de política.
¿De verdad? Seguro que Buffett no dará su opinión personal sobre Trump, pero hablar hoy de economía es imposible sin hablar —de un modo u otro— de política. El empresario ya anticipó en una entrevista emitida el 2 de marzo por CBS, que consideraba los aranceles como “un acto de guerra hasta cierto punto”, dejando claro que son un impuesto. Por entonces Trump había anunciado gravámenes a las importaciones desde México, Canadá y China, pero no había declarado aún la guerra comercial al mundo entero.
Curiosamente, Berkshire Hathaway nació como una compañía textil y su negocio fue víctima de la globalización que hizo que las fábricas estadounidenses de la empresa dejasen de ser competitivas. Buffett fusionó la empresa con una compañía de seguros en lo que fue el germen del éxito de un conglomerado que se ha convertido en la empresa más valiosa de Estados Unidos con la excepción de los gigantes tecnológicos (Microsoft, Apple, Nvidia, Amazon, Google y Meta).
Berkshire Hathaway tiene entre sus negocios actuales la firma de calzado y ropa deportiva Brooks, cuyos productos se fabrican en China, Vietnam, Taiwán, Indonesia, El Salvador y México, entre otros países. También es dueña de Fruit of the Loom, que tiene fábricas en Australia, El Salvador, Haití, Honduras, México, Marruecos y Vietnam. Hasta su filial Justin, que produce sus botas vaqueras más icónicas en El Paso (Texas), importa materiales y calzado terminado de países como China, Vietnam y México. Y así con muchas otras de sus empresas. Y eso por no hablar de Apple, la principal inversión de su cartera. Definitivamente, Buffett tiene motivos para hablar de aranceles.

El Oráculo de Omaha siempre ha defendido que Estados Unidos es el mejor país para vivir y para invertir, pero no ha visto que la prosperidad de su país estuviese reñida con una cadena de suministro global y una especialización en la que el grueso del valor añadido se genera en su propio país.
En su última carta a los accionistas, Buffett subrayaba la enorme cantidad de impuesto sobre sociedades que paga Berkshire Hathaway, el grupo que más de Estados Unidos: 26.800 millones de dólares el último año. Y parecía dar consejos a Donald Trump sobre cómo gastarlos: “Gracias, tío Sam. Algún día, tus sobrinos y sobrinas de Berkshire esperan enviarte pagos aún mayores que los que te enviamos en 2024. Gástalo con prudencia. Cuida de los muchos que, sin tener la culpa, se llevan la peor parte en la vida. Se merecen algo mejor. Y nunca olvides que necesitamos que mantengas una moneda estable y que ese resultado requiere tanto sabiduría como vigilancia por tu parte”, indicaba Buffett, que ha mostrado siempre simpatía por los ideales demócratas y una preocupación por la filantropía y la ayuda a los demás.
El arrollador éxito de Berkshire Hathaway ha convertido a Warren Buffett en un mito. Su leyenda se ha visto agrandada este año, cuando la Bolsa se desplomaba y Berkshire Hathaway seguía subiendo. En lo que va de 2025, la cotización ha subido un 20% y la acción llega a la junta en máximos históricos. El grupo vale 1,16 billones de dólares en Bolsa. Su fortuna personal, estimada en 169.000 millones de dólares, ha aumentado en 26.600 millones este año, mientras caía la de la mayoría de los hombres más ricos del mundo.
Berkshire Hathaway acumulaba a cierre de 2024 una liquidez sin precedentes, de 334.200 millones de dólares entre efectivo y títulos del Tesoro a corto plazo. Durante los últimos dos años se ha estado quejando de que apenas había oportunidades de inversión a la altura de su conglomerado mientras dejaba escapar la fiebre de la inteligencia artificial. Y aunque uno no se convierta en un mito de las finanzas invirtiendo en letras del Tesoro, el momento que eligió para hacerlo tuvo algo de providencial.

Con la acción de Berkshire Hathaway en máximos históricos, los peregrinos del capitalismo acuden un año más a Omaha a rendir pleitesía a su ídolo. Este sábado se formaban ya grandes colas para entrar en el gran bazar de gangas del grupo y para comprar cualquier cosa, ya fuera un helado de un dólar, una caja de bombones, camisetas con sus lemas, una autocaravana de lujo, una casa prefabricada, un avión privado compartido... La cola de la caja del espacio reservado en la feria a su joyería Borshein no sería mucho más larga si regalaran los diamantes. Por todo el recinto, en el que cada una de las decenas de empresas del grupo tienen su espacio, hay decenas de carteles y artículos a la venta con la imagen de Buffett, en una especie de simpático culto a un líder al que no le importa reírse de sí mismo.
“Vivir la experiencia”
Patrick, ingeniero informático de Colorado, acude por primera vez para “vivir la experiencia”. “Queremos ver a Warren Buffett en persona, a ver si está sano”, bromea una amiga que le acompaña. Les ha traído Shiva, otro ingeniero informático, que acude por tercera vez, en busca de “toda la sabiduría que puede ofrecer”. “Con todo lo que está pasando ahora mismo, me interesa saber qué tiene que decir”, explica.

Mary Foster es de Omaha y trabaja en gestión de patrimonios. “Me apasionan la finanzas y Warren Buffett es un héroe local, así que es increíble poder escucharlo hablar. Es algo único en la vida. Es impresionante”, indica. Trae a su amiga Daphne, que está empezando en el mundo de las finanzas.
Alejandro Palacios, de Ciudad de México, tiene 27 años, es accionista de Berkshire Hathaway desde los 22 y trabaja en mercadotecnia para una línea de cruceros. Acude por segunda vez y en esta ocasión ha venido con su padre. “Vengo para aprender más que de inversiones sobre principios y valores. Todo el mundo puede invertir y comprar lo mismo, pero es lo que te lleva a hacerlo lo que es importante”, dice. “Va a poner mucha calma en los mercados, espero mucho de su sabiduría”, añade. “Estamos planeando venir a las cuatro de la madrugada, para tener una buena vista”, asegura.
Álvaro Naranjo ha viajado desde Panamá a Omaha este año con su mujer. “Venir aquí para mí es como para ella ir a un concierto de Coldplay”, dice. A la junta de Berkshire Hathaway se le llama el Woodstock del capitalismo, en referencia al mítico festival musical. Planea levantarse a las 4.00, pero sabe que habrá gente que se quede toda la noche haciendo cola para coger un buen sitio. Naranjo se sabe al dedillo al filosofía de inversión de Warren Buffett, conocida como value (valor). “Se trata de invertir en empresas de calidad, a precios buenos, a largo plazo y no tener que vender en momentos desfavorables, como una crisis”.
El propio Buffett decía que fue su amigo y socio Charlie Munger, que murió en noviembre de 2023 a los 99 años, el que le hizo retocar un poco su filosofía. Pasó de comprar negocios razonables a precios maravillosos a invertir en negocios maravillosos a precios razonables.

La razón principal de Naranjo para acudir cada año a la junta es “escuchar la sabiduría de Warren Buffett”. “Para nosotros es como un ídolo. Es una oportunidad que pocos tienen”. La primera vez que vino, en 2008, acudían a la junta unas 6.000 o 7.000 personas y de ellos solo unos cientos desde el extranjero. Aquel año, recibió a los que venían del extranjero y Naranjo tiene enmarcada la gorra que le firmó ese día. “Hace sentir importantes a todos los accionistas y todos quieren venir. Vienen 40.000 personas”.
El financiero panameño empieza a ver a Buffett algo cansado. “No me sorprendería que hiciera algún anuncio importante. Para mí, debe hacer lo mismo que Bill Gates en Microsoft y Jeff Bezos en Amazon, entregar la compañía antes de morir para que haya una transición más ordenada, pero está totalmente lúcido y vamos a ver qué pistas nos da este año”. Greg Abel, vicepresidente de Berkshire Hathaway, está designado como sucesor de Buffett como primer ejecutivo.

Naranjo ha notado que con los años, Buffett se cuida un poco más. “Antes estaba toda la junta bebiendo Coca-Cola y comiendo peanut brittle (crocante de cacahuete, uno de los productos de su empresa de bombones), un dulce espectacular y ya no lo hace. Hoy pone la caja delante, pero no lo come”, dice el gestor de fondos.
Una de las camisetas a la venta en la feria por 25 dólares tiene el lema de Buffett que resumía su filosofía de la alimentación: “Los niños de seis años tienen la menor tasa de mortalidad, así que decidí comer como un niño de seis años”.
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