Siempre ETA
Mujeres desesperadas (La 2) nos ha devuelto la oportunidad de ver al actor Kyle MacLachlan, al que la mayoría descubrimos en Twin Peaks. Hoy, MacLachlan es un hombre maduro, con algún estiramiento facial a cuestas, que procura no desentonar en este vodevil de la desesperación femenina. Entonces era un asalariado del FBI llamado agente Cooper, apasionado por su trabajo, amante de las tartas de cerezas y empeñado en contárselo todo a su dictáfono. Haga lo que haga, MacLachlan está marcado por aquel personaje. Mujeres desesperadas y Twin Peaks tienen en común, además de un actor, el arranque argumental: la muerte de una mujer y el hecho de que todos sus vecinos y familiares tengan algo que esconder. La investigación es el pretexto para ir descubriendo debilidades paralelas. Suicidio en un caso y asesinato en otro, la brutalidad de la muerte amenaza la estabilidad de una colectividad. Viendo las reacciones al cinismo de ETA, descubrimos que la realidad imita la vulnerabilidad de la ficción y que, en lugar de política de altura y unidad de acción, los políticos reaccionan con solemnes reproches y los medios audiovisuales con una estéril sucesión de tertulias. Hace años que no hay más política que la que dictan los terroristas y, a estas alturas, ni siquiera se mantienen las formas de unidad aparente para combatir y vencer las sangrientas estrategias etarras. Por si eso fuera poco, en Las noticias de Antena 3 nos muestran cómo dos jugadores del Villarreal, Diego Forlán y Marcos Senna, se enzarzan a puñetazos en un entrenamiento. Veo las imágenes en un bar y el camarero dice: "Uno es argentino y el otro es brasileño, por eso pegan". Discrepo: se pelean por ser del mismo equipo, igual que el PSOE y el PP. Más tarde, Antena 3 emite una documentada biografía del ex presidente Adolfo Suárez en la que se cuenta que durante unos años llevó una pistola en el bolsillo cargada con una única bala por si caía en manos de golpistas o terroristas. Otra vez el mismo triste dilema: suicidio o asesinato.
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