"No podría recitar una canción, necesito gritarla"
La tarantella es música del diablo, explican los viejos sabios napolitanos. Pietra Montecorvino parece haber venido a este mundo especialmente para demostrar la veracidad de esa afirmación y, lo que es aún más importante, convertir sensaciones del pasado en música del presente con clara vocación de futuro. Ahí está su disco Napoli Mediterranea (Discmedi) para confirmarlo y el espectáculo del mismo título confeccionado a partir de la remodelación de las canciones populares napolitanas que ya ha visitado diversos escenarios peninsulares. "Nápoles tiene una cara muy noble y otra muy gitana, ambas conviven en el espacio y en el tiempo. Lo que pretendo es enseñarle al mundo esa cara más gitana tremendamente ligada a todas las influencias culturales que nos han ido llegando a través de los siglos gracias al mar", explica Pietra Montecorvino con una locuacidad apabullante. De la mano de Eugenio Bennato (mítico fundador de la Nouva Compagnia di Canto Popolare), Montecorvino ha reunido en su disco un puñado de canciones napolitanas y ha tendido con ellas un puente intercultural entre las costas de su Nápoles natal y el cercano norte de África. "Las esencias más profundas de Marruecos o Argelia están muy próximas a las napolitanas. Las marujas napolitanas cuando cantan en sus casas modulan al estilo árabe. Además, mi propia espiritualidad está muy cercana a la arquitectura de las fábulas árabes. Amo las fábulas y todo el mundo fantástico y espiritual que representan".
Parte de esa pasión que Pietra Montecorvino derrocha dentro y fuera del escenario le llega, sin lugar a dudas, de su pasado como actriz cinematográfica. Nacida en Nápoles en 1962 debutó en el cine en 1984 alternando tres películas como protagonista con sus inicios en el mundo de la canción. Su faceta musical cambió radicalmente al conocer a Eugenio Bennato en 1991 e iniciar una larga relación artística cuyo último eslabón es el actual Napoli Mediterranea. Sobre el escenario, Montecorvino y Bennato son como los dos extremos de un mismo sentimiento: el fuego y las continuas explosiones de genio contra la sobriedad cerebral. "No podría recitar una canción, necesito gritarla, sentirla de verdad, llegar a llorar o desnudarme en el escenario", dice ella.
El tándem ha insuflado nueva vida a canciones de ésas de las de toda la vida: ¿quién no ha tarareado alguna vez O sole mio o, sin siquiera saber su procedencia, el infeccioso estribillo de Guaglione? "Es un patrimonio que tenemos que salvar porque en Italia, en estos momentos, la cultura está bajo cero. Sólo se valoran las cosas comerciales".

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