Pornoviolencia

Lo más brillante del documental Bowling for Columbine es el desparpajo con el que Michael Moore rueda las situaciones que él mismo provoca. No se puede definir como un trabajo serio de investigación, porque aquello de lo que habla Moore ya es sabido. Está al alcance de cualquiera conocer la estrechísima relación que mantienen los americanos con las armas. Tal vez lo más novedoso del trabajo de este provocador cineasta sea que no prepara las situaciones, prefiere mostrar al espectador las reacciones inesperadas, como la de Charlton Heston ante preguntas sobre la insensibilidad de los amigos del rifle con las víctimas. Lo que en mi opinión es más discutible del documental son las tesis: concluir que la violencia no está relacionada con la venta libre de armas, porque en Canadá también es sencillo comprar una pistola y, sin embargo, el número de crímenes es muy bajo, resulta facilón. Tanto como afirmar que las películas violentas no tienen influencia sobre el espectador, dado que en otros países también se ven y se cometen menos crímenes. Esas tesis dan, de alguna forma, la razón a la archirreaccionaria Asociación del Rifle cuando sostiene aquello de: "Las armas no disparan, dispara la mano". Por Dios, cómo no admitir que siempre será mejor que una pistola no se venda en un supermercado: siempre hay un loco, un malnacido, o cualquiera de nosotros, dispuesto a usarlas. Cómo no reconocer que alguna repercusión tiene el exceso de pornoviolencia que hay en el cine. Si se admite que la publicidad tiene una influencia sobre el individuo, ¿por qué no ha de tenerlo la ficción?, ¿y por qué ha de ser reaccionario reconocer esa influencia? Es significativo que las personas que han padecido la violencia casi nunca se regodean en los detalles, suelen hacerlo aquellos que sólo conocen el sufrimiento de oídas. Pienso en esto al leer el libro raro y conmovedor de Alice Sebold Desde mi cielo: una adolescente violada y asesinada cuenta su historia desde el más allá. La novelista Sebold fue violada en su adolescencia y eso se aprecia: no hay ningún detalle morboso sobre el sufrimiento de la niña. Sin embargo, cómo logra que el lector empatice con la humillación a la que es sometida la víctima. Y con el dolor de los que la sobreviven.
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