Blanco malagueño

Terrible dilema el de la viticultura andaluza, basada casi exclusivamente en sus magníficos generosos, que ve cómo el viñedo languidece ante el descenso del consumo de estos vinos singulares, de difícil maridaje en la mesa. Hay que prestar más atención a uvas como la moscatel; o a cepas casi perdidas, pero de fuerte personalidad, como la Vijariego o la Molinera de Bailén.

Con el moscatel morisco y un poco de chardonnay hace un interesantísimo blanco López Hermanos, la bodega de bandera en Málaga. El diseño es bueno, pero hay que pulirlo para que su potente aroma gane en complejidad. Pero ahí está el impacto olfativo de la moscatel: pétalos secos de rosa, con el jazmín trepando por la estela frutal. Hay un sabor goloso que se resuelve suavemente en amargor; y, al final, el tímido realce de una acidez que añade perspectiva al gusto. Un blanco en el que la fragancia del moscatel gana cuerpo y untuosidad con la chardonnay. Excelente unión.