Complicada tierra de misión

Los ortodoxos ven con recelo la actividad de los católicos en Rusia, una complicada tierra de misiones. "En ocasiones", dice el pope Alféyev, "se intenta conducir a nuestros fieles al seno de la Iglesia romana. Entendemos la actividad misionera, pero el proselitismo, que hace daño a la Iglesia local, es algo muy diferente". Esta acusación de invadir el territorio ajeno es rebatida por el arzobispo Kondrusiewicz, quien afirma que lo que ocurre es que "a veces, aunque son casos contados, viene a nosotros algún ortodoxo. Yo sirvo a los católicos de Rusia, pero nunca miro el pasaporte ni pregunto la nacionalidad. Que me den un solo ejemplo de que hayamos salido a la calle con pancartas pidiendo que los ortodoxos se pasen al catolicismo".El segundo frente de batalla es el de la Ley sobre Libertad de Conciencia y Asociaciones Religiosas, aprobada el año pasado y firmada por Yeltsin después de rechazar una primera redacción que provocó las protestas del Papa y del Senado norteamericano. El texto final no eliminó los recelos de católicos y protestantes, entre otros, temerosos de que su aplicación suponga, en la práctica, fuertes límites a su actividad.

"La ley debería unir, consolidar a la sociedad en torno a la religión", dice Kondrusiewicz, "pero la ha dividido. Es anticonstitucional y restringe muchos derechos de los creyentes. Además, prohíbe la actividad misionera al establecerse que cada confesión sólo puede trabajar entre sus seguidores". Para los ortodoxos, estos temores carecen de base, ya que la ley pretende sólo tomar precauciones frente a la invasión de sectas como Moon o la Verdad Suprema.