El comunismo de Platón
Con cierta frecuencia quedo sorprendido al leer en artículos afirmaciones tajantes, rotundas, sin la saludable matización que el asunto tratado requiere.Sin ir más lejos, en EL PAÍS del lunes 9 de marzo leí el artículo de Antonio Garrigues y Díaz-Cañabate intitulado El materialismo. "Ambos (se refiere a Marx y Engels) son los padres del Manifiesto comunista de mediados del siglo pasado; una encíclica laica que tuvo más impacto histórico que las incontables ideologías socialistas, tanto antiguas (Platón fue comunista) como modernas". Esto escribe el articulista.
¡Platón fue comunista! Dicho así, de esta manera categórica y sin matizar, puede inducir al lector a la confusión.
El señor Díaz-Cañabate debiera entrecomillar el atributo comunista referido a Platón. Porque el comunismo expuesto en La República nada tiene que ver con el comunismo moderno.
El comunismo platónico estaba pensado para "la clase de los guardianes", y únicamente esta élite debía estar presta a la renuncia de los bienes materiales.
En efecto, el bien del Estado -según Platón- no sólo necesita suprinúr la "propiedad privada", sino también el matrimonio, y establecía una comunidad de mujeres e hijos. Ahora bien, las uniones no podían hacerse libremente. El Estado se encargaba de elegir para cada joven la muchacha adecuada, teniendo siempre en cuenta las cualidades óptimas que adornaban a los futuros progenitores. El lograr una descendencia sana y fuerte era el objetivo perseguido por el Estado al organizar las famosas "bodas sagradas", "que deben regirse segun los principios de la biología de las razas" (Wilhelm Capelle), lo mismo que se hace con los animales domésticos para mejorar la cría".
Evidentemente, esta teoría es la antítesis del moderno comunismo ideado por Marx y Engels.
Pongo punto final transcribiendo el siguiente texto de W. Capelle: "Las bases del comunismo moderno son totalmente materialistas y está orientado hacia la economía y hacia la política social; el de Platón, por el contrario, surgió de las consecuencias radicales de una idea puramente moral, y en verdad es un producto de su abstracto idealismo, al que son ajenos los motivos económicos y político-sociales, como lo muestra el limitarse únicamente a la clase dominante, mientras que la tercera clase, mucho más rica en número, la deja gozar tranquilamente de su propiedad privada, del matrimonio y de la familia.-
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