Opus / PSOE

Se equivocan quienes piensan que el tándem Felipe González-Alfonso Guerra es desmontable; ambos forman un conjunto único y separable sólo a efectos metodológicos, como la cara y la cruz de una moneda. El presidente y el vicepresidente conforman una unidad territorial que por alguna rareza de orden teratológico se manifiesta en dos partes claramente diferenciadas. Alfonso Guerra es el subconsciente de Felipe González, lo que proporciona a la identidad de éste enormes ventajas, pues cuando el subconsciente actúa fuera del propio cuerpo engaña mucho menos que cuando actúa dentro; se le ve venir, vamos. En realidad, el subconsciente dentro del propio cuerpo es un peligro, una bomba de relojería, entre otras cosas porque nunca sabemos qué deseos le pertenecen a él y cuáles a la parte visible de nuestra personalidad, lo que nos lleva con frecuencia a tomar decisiones desastrosas. Tener el subconsciente fuera, encarnado en otro cuerpo, significa también mantener sobre él un control muy útil para un gobernante.Por eso también ganan todo el rato las elecciones, porque esa rara escisión, cuyas partes conforman una sola identidad, funciona para el votante como la metáfora de lo que le gustaría ser: un sujeto con la masa muscular de Felipe, con su mirada centroeuropea, pero con las vísceras de Alfonso Guerra. En este país hay mucha gente que quiere ser como Felipe, que en las fotos de hace 10 años era árabe y ahora parece sueco. Pero esa gente quiere tener a la vez la Inteligencia algo canalla de Guerra, su mordacidad, su caradura y su encanto para seducir a las chicas. ¿A quién no le gustaría ser un príncipe sin perder por eso el chico de barrio que llevamos dentro? Eso es lo que ha conseguido esta rara unidad territorial formada por Felipe y Alfonso: la posibilidad de ser al mismo tiempo un truhán y un señor o la de poseer la doble mifitancia Opus / PSOE.
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