Entusiasmo en el estreno de un filme soviético prohibido desde hace 20 años
ENVIADO ESPECIALLa comisaria, filme realizado en 1967, era hasta ayer una leyenda y un misterio: todos en la URSS, y muchos fuera de ella, conocían su existencia, pero nadie lo había visto nunca. Fue secuestrado en una sala de montaje de la productora Mosfilm por la policía política soviética a comienzo de 1968, y su autor, Alexandr Askoidov, fue condenado desde entonces al silencio de los amordazados, pero no al olvido. Ayer La conúsaria se estrenó en Berlín, y entusiasmó. La vigencia de esta estremecedora obra, concebida hace más de dos décadas, es absoluta, por lo que el día de ayer quedará como fecha en la que fue por fin impresa una página en blanco de la historia del cine ruso.
"Intentaron destruir la película", dijo AskoIdov ayer en Berlín, "sellaron la sala de montaje donde se encontraba todo el material filmado y montadopero, trozo a trozo, fue rescatada y sobrevivió, tal como la han visto ustedes, sin más cambios que algunos retoques en la banda sonora".Alexandr AskoIdov tenía 30 años cuando realizó La Comisaria, y es ésta la primera y por ahora última película de un hombre con aspecto apacible y mirada triste e intensa, que sobrepasa el medio siglo y no ha olvidado que su obra fue difamada así: "ellos dijeron que la película era una difamación de nuestra revolución; que era una obra abominable, nociva, venenosa, sionista y contrarrevolucionaria".
"Dicho por ellos" -y Askoldov sonríe siempre que pronuncia la palabra ellos, los burócratas stalinistas- "todas estas infamias son reconfortantes, porque ellos fueron quienes ensuciaron nuestras banderas y lo que nosotros queríamos era limpiarlas. Tuve la tentación de callarme ante sus calumnias, pero creo que un artista debe caminar siempre contra la corriente; y protesté, porque quise en mi vida ser coherente con lo que intenté poner en mi obra: que no hay otra revolución que la que exalta y defiende los valores humanos de los hombres. Esa era la misión moral de mi película en su época y lo único que importa ahora es que la conserve".
"¿Que cómo pudo rodarse una película como ésta, para hacerla desaparecer una vez terminada?", se pregunta Askoldov. "No tengo respuesta para esa pregunta. Cuando la tenga, seré feliz, porque éste será un indicio de que lo que hoy es una esperanza será ya una realidad".
La más demoledora fábula hecha desde dentro contra el stalinismo, ha sobrevivido. La comisaria se verá en el mundo, porque, en términos de Askoldov, su misión moral discurre sobre dos horas de cine de altísima calidad, en las que hay secuencias supremas, verdaderos instantes de excepción, que devuelve al Festival de Berlín a sus mejores tiempos.
No merece mejor definición Wall Street, de Oliver Stone, que prometía mucho y apenas da nada más que una buena actuación de Michael Douglas, en un convincente papel de malo, que contrasta con su poco afortunado personaje de bueno de Atracciónfatal.
Estas dos supertaquilleras películas norteamericanas son sendos fraudes, y el sagaz críterio seleccionador de la organización de la Berlinale 88 ha dado un bonito golpe de efecto al no llevar a la famosa Wall Street al selecto ramillete de películas que componen la sección oficial, dejándola abandonada a su suerte en un rincón del Panorama, sección exclusivamente informativa en la que cada película se defiende a sí misma con sus propias calidades. El público berlinés que acudió por curiosidad la recibió con bostezos y unas pocas bondadosas palmas.
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