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Siempre robando
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ivanisevic contra Tsitsipas, o hasta dónde un entrenador puede rajar de su pupilo

El tenista griego dijo de su nuevo preparador que le gustaba su honestidad: decía cosas que seguramente le dolería escuchar. ¿Pero tanto?

Novak Djokovic durante el partido ante Miomir Kecmanovic este viernes.
Manuel Jabois

Goran Ivanisevic es un tipo de 1,93 con tremendo carácter. Necesario para el mundo en el que se mueve, el tenis de élite. Imprescindible para, después de perder las finales de Wimbledon de 1992, 1994 y 1998, ser invitado por la organización cuando era 125 del mundo debido a las lesiones. Un gesto casi simbólico de respeto y reconocimiento a un tenista de la vieja escuela del saque y volea. Y allí, depositado en el cuadro principal para que disfrutase de la experiencia, tumbó a Andy Roddick, a Carlos Moyá, a Greg Rusedski, a Marat Safin, a Tim Henman en cinco sets y a Pat Rafter también en cinco (9-7 el último). O sea, ganó Wimbledon siendo el 125 del mundo. Como si te invitan a cenar a una casa porque falló uno y, al acabar, despides a todos en la puerta.

Su cumbre como entrenador fue Novak Djokovic. Habría que haberlos grabado. “Es como entrenar al Real Madrid: si no ganas uno o dos partidos, te despiden”, avisó. En los partidos en que a Nole no le iban bien las cosas, el serbio gritaba y señalaba a su banquillo. “Novak no es un tipo fácil, digámoslo así. Pero para eso estamos aquí, para poner la espalda y recibir golpes. Para que él se sienta y rinda mejor. A veces no es fácil. Nos tortura, nos arranca las uñas; muchas más cosas, no puedo decíroslo”, dijo. Más en serio, dijo: “Sólo me enfada cuando nos grita sin motivo. Es el número uno y siempre quiere más”.

La relación acabó de forma abrupta y entre tensiones (como dijo Ivanisevic, Nole empezó a perder demasiado), pero con buenas palabras y promesas de amistad. Y el croata zurdo se fue a las pistas de Stefanos Tsitsipas, de capa caída pero enormemente plástico, como lo define Alejandro Ciriza, y guardián del revés a una mano. En una entrevista con Clay, Ivanisevic habló a tumba abierta: “Tiene que solucionar su espalda. Físicamente es un desastre. No entiendo cómo un jugador de su nivel puede estar así de mal físicamente. Con esta rodilla, estoy tres veces más en forma que él”. “Él quiere, pero no hace nada. Solo dice ‘Quiero, quiero”. También hizo referencia a su vida “fuera del tenis”, deseando que la solucione. Cuando se hizo cargo de Tsitsipas, el tenista griego dijo que le gustaba de Ivanisevic su honestidad: decía cosas que a su pupilo seguramente le dolería escuchar. Hay que tener cuidado con esas cosas, como dijo el periodista Alfonso Armada cuando lo contrataron en Abc: “El director me nombró su adjunto para que le dijera lo que no quería escuchar hasta que me acabó despidiendo. Normal”.

Pero lo más desalentador fue lo publicado por el medio croata Sportklub. Dijo Ivanisevic que el objetivo de máximos para su pupilo sería entre el 5 y el 10 del mundo (ya, ya le gustaría a cualquiera: ¿pero si estás ahí, no vas a soñar con el 1?) porque Alcaraz y Sinner están a mucha distancia del resto. “Todos trabajan duro, pero están a años luz de Alcaraz y Sinner. Y Novak todavía está ahí, aunque en el final de su carrera. Es duro. Juegas, entrenas, y sabes que no vas a ganar un Slam: uno u otro te van a ganar. Ves la final de Roland Garros y fue tenis de otro planeta”. Pocas veces alguien ha verbalizado de forma tan cruda un aspecto apenas abordado en la élite: la resignación. Puede alguien gestionar su físico, su psicología, incluso su talento de tener margen: ¿pero la resignación?, ¿en un deporte tan caníbal psicológicamente contra el tenis? Las declaraciones más explosivas sobre Tsitsipas pueden ser soportadas de tener cintura, ¿pero entrenarte para ser el cinco del mundo? Demasiada sinceridad en un mundo, el de los top 10 de cualquier deporte, que tolera poca.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
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