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Si no es la perfección, se le parece: Alcaraz, desatado hacia las semifinales

El murciano engulle a Paul con un abordaje magnífico (6-0, 6-1 y 6-4, tras 1h 34m) y se enfrentará el viernes con Musetti, al que este año ha batido dos veces en tierra

Alcaraz devuelve en suspensión durante el partido contra Paul en la Chatrier.
Alejandro Ciriza

Qué manera de pegar, de correr, de dominar. “Menuda bestia”, se escucha en la tribuna. Bocas abiertas en la noche de Roland Garros, donde 15.000 espectadores se compadecen del tipo que guerrea como puede ahí abajo: a nadie le gustaría ser Tommy Paul, el hombre que sufre en silencio, que hace lo que puede, barrido. Carlos Alcaraz en modo máquina. Sinnerizado. Empeñado todo el mundo en que se robotice, el murciano atiende y dice: aquí me tenéis, focus, esto es lo que queríais. Ahora bien, que a él nadie le quite lo suyo, que nadie le prive de sus golosinas. Es un tenista bordándolo. Un todo absoluto: 6-0, 6-1 y 6-4, tras 1h 34m. Luego el viernes, careo en las semifinales con Lorenzo Musetti (6-2, 4-6, 7-5 y 6-2 a Frances Tiafoe).

“Es uno de esos días en los que te sientes increíble, en los que sientes que la pelota va a entrar. Hoy lo hemos hecho todo prácticamente perfecto”, deslizará más tarde en la zona mixta, adonde ha acudido con las zapatillas desatadas, relajado y a la vez sin bajar la guardia. No debería. Desatado ha estado antes sobre la arcilla, magnífica combinación de armonía, determinación y violencia. Ese brazo era hoy incontenible. “Se puede jugar mejor, pulir algunos errores, pero diría que prácticamente he rozado la perfección. Tenía que ir a por ello, ser valiente, jugar alegre, sin Ningún tipo de especulación. Ahora hay que estar concentrados para poder ofrecer este nivel en las semis”, señala.

Y eso que Paul es, a priori, uno de esos huesos duros de roer. Tipo duro y versátil el norteamericano, de esos jugadores que no se desestabilizan, de los que van a piñón fijo, de los que no se inclinan con facilidad y exigen independientemente de cómo vaya el marcador. No se altera, no pestañea, no transmite. Sin embargo, ese transcurrir desmontaría a cualquiera. Peligro: ¡Alud! El Alcaraz despampanante tiene ganas de lucirse y de regalar, de obsequiar al público de noche y al mismo tiempo reafirmarse: señoras y señores, mesdames et messieurs, aquí estoy yo. El campeón. Imponente él, arrollador, con todo en cada pelotazo. Espejismo ese juego que se dilata diez minutos. En un santiamén, ya tiene el primer set entre las manos.

Paul, al servicio.

El estadounidense no está fino con el saque y comienza cada punto a remolque, incómodo todo el rato, demasiado expuesto. Pretende protegerse, pero no puede. No le da tiempo. Cada tiro, un castigo para él. Incómodo, mastica plátano y se quita el vendaje de la pierna derecha, a ver si así cobra un poco más de energía y se suelta un poquito más, pero no encuentra tregua. Aunque no lo exteriorice, sobre la arena hay un deportista sufriendo. Desesperado. Muy mal plan para él. Alcaraz, un puñal, le aborda y le asfixia sin compasión, inspirado por los cuatro costados: servicio, derecha, volea, revés. En todo acierta, con todo ataca. Soberbio el arsenal. Parcial de 7-0 y el drive desprendiendo fuego. Misión: salvar al soldado Tommy.

“Trabajo”, no disfrute

Y así es, va Alcaraz en línea recta y decidido en este Roland Garros que ya ha cogido forma, en el que los candidatos ya se han posicionado y en el que todos le señalan como el favorito. Es él contra el mundo. A la demostración de fuerza de hace un año se une el brillante recorrido en esta gira y todo invita a pensar que el torneo está en sus manos, dependiendo de él mismo, de no ser que a Jannik Sinner, in crescendo, le dé por elevarse con otro golpe de autoridad, que a Alexander Zverev le entre un arrebato de campeón —hoy por hoy, cuesta imaginarlo— o que Djokovic, el hombre milagro de todos los tiempos, rebobine hacia agosto y se impregne de ese episodio inolvidable de los Juegos.

En 49 minutos, el murciano ya acaricia también el segundo parcial y en la grada, empatizando, surge el grito espontáneo. No es para menos. Pobrecillo, piensa el personal: “¡To-mmy! ¡To-mmy! ¡To-mmy!”. A nadie le gustaría estar en ese pellejo ahora mismo. Le ha caído encima un rayo. Descerraja Alcaraz un ganador tras otro, 40 al final, y somete, serio y aplicado de principio a rúbrica. Nada de sustos esta vez. Resueltos los sobresaltos de las rondas previas y muy concienciado, cuentan los que le conocen, deshoja a un adversario confundido, al que no deja siquiera caer el suelo durante la tunda. Se ha convertido Paul en un saco de golpes. Le azota un competidor sin fisuras que, efectivamente, ha dado con “el buen camino”.

Alcaraz y Paul se saludan al término del partido.

Le basta con dosificar y rematar en la recta final. No hay dilaciones. Más y más seriedad, no sin fuegos artificiales. Si no es la perfección, no está demasiado lejos. Es Alcaraz en trance, sencillamente pletórico; en paralelo, un rival hecho pedazos. “Las sensaciones han sido increíbles, trataba de dar cada golpe al cien por cien, daba igual el que fuera, sin pensar en nada más que en pegarle e ir hacia delante. Ha sido uno de esos partidos en los que te entra todo. Podría haber cerrado los ojos y todo hubiera ido dentro, así que estoy muy satisfecho. Supongo que queríais ver más tenis, así que lo siento, pero tenía que hacer mi trabajo...”, le contesta a Mats Wilander, todavía asombrado el sueco.

Por tercer año seguido, pisará las semifinales. Y oficialmente, en París se busca héroe capaz de rendirle. Es Alcaraz contra todos, él como eje. Luminoso. ¿Tal vez el estiloso Musetti, al que ya ha rendido un par de veces esta temporada, las dos en tierra? ¿O acaso Jannik Sinner, citado este miércoles con Alexander Bublik y al que también redujo en Roma? ¿Quizá este Novak Djokovic que no desiste, que sigue y sigue a la caza del último gran bocado? Sea quien sea, deberá alcanzar su máximo. Sin duda.

“EL RESTO TENDRÁ QUE ESTAR AL 100%”

A. C. | París

Alcaraz irrumpirá por séptima vez en las semifinales de un grande, lo cual quiere decir que solo Rafael Nadal (38) y Manolo Santana (8) lo han conseguido en más ocasiones que él entre los tenistas españoles. Se marchaba feliz el tenista —“que ustedes descansen”, se dirigía a los periodistas—, aunque rebaja: “No hay que dar nada por hecho”.

Dice el murciano que en el tenis todo cambia muy rápido, de modo que hay que “seguir concentrados” e intentar “mantener el mismo nivel”, independientemente del horario que pueda fijar la organización; presumiblemente será a las 14.30 (Movistar+), seguido el duelo de la segunda semifinal (20.00).

No obstante, cree que el recital “les demuestra a los demás el nivel al que puedo llegar” y les transmite que “van a tener que estar a su cien por cien” si quieren vencerle. Alcaraz firmó 27 tiros ganadores más que Paul (13) y le tiró 11 dejadas y bombeó 10 globos; solo cedió cinco puntos bajo sus primeros servicios y dos bajo segundos; se costeó 17 opciones de break, ninguna para el estadounidense.

Añade que este miércoles “será un bonito día de tenis” y que verá los cruces restantes porque “son dignos de sentarse y disfrutarlos”. Reconoce, además, que le gusta seguir el rastro de los adversarios. “Me encantan el tenis y los Grand Slams, soy un gran aficionado. Y Sinner es uno de esos jugadores a los que me encanta verle jugar. No anoto nada en la libreta, pero me lo quedo en la mente”, indica.

Por tanto, a buen seguro que sabe por dónde intentará buscarle las cosquillas Musetti, un competidor que ha progresado, pero que recientemente se diluyó ante él como un azucarillo, en las semifinales de Roma. En total, 5-1 favorable al español, que le superó allí y también en la final de Montecarlo.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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