Marc Márquez estrena en Italia su condición de buque insignia de Ducati
El octocampeón solo ha ganado una vez en Mugello (2014), un trazado hostil desde su enfrentamiento con Valentino Rossi y favorable para su compañero Pecco Bagnaia


“Hace tres años estaba aquí anunciando que tenía que irme a Estados Unidos a que me rompieran el brazo de nuevo para poder enderezarlo”, recuerda Marc Márquez desde Mugello, uno de los circuitos que más se le ha atragantado a lo largo de su trayectoria. Hace seis años que no sube al podio del GP de Italia, donde solo ganó en 2014 y desde entonces sufrió la hostilidad de unas gradas entregadas a Valentino Rossi, el gran ídolo local. Para el líder del Mundial, volver a estar sobre la pista en plenas facultades tras superar esas cuatro operaciones en el húmero es la mayor victoria que podía conseguir tras aquel fatídico accidente en el GP de España de 2020. La idea de lograr su noveno título, que le igualaría precisamente con el mito de Tavullia, apenas ocupa espacio en su cabeza.
“Independientemente de si llega el noveno título o no, el principal desafío de mi carrera era volver a ser competitivo después de la lesión, y eso ya lo he conseguido”, explica el piloto de Cervera, que llega a la novena cita del calendario con 32 puntos de margen sobre su hermano Álex Márquez y 93 sobre Pecco Bagnaia, su compañero en el equipo oficial de Ducati. El tricampeón italiano, incapaz de sentirse plenamente cómodo con la Desmosedici GP de 2025 y ganador en las tres últimas visitas a su prueba de casa, logró superar al referente del campeonato este viernes por apenas cuarenta milésimas en una sesión dominada por la KTM de Maverick Viñales (1:44.634).
Aunque puede parecer una anécdota, se trata de la primera vez en lo que va de 2025 que las Ducati, grandes dominadoras técnicas del certamen, no sitúan a una de sus máquinas en primera posición al final de la jornada de entrenos. La última vez que eso ocurrió fue a principios del pasado mes de octubre, durante la disputa del GP de Japón de 2024 y de la mano de otra KTM, la de Brad Binder. Para la marca de Bolonia, ganar en Mugello es un objetivo inapelable y este sábado buscarán mejorar su pegada de cara a la clasificatoria y la carrera sprint (15.00 horas, Dazn).
En un viernes plácido y con las gradas prácticamente vacías, Márquez no pudo todavía comprobar cómo evoluciona su relación con los tifosi, dañada después de los acontecimientos de hace una década que le enfrentaron crudamente al que fue su ídolo de infancia. “Este aspecto ha ido mejorando los últimos años, la relación con los tifosi es mejor. Ser piloto de Ducati ayuda, y la marca lo está haciendo muy bien. Me he sentido muy acogido por todos ellos y así puedo centrarme en mi trabajo, que es dar gas y espectáculo en pista”, ahonda el 93, convertido ahora en buque insignia de la fábrica italiana, ganadora de los últimos tres títulos de pilotos y cinco de constructores. En una entrevista con La Repubblica, reconoce que hubo momentos de “tensión” con los fans y que “nunca” ha vuelto a hablar con Rossi.
El año pasado, como miembro del equipo Gresini, cliente de Ducati, ya experimentó una cierta mejora en su relación con las gradas. Eso no evitó, sin embargo, que el público le abucheara en el podio de la sprint, cuando finalizó segundo por detrás de su actual compañero. Bagnaia, un caballero, pidió entonces a las gradas que no pitaran al octocampeón del mundo.
Convertido en referente de la marca que enorgullece con sus éxitos al país transalpino, en la carrera de casa para los ducatisti, Marc Márquez aspira este fin de semana a firmar su reconciliación definitiva con Mugello y los tifosi, y de paso ampliar su margen al frente del campeonato. De llevarse la victoria, sería la 93 de su trayectoria, aunque él rehúsa en fijarse en los números y solo piensa en disfrutar encima de la moto.
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