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Aliado con el destino, Pogacar se impone a Evenepoel y Seixas en los Europeos de ciclismo

Vingegaard se retira y, como en el Mundial de Kigali, Juan Ayuso intenta seguir el ataque del esloveno a 76 kilómetros de meta, pero acaba cediendo y termina sexto

Carlos Arribas

El Campeonato de Europa, que acaba de cumplir solo 10 años en el calendario, seguiría siendo una carrera sin importancia empotrada en un fin de semana lleno de competencias, y su vencedor rápidamente olvidado, si no fuera porque en su décima edición es Tadej Pogacar quien ha ganado un maillot que nadie le verá vestir más allá del podio Más vale quedarse con la fotografía, tres estrellas doradas de diferente tamaño sobre blanco y tres franjas de azul en tres tonos, porque rápidamente regresará al baúl de la invisibilidad escondido bajo el arcoíris de campeón del mundo que el esloveno, de 27 años, se trajo al continente hace una semana de Kigali (Ruanda) y con el que ganó este domingo, solo, como siempre, allí donde el Ardèche muere en el Ródano, junto a Valence, sureste del hexágono.

La simplicidad con la que derrota a grandes rivales convierte a sus victorias en un designio del destino ineluctable. Analiza el entorno –uy, cuántos belgas con ganas de hacerme daño para que gane su Remco Evenepoel, y yo qué solo, ya no quedan verdes (color esloveno) conmigo--, comprueba que están subiendo un puerto –Saint Romain de Lerps, 7,1kms al 7%--, mira el cuentakilómetros –bah, solo quedan 76 kilómetros,100 minutos de soledad--, mueve los hombros de lado a lado, las manos en el exterior de su manillar mariposa de 377 milímetros de ancho, tan aerodinámico y ligero, el culo bien pegado en el sillín y acelera. Una piedra en un estanque que agita el pelotón y lo disuelve. Le siguen los habituales Remco Evenepoel y Juan Ayuso, que, como en Kigali vuelven a quemarse, y dos nuevos, el oportunista italiano Christian Scaroni, y el prodigio lusogalo Paul Seixas, de 19 años, de quien toda Francia está enamorada, y construyen castillos de aire a su alrededor. Jonas Vingegaard, que volvía a competir después de ganar la Vuelta hace dos semanas, y llegaba voceando ambiciones, se había retirado ya.

Y durante unos kilómetros en el último circuito, marcado por las dolorosas cuestas del Valle del Infierno y Costebelle, la ilusión de un final diferente al desolador de Kigali, iluminó el cerebelo de Evenepoel y Ayuso, que colaboran, se relevan, persiguen, se acercan. Casi le tocan al esloveno de arcoíris, y le ven cerca, a 20s, y sucumben. “Solo tirábamos Remco y yo, no entiendo al italiano y al francés, que no colaboraban”, se lamenta Ayuso. “Le tuvimos cerquísima. Le podríamos haber alcanzado. Yo lo di todo. Cuando Remco se cansó de ir en grupo y atacó para irse solo, yo ya no podía más”.

Como Pogacar, Evenepoel, casco de oro de campeón olímpico, bicicleta también dorada, es un jinete solitario que sufre en el pelotón. A 43 kilómetros de la meta, después de ver cómo el director de los franceses, Thomas Voeckler, aquel electrón libre e individual, le dice a Seixas que ni se le ocurra colaborar, que guarde fuerzas para luchar por una medalla, el belga ataca en el Valle del Infierno. Pogacar está ya a más de un minuto. Persigue solo como persiguió en Kigali, sin más esperanza que la de calmar su rabia que la plata no colma. Seixas, oportuno, espera a la última subida al Infierno, a seis de la llegada, para matar a Scaroni y Ayuso. Gana el bronce y los laureles del futuro. Ayuso, deshecho, termina sexto.

“Un título más”, dice el esloveno, cuya vida se cuenta como un camino de acumulación. Primera participación en un Europeo, un pequeño entremés que suma a dos Mundiales, cuatro Lombardías, tres Liejas, dos Flandes, cuatro Tours, un Giro. Pogacar dice por la tele que claro que le quedan por ganar más coas porque cada año quiere ser mejor que el anterior, pero no las cita para no abusar. Se sabe que esta semana que empieza le esperan dos nuevas victorias, en los Tres Valles Varesinos y en su querido Giro de Lombardía, para acabar la temporada con 20 triunfos (cinco menos que en 2024, pero no está nada mal dado su valor, números de sprinter para un hombre de todos los terrenos: Mundial, Europeo, Tour, Dauphiné, Lieja, Flecha, Flandes, Strade, entre ellas, y cerrará el año con solo 50 días de competición), que son 108 en los 375 días de competición (una victoria cada tres días y medio) en las siete temporadas que lleva en el WorldTour.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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