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Sin el gran Pogacar, Roglic o Evenepoel, la Vuelta está hecha a la medida de Vingegaard

El danés parte como único gran favorito ante un recorrido que sale mañana de Italia y pasa por Francia y Andorra

Jonas Vingegaard, en acción en el pasado Tour de Francia.
Jordi Quixano

Ser la última gran prueba de las tres mastodónticas que salpican el calendario le otorga a la Vuelta un punto de locura del que carecen el Giro y el Tour, donde todo está planificado al dedillo, estructuras a la orden de los jefes de fila, sigamos el plan. Sucede que en la Vuelta, donde muchos se descabalgan antes de tiempo, mellados por el curso o por una caída, o incluso porque ya han cumplido con su parte y entienden que el asueto es merecido, los deberes se tornan en exigencias para aquellos equipos y corredores que todavía no han dicho la suya. Llega entonces una pedalada de más, un sprint de orgullo, un ataque virulento y sorprendente, un que nadie se olvide de mí, que por algo los contratos del siguiente curso están a la vuelta de la esquina. Se da, pues, lo inesperado. Quizá desesperado. No es, sin embargo, el estilo de Jonas Vingegaard (Hillersley, Dinamarca; 28 años), que liderará al Visma y que es el gran favorito del certamen que arranca mañana. El doble ganador del Tour (2022 y 2023) llega con exigencias tras no poder con Pogacar en la última Grand Boucle (fue segundo) y también tiene en este certamen asignaturas pendientes, gregario del campeón Roglic en 2020 y segundo en 2023 tras Kuss porque las órdenes de equipo le hicieron levantar el pie porque ese laurel sería para el mejor de los compañeros, que ya le tocaba una alegría.

Envuelto por un equipo de arrea, tres pilares que también rodaron en el Tour de Francia —el belga Victor Campenaerts y los estadounidenses Matteo Jorgenson y Sepp Kuss—, Vingegaard afrontará las escarpadas carreteras de la Vuelta como único gran favorito al cetro, pues los otros que comen en su mesa —Roglic, Evenepoel y Van der Poel, además del inigualable Pogacar— no harán acto de presencia. Tampoco estarán otros grandes nombres que se suponía que saldrían de la partida como Enric Mas (Movistar), que no volverá a correr en lo que resta de temporada por una tromboflebitis, y Richard Carapaz (EF), que se estaba preparando muy duro para la Vuelta y que por sorpresa, también para su equipo —que ahora se teme lo peor porque acaba contrato—, ha descartado su participación con la excusa del Mundial. “Después de la gastroenteritis que me dejó sin competir en el Tour, tuve que parar varias veces porque no podía entrenar dos o tres días seguidos. Ahora, en Ecuador, he intentado volver a la normalidad con el entrenamiento que teníamos planeado”, resolvió el ciclista en las redes. Tampoco estará el efervescente Carlos Rodríguez (Ineos), que se fracturó la pelvis en el Tour.

Todo ello ha dado con una Vuelta desbravada. Aunque no descafeinada, toda vez que hay otros ciclistas que quieren plantar batalla. Caso de Ayuso (UAE), que comenzó el curso como un tiro y que tras perder en la Volta a Catalunya con Roglic se desinfló, desnortado después ante la eclosión de su compañero Del Toro en el Giro, que le quitó la batuta. Tercero en 2022, Ayuso quiere demostrar, cuentan desde su entorno, que tiene piernas y ciclismo para estar en lo más alto. Él y Mikel Landa (Soudal), que llega tras recuperarse de una lesión en la columna vertebral, quieren mejorar el año español en las grandes, hasta ahora raquítico con el puesto 30 de Pello Bilbao (Bahrain) en el Giro y el 20 de Cristian Rodríguez (Arkéa) en el Tour.

Si no lo consigue Ayuso, dicen desde su equipo, también levanta el dedo el portugués João Almeida, otro de los pretendientes. Hay más, como Ben O’Connor (Jayco-AlUla), ganador de la pasada etapa reina del Tour del Col de la Loze, segundo en la Vuelta del curso anterior, capaz de desfigurar la carrera en una sola etapa —en la Yunquera–, para portar el maillot rojo durante 13 días, al final cazado por Roglic.

Sin Max Poole (PostNL) por contraer el virus de Epstein-Barr ni Nairo Quintana (Movistar) porque no está en forma después de la caída que sufrió recientemente en la Vuelta a Burgos, no hay muchos más aspirantes al laurel final, acaso Giulio Ciccone (Lidl-Trek), Egan Bernal (Ineos), Giulio Pellizzari (Red Bull) y Thomas Pidcock con su Q.36.5, equipo que se ha ganado un sitio para la organización, que descartó invitar porque los cupos son limitados al Kern Pharma, la revelación del año pasado con tres etapas y con un Pablo Castrillo que privó a los aficionados de las siestas por su espectáculo sobre la bicicleta. Precisamente, Castrillo liderará al Movistar para aclarar si lo suyo fue un amor de verano o algo más.

Tampoco faltará la chispa de los sprinters, por más que solo hay tres etapas con final en llano, donde Jasper Philipsen (Alpecin) y Mads Pedersen (Lidl-Trek), entre otros, piden la vez. Sus apariciones serán esporádicas en una Vuelta de 3.151 kilómetros que parte desde el Piamonte italiano como festejo del 90 aniversario de la carrera, la sexta vez que sale desde el extranjero tras Lisboa (1997), Assen (2009), Nîmes (2017), Utrecht (2022) y Lisboa (2024). En 2026, lo hará desde Mónaco. Pero para eso falta y este año se celebrarán tres etapas por la región italiana para bajar por Francia y pasar por Andorra antes de recorrer todo el norte de España. El cierre de la ronda, claro, será en Madrid el 14 de septiembre.

Destacan cuatro etapas sobre el resto, de esas en las que las montañas se echan encima con carreteras reviradas y esfuerzo titánico de los ciclistas. Etapa 7, entre Andorra la Vella y Cerler, final en alto en once ocasiones y rompepiernas como pocos. En la 14, ya en la cordillera cantábrica, con la subida a La Farrapona, kilometrada cuesta arriba. Y en la 20, como ya ocurriera en 2010 y 2012, se hollarán 2.351 metros de altitud camino de la Bola del Mundo, puerto de Navacerrada. Por entonces, ya se sabrá el ganador. Aunque queda otra etapa que puede ser la mejor de las cribas, la 13, desde Cabezón de la Sal hasta el Angliru. Ese puerto en el que en 2020 Vingegaard aupó a Roglic para que se llevara el triunfo final. Esa misma ascensión, ya en 2023, en la que el danés, que había pasado de gregario a líder, debió frenar para que la gloria fuese para su compañero Kuss.

Ahora, sin embargo, es su turno en una Vuelta que se ha quedado a su medida.

“Jonas está a tope”

Sobre los adoquines romanos que calzan la Piazzetta Reale y alrededor de dos estatuas ecuestres con las figuras mitológicas del Dioscuri Castor y Pollux, símbolos de valores heroicos y virtuosos, se alza el Palacio Real de Turín. Atildado de forma señorial, el edificio sobresale en la plaza donde también se celebró este jueves la presentación de los equipos de la Vuelta, tan coloreada por los aficionados -se contaron a miles- como al final deslucida por el inoportuno aguacero que cayó.

Curiosos por el espectáculo, por la música atronadora, por los gigantes bailarines y hasta por los regalos que daban, los viandantes hicieron un alto en el camino para ver a la serpiente de autobuses primero y a los corredores después. Había, en cualquier caso, muchos aficionados a las dos ruedas y el manillar, al punto de que cuando pasaba uno de los 18 ciclistas italianos que participarán en la Vuelta se tomaba como una fiesta. Caruso, Ganna y sobre todo Ciccone, que quiere ver si está para competir por el laurel, fueron los más vitoreados. Pero también, claro, Vingegaard, el gran favorito. “Está muy fuerte, a tope, contento y con ganas”, resolvió su compañero Sepp Kuss, resguardado bajo un toldo. “Se va a intentar”, zanjaba el danés, atento con la prensa y hasta con sonrisa en la cara, lejos de esa imagen de sobriedad que siempre exhibe, también educado porque cuando se cruzó con Ayuso le chocó los cinco. “Pero aquí se viene con ganas. Si no, mejor quedarse en casa”, resolvía David de la Cruz, del Q36.5. “Y se viene a pelear”, recordaba Carlos García Pierna, del Burgos Burpellet BH. “Aunque también a aprender”, remarcaba Markel Beloki, debutante en una grande e hijo del exciclista Joseba. La diferencia, quizá, es que Vingegaard viene a ganar. “El equipo está para ayudarle”, recordó Kuss, el mejor de los gregarios. Y quizá quiso agregar algo más, pero la lluvia, que fue de menos a más, lo impidió.

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Sobre la firma

Jordi Quixano
Redactor de Deportes en EL PAÍS desde 2003. Licenciado en la Universidad Ramon Llull. Ha cubierto una Eurocopa, un Mundial y varias Vueltas a España, además de llevar durante años la información del Barcelona, también del Atlético y ahora de polideportivo.
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