Giulio Ciccone gana la Clásica de San Sebastián después del hundimiento de Del Toro
El corredor del Lidl Trek acelera en la última subida para llegar en solitario a la meta de San Sebastián


Por precaución, esta vez Giulio Ciccone no lanzó sus gafas al público, porque en su última victoria, en el Tour de los Alpes, le multaron. Fueron 200 francos suizos, clín, clín, caja para ese voraz recaudador que es el organismo que regula el ciclismo, y que pagó con gusto la marca que le patrocina, animándole además a seguir haciéndolo. Pero el corredor del Lidl Trek es un tipo prudente y en el Boulevard de San Sebastián decidió no probar, no tanto por el dinero, sino porque aquella vez en San Lorenzo Dorsino también le quitaron puntos UCI a su equipo, y eso duele.
El gesto de Ciccone es de alegría, por supuesto. Lo había repetido tres veces, en Ponte di Legno, en el Giro; en el Alto de Pinos, de la Vuelta a Valencia, y el día de la multa, en el norte de Italia. Se abstuvo en la agradable tarde donostiarra, mientras recibía la brisa de la bahía. “Esta vez preferí disfrutar, simplemente”, comenta pícaro, “aunque pensé en hacer alguna cosa”. Le hubiera dado tiempo, porque llegó en solitario, después de despegar a sus sombras en Murgil, esa subida diabólica de dos kilómetros, para después descender hacia Donostia a toda velocidad. En el camino descosió los hilvanes con los que se sujetaba la estrategia del UAE, ambiciosa, pero sin la sustancia suficiente.

Fue en esos kilómetros finales donde se desplegaron las esperanzas de unos y de otros, algunos con base sólida, otros no tanto, al menos por lo que se vio después. Como en la última etapa montañosa del Tour, fue Primoz Roglic quien comenzó el baile en la ascensión a Erlaitz, el único puerto de Primera del recorrido de 211 kilómetros. Restaban más de 60 para la meta, pero el esloveno tensó la cuerda. Le siguió Juan Ayuso, que regresaba a la competición, y poco a poco se fueron uniendo varios corredores más. Pero el español no está todavía para muchos trotes, y cuando su compañero Del Toro tomó el relevo, perdió comba. Aguantaba Roglic hasta que el mexicano volvió a acelerar apenas a 300 metros de la cima, y entonces ya solo pudo seguirle Ciccone, firme y valiente. “El Bora movió la carrera y cuando atacó Del Toro me limité a seguirle”, señala el italiano.
Hicieron camino en el descenso y después en el llano. Con ese gesto universal del mundo ciclista, apenas un sutil movimiento del codo, se concedían relevos que conseguían aumentar la diferencia con sus perseguidores, para atravesar por penúltima vez bajo la pancarta de meta con casi un minuto de diferencia. “Ahí vi que podía ganar”, confiesa el ciclista del Lidl. Así comenzaron la ascensión a Murgil Tontorra. Pero algo debió de hacer clic en el cuerpo de Del Toro, porque en poco tiempo descendió la diferencia, y en ese lapso, después de una nueva intentona de Roglic, saltó del grupo Jan Christen, el corredor suizo del UAE, un movimiento inusual con un compañero por delante, que posiblemente pidió árnica a su equipo, que no tuvo más remedio que activar un improvisado plan alternativo. Christen llegó a la altura de los fugados y sin pararse a tomar aire, aceleró para dejarlos atrás. Su compañero, ya sin pulmones, cedió. Ciccone, no. “Ahí es donde decidí ponerme a todo gas”. En las rampas más duras de la ascensión, en medio de la marea de aficionados. “Vi que Del Toro estaba perdiendo fuelle y fui a por la victoria”.
Con los diez segundos en la cima fue suficiente, porque Christen ya solo le vio en la distancia, después de un descenso veloz hacia la gloria del Boulevard, donde soplaba la brisa del Cantábrico, que le susurraba a Ciccone que después de la grave caída en el Giro, otra vez está en modo súper. “Es una victoria muy especial para mí, porque tenía dudas sobre si podría volver tan fuerte como estaba en aquel momento”. Por si acaso, para no estropear el instante mágico, dejó las gafas en su lugar y se limitó a levantar los brazos. Más de dos minutos después, en vigésima posición, llegó a la meta Urko Berrade, el primer nacional en la clasificación y epítome de la baja temperatura actual del ciclismo español en el panorama mundial, donde sigue perdiendo peso específico.
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