La madurez espléndida de João Almeida, que se impone en la Vuelta a Suiza
El mejor amigo de Tadej Pogacar en el UAE consigue su tercera gran victoria del año tras la Itzulia y Romandía dos semanas antes de comenzar el Tour de Francia como lugarteniente del esloveno


Se oye en el pelotón: qué suerte tiene Pogacar, que el único que le puede ganar en el Tour está en su equipo y es fiel. El ruido crece y se hace estruendo el domingo de solsticio en una montañita suiza con vistas a un lago, por supuesto. El rumor llega como un torrente a su equipo, el UAE, y allí sonríen. Asienten. “Sí, Almeida va muy rápido”. Y no necesitan recordar que el Tour pasado fue cuarto.
Pasada la línea de meta, en un pequeño claro, da vueltas con su bicicleta João Almeida, que acaba de terminar la última etapa de la Vuelta a Suiza, una cronoescalada dura, dura con el mejor tiempo, con números que dejan pasmado y responden a la lógica del ciclismo de los tiempos que corren, en el que los escaladores son casi sprinters, tan potentes, máquinas generadoras de vatios: 27m 43s para 10 kilómetros justos desde la orilla del lago de los Cuatro Cantones, capital Lucerna, hasta el bosque de Stockhütte, que en invierno, cuando nieva, es una estación de esquí, por una carreterita estrecha, como le gustaban a Heidi; una media de 21,8 kilómetros por hora (1.792 metros de ascensión a la hora) en un puerto al 8,23%.
🇵🇹🚐✨ Una 𝐑𝐄𝐌𝐎𝐍𝐓𝐀𝐃𝐀 de otra galaxia
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) June 22, 2025
💛 Joao Almeida recupera 3' en siete días, vence en la cronoescalada del #TourdeSuisse...
🤯 ... Y se lleva su tercera general WorldTour de una semana en solo dos meses: ¡nadie del Big Six lo ha conseguido!#LaCasaDelCiclismo pic.twitter.com/SXmg90Kf2H
Gira Almeida en meta como en un tiovivo, baila casi como cuando niño formaba parte de un grupo de danzas folclóricas en su pueblo, más contento que inquieto, y a su alrededor, hijos y nietos de la emigración portuguesa a la rica Suiza ondean orgullosos su bandera, roja y verde. Espera que concluya el recorrido el francés Kévin Vauquelin, hasta la mañana del domingo líder de la Vuelta a Suiza. Ha partido con una ventaja de 33s en la general, que ya en los primeros 4,5 kilómetros, los más sencillos (pendiente media del 6,2%), que Almeida vuela a casi 25 por hora, se han quedado en 12s. No hay más suspense que el que pueda mantener en vilo a los apostadores que han querido afinar para clavar la ventaja exacta. Han pasado casi cuatro minutos cuando finalmente termina su cronoescalada el bravo Vauquelin, más puncheur que escalador, más explosivo que Almeida, quien, al contrario, es capaz de mantener durante más tiempo una velocidad regular más elevada.
La ventaja definitiva en la etapa es de 100s (1m 40s). Vauquelin ha terminado cuarto la etapa, ha hecho, quizás, la mejor contrarreloj de su vida, pero pierde la Vuelta a Suiza ante el exultante portugués de Caldas da Rainha, por 1m 7s. Tan rápido es Almeida, el mejor amigo de Pogacar en el UAE de tantas figuras. Con el esloveno sube y baja en el ascensor en los hoteles y comparte habitación en el Tour, y es casi tan imbatible. Es callado, sobrio y resistente, y lo da todo por su patrón, como Joaquim Agostinho, el mejor ciclista portugués hasta su advenimiento, lo daba por Luis Ocaña, que lloró como un niño en su entierro. “Ahora tengo mucho tiempo para disfrutar de esta victoria”, informa. “Y luego estaré listo para ir a Francia a trabajar para Tadej y, con suerte, podremos conseguir más victorias allí”.
Tan maduro es ya Almeida, fulgurante joven que casi gana el Giro a los 21 años y que a los 26 se ha asentado, sólido. La Vuelta a Suiza es su tercera gran victoria del año, tras la Itzulia en abril y el Tour de Romandía en mayo. “Hice una ascensión estupenda, aunque, para ser honesto, creo que comencé muy acelerado. Me sentía tan bien, ascendía tan fácil que llegué a pensar que mi potenciómetro estaba mal calibrado por los números tan altos [vatios] que mostraba”, afirma Almeida, ya informado de que ha ganado con amplitud, y suspirando tras una victoria que el domingo pasado, después de la primera etapa, le parecía imposible: su UAE, en el que se produjeron varias luchas de egos, había dejado libertad a una escapada de 22 corredores. En ella estaba Vauquelin, que contó desde entonces con una ventaja de tres minutos. “Ha sido un camino largo. Un error estúpido puede costarte mucho, pero nunca nos rendimos, siempre creímos. Y al final lo conseguimos. Ha sido una lección. Nunca hay que rendirse. A veces las cosas salen mal, a veces nada es perfecto. Solo hay que seguir intentándolo”.
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