La fortaleza mental de Almeida le da el liderato de la Itzulia
El corredor del UAE gana en Markina con medio minuto de ventaja, tras marcharse en la ascensión a Izua


Al frontón de Markina le llaman la Universidad de la Pelota, porque de su cancha se exportaban cada año pelotaris muy jóvenes, que hacían su carrera en todos los recintos donde se jugaba a cesta punta en el mundo, desde Milán hasta Orlando; desde El Cairo a Shangai. Regresaban después —algunos con los bolsillos llenos—, a Gernika, a Bolibar, a Markina, de donde procedían, o se establecían en Estados Unidos, Argentina o Filipinas. Los que volvían, lo hacían hablando en inglés, en tagalo, o en portugués, como quienes hicieron su vida en Macao, el enclave del país vecino en China. Años más tarde, en el pueblo vizcaíno se volvió a escuchar portugués, el de Joao Almeida, que delante del frontón, donde se situó la meta, ganó la etapa y se vistió con el jersey amarillo de líder.
Rodeada de montes, la pacífica localidad rural era el lugar ideal para montar una revolución en la Itzulia. Después de una jornada loca, la del miércoles, en la que, revolcón tras revolcón, se gastaron muchas energías, incluso después de la carrera para reclamar la victoria de Aranburu, que ni Gregoire, el convidado de piedra en la rocambolesca historia, consideraba injusta, las piernas no estaban para mucho, así que cuando los ciclistas se estrellaron contra el muro de Izua, se pudo saber la verdad de lo que estaba ocurriendo.
La ascensión, que hasta hace bien poco era un camino rural de cemento, por el que la organización de la carrera evacuaba los vehículos oficiales desde el alto de Arrate, que bajaban con precaución hasta el polígono industrial de Matsaria, se convirtió en el momento de la verdad, después de que un kilómetro antes, el pelotón cazara a la fuga masiva del día, otra aventura sin premio. Fue Buitrago, del Barhein, el más generoso en las primeras dificultades, pero desistió porque no consiguió alcanzar en ningún momento el punto de ruptura con sus seguidores.
Eso lo haría Joao Almeida poco después. En una de esas contradicciones que persiguen a los ciclistas, el portugués del UAE aseguraba que había salido de Beasain con malas sensaciones, con piernas regulares, pero una mentalidad indestructible. “Pero veo que los demás tampoco llevaban buenas piernas”, decía, así que a igualdad de condiciones físicas, la fortaleza mental resultó fundamental. Nadie le siguió primero, nadie le alcanzó después. El poder de la mente, que suena a libro de autoayuda, pero para el nuevo líder de la Itzulia fue decisivo.
También Schachmann, vestido de amarillo, andaba bien de cabeza, pero peor de piernas, y aunque se descolgó cuando los desniveles llegaban a un 20%, consiguió enlazar con los que iban delante, claro que Almeida ya estaba lejos, sufriendo entre la marea humana que le rodeaba, pero con Markina en su cabeza. Coronó Izua con 27 segundos de ventaja y se lanzó a por las curvas del sinuoso descenso hacia la meta.
Para entonces ya había enlazado Schachmann con el grupo perseguidor, que incluía a Enric Mas y Alex Aranburu, que se lanzó en el descenso buscando repetir la hazaña, y a sabiendas de que en Markina, donde se levanta la ermita de San Miguel de Arretxinaga, una asombrosa construcción hexagonal que alberga tres gigantescas rocas en su interior de más de 40 millones de años, hay pocas rotondas en las que equivocarse, aunque en realidad, él no lo hizo la víspera, sino quien colocó las señales que contradecían al libro de ruta.
Pero su esfuerzo fue vano, porque Almeida volaba arriesgando en las curvas y manteniendo su diferencia en los dos kilómetros de llano hasta la meta. La cabeza le seguía funcionando.
Allí levantó los brazos, delante de la Universidad de la pelota, aclamado por decenas de niños, que ya no piensan en triunfar en los frontones del mundo, y se vistió con el jersey amarillo de líder y 30 segundos de diferencia en la General sobre Schachmann, con Lipowitz tercero a 38, una distancia sólida, aunque las dos etapas que restan no darán descanso. Primero, con la llegada a Gernika y un trazado diseñado por Pello Bilbao, que no se ha dejado ver demasiado, pero quién sabe, y la última de Eibar y siete puertos de montaña. “Es una distancia interesante”, dice el líder, “porque mentalmente estoy fuerte y eso me da ventaja”.
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