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Jean ‘sin miedo’ Montero

El base dominicano del Valencia Basket dejó a su familia con 13 años, fue padre con 16 y sus primeras canastas las hizo en una rueda de bicicleta sin radios

Jean Montero durante el partido contra el Real Madrid en la fase regular de la Liga ACB.
Fernando Miñana

Cuando Jean Montero (Santo Domingo, República Dominicana; 21 años) era un adolescente, viajó a Brasil para jugar un torneo clasificatorio para el Mundial sub-16. Al llegar al hotel, los responsables de la selección de la República Dominicana ordenaron a los chavales que les entregaran los móviles y todos los dispositivos que tenían. Pero el base, que siempre fue un pillo, se guardó una tablet. Su debut en el torneo fue malo porque la vacuna que le habían puesto le había dado reacción y no se encontraba bien. Esa noche sacó la tablet que tenía escondida debajo de la almohada y se tiró más de dos horas mirando vídeos con las mejores jugadas de Kobe Bryant, su ídolo. Una detrás de otra. Al día siguiente, Jean Montero metió 42 puntos contra Argentina. Ahora, unos años después, la estrella del Valencia Basket, el rival del Real Madrid en la final de la Liga ACB, ya no se pone vídeos de Kobe Bryant: ahora se pone imágenes con sus mejores jugadas para salir más motivado a los partidos.

Montero ha vivido mucho, quizá demasiado, en su corta vida. Dentro de dos semanas cumplirá 22 años y ya habrá acabado la temporada en la que ha sido elegido, por tercer año consecutivo, mejor jugador joven de la ACB —Luka Doncic se llevó dos veces este galardón—. Montero dejó a su familia con 13 años y con 16 tuvo un hijo, Jaylen, que ya tiene cinco años. El niño vive en la República Dominicana con su madre y no lo ve mucho, pero en las ventanas de febrero, hace cuatro meses, el jugador franquicia del Valencia fue a verlo y regresó feliz, más motivado, un impulso hacia un final de curso pletórico con actuaciones que han maravillado a los aficionados al baloncesto.

Sus inicios fueron más bien modestos. El pequeño Jean Montero cogió una rueda de bicicleta, le arrancó los radios y la usó como canasta, pegada a un palo, en una cancha a la que iba a jugar con su primo Smerling, cuatro años mayor que él, bajo la luz de una farola. Desde muy pronto se vieron en cruces de caminos y sus elecciones marcaron su futuro. Montero prefirió el baloncesto a la pelota (el béisbol) y, más adelante, prefirió el deporte a las calles. Su primo tiró por un mundo más violento y acabó siendo asesinado, un duro golpe. Montero fue mejorando y, con el tiempo, cuando era jugador sub-16, comenzaron a llamarle El Problema por lo que suponía para sus rivales.

Montero se convirtió en una estrella en España. Su sueño siempre fue jugar en la NBA y el año que fue drafteado confiaba en dar el salto a Estados Unidos, pero ninguna franquicia se fijó en él. Desde entonces, vive obsesionado por alcanzar la mejor liga del mundo. Pero no a cualquier precio. El año pasado le llegaron varias ofertas de la NBA, de Utah, San Antonio y Washington, pero el habilidoso base dominicano renunció porque no quería dejar al Andorra tirado cuando se estaban jugando la permanencia. Su otro sueño es desfilar como modelo o ser la imagen de algún icono de la moda. “Pero para una marca dura”, aclaró.

Andorra fue un suplicio para un caribeño como él. A Montero siempre le había llamado la atención Valencia y cuenta que cada vez que viajaba a su actual ciudad se encontraba todo lo que le gusta: sol, calor, paella… Ahora es feliz en la Fonteta y presume de que es una de las mejores ciudades del mundo para vivir. Su futuro es incierto, aunque, según informó la Cope, parece ser que ha prolongado su contrato hasta 2028 con una cláusula de rescisión más asequible para las franquicias de la NBA y más dura para los equipos de la Euroliga. Su club necesita amarrarlo porque la afición taronja está enamorada de él y lo necesita para abrir las puertas del monumental Roig Arena.

El número 8 del Valencia Basket es un jugador crucial en unos playoffs impolutos para su equipo (5-0), donde ha encontrado su sitio junto a Pedro Martínez. La reciente llegada de Yoel Soriano, un neoyorquino con nacionalidad dominicana, le ha venido muy bien porque han sintonizado al instante. Su otro gran amigo (y socio en la pista) es el senegalés Brancou Badio, providencial en las semifinales ante La Laguna Tenerife, con quien pasa muchos ratos jugando al Call of Duty.

Una de sus mayores virtudes es una confianza desmedida en sí mismo. El base de 1,88 metros, un punto vacilón, podrá equivocarse o fallar un lanzamiento, pero jamás se esconderá. Jean Montero es Jean sin miedo.

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Sobre la firma

Fernando Miñana
Lleva en el periodismo desde 1993. Primero en 'Las Provincias' y escribiendo para los periódicos del Grupo Vocento, y ahora en EL PAÍS. También colabora con Valencia Plaza y la revista 'Corredor'. Viaja habitualmente a los campeonatos internacionales de atletismo.
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