Una final de la ACB muy pintona
El Madrid, dominador de la temporada, y el Valencia, el que mejor baloncesto ha hecho, frente a frente


A la espera de que la realidad respalde los buenos augurios, el cartel del último acto de la temporada parece inmejorable. Se enfrentan Real Madrid, claro dominador de la temporada regular, y Valencia, el equipo que mejor baloncesto ha realizado en esta campaña. Dos plantillas profundas y talentosas a las que les llega la final en un buen momento. Temporadas tan largas y exigentes como las actuales (85 partidos ha disputado el Real Madrid; 62 el Valencia) provocan inevitables vaivenes en el estado deportivo, energético y anímico de los equipos, y no siempre coinciden las grandes citas con los mejores estados de forma. En este caso, la sensación es que ambos alcanzan el último obstáculo en un buen estado de revista y dispuestos a ofrecer una atractiva batalla.
El Madrid ejerce de favorito por diversas razones. Primero, los números. Su récord en la temporada regular es tremendo (30-4) y su sprint final le llevó a ganar los 22 últimos partidos. El premio de tener la ventaja de campo, si nos atenemos a lo que cuenta la historia, les hace casi campeones, pues los blancos llevan 29 partidos consecutivos sin perder en su pista. Para encontrar una derrota hay que remontarse al 31 de marzo de 2024. Una barbaridad.
Luego está el juego. Estos llamativos datos se complementan con la sensación de que una vez eliminado de la Euroliga, un tormento durante toda la temporada, el Madrid ha cogido aire, ha podido entrenar con continuidad y como consecuencia tiene piernas frescas, mecánicas recobradas e ideas mucho más claras que hace un mes. Puede que la mejor noticia sea que Campazzo, pieza fundamental sobre las que se han cimentado éxitos anteriores, ha recuperado sensaciones y jerarquía.
En el otro lado de la pista encontramos al Valencia, un soplo de aire fresco que de vez en cuando se convierte en huracán llevándose por delante al que esté enfrente. El vertiginoso estilo implantado por Pedro Martínez es todo un regalo. Los taronjas proponen una pelea a campo abierto, donde no existe ni pausa ni especulación. La mala noticia para sus rivales es que el estilo Martínez cuenta con jugadores ideales para ponerlo en práctica. Empezando por un chaval de 21 años llamado Jean Montero. El dominicano es un atrapafocos, pues cada vez que coge el balón atrae miradas porque algo grande puede pasar. Su baloncesto es elegante, fluye suavemente, sin estridencias, es certero y no conoce el miedo. Su temporada ha sido de escándalo, con unas cuantas actuaciones fuera del alcance de la mayoría de los jugadores. Una joya a la que hay que disfrutar mientras la tengamos por estos lares.
Atención también a Sergio de Larrea, una rara avis que ha elegido quedarse por aquí para completar su formación. 19 años, 1,98 metros y un descaro que se pondrá a prueba en esta final. Y otro que ha dado un paso al frente ha sido Jaime Pradilla, más protagonista que nunca y cuya actividad abarca casi todas las facetas del juego. Pero más allá de las individualidades, el secreto valenciano está en la convicción con la que han abrazado el estilo propuesto por su entrenador, lo que nos lleva a una duda casi existencial. ¿Aceptará el Madrid el reto de jugar a 100 por hora o intentará minimizar sus peligros con un mayor control del tempo de juego?
En el terreno más psicológico, donde se pelea con las expectativas, ambos equipos están exigidos. En caso de derrota, el Madrid completaría la primera temporada sin abrir vitrinas desde hace 14 años, lo que seguro provocará acidez en el club. Al proyecto del Valencia, por su parte, le ha llegado la hora de dejar de sembrar y empezar a recolectar, por lo que le vendría de perlas el subidón de un título frente a un rival de tanta enjundia, ahora que está a punto de estrenar pabellón y han vuelto a meter la cabeza en la Euroliga.
Tavares, Hezonja, Campazzo, Llull, Musa, Abalde, Montero, Jones, Pradilla, Badio, Larrea, Ojeleye… La nómina de ilustres protagonistas es extensa, alguna de las disputas individuales como la de los directores de juego resultan de enorme atractivo y en la banda se sentarán dos titiriteros de postín. Poco más podemos pedir a una final tan pintona.
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