El rugby femenino busca en el Mundial de Inglaterra su trampolín global
El décimo campeonato parte con las anfitrionas como favoritas de un deporte en vías de profesionalización y con España, que vuelve a la cita tras ocho años de ausencia


El rugby femenino buscará desde mañana en su décimo Mundial el escaparate para engordar a las selecciones más pudientes y adentrarse en nuevos mercados. Una odisea que lidera Inglaterra, la anfitriona, la primera federación que firmó contratos profesionales a sus jugadoras. La teoría dice que la tirana del Seis Naciones discutirá el título con Nueva Zelanda, su verdugo en las dos últimas finales. Son los transatlánticos de una nómina que incluye a España, unos escalones por detrás, pero con intención de escalarlos. Cada selección va a su ritmo, pero su causa es común.
El abismo entre el rugby español y la cúspide mundial quedó representado el 2 de agosto en su contundente derrota en Leicester (97-7) ante Inglaterra, que anotó 15 ensayos por uno solo de las Leonas. Una brecha que se ha agrandado desde que se midieron en su estreno en el Mundial de 2017, disputado en Irlanda: las Red Roses ganaron por 56-5. Fue la última participación de España. Hasta ahora. Ocho años en los que la élite ha mejorado gracias a la profesionalización del Seis Naciones, un formato en el que la selección tuvo encaje a principios de siglo, pero quedó apartada cuando las federaciones propietarias impusieron la misma membresía para hombres y mujeres. Una realidad que la distancia de conjuntos a los que llegó a tutear como Escocia, Gales o Italia, la gran beneficiada por el criterio unificado. Mientras, las Leonas arrollan a combinados menores como Países Bajos, lejos del nivel mundialista.
Inglaterra, ganadora de dos títulos (1994 y 2014), parte como favorita por el plus de ser anfitriona y los tres años que lleva invicta, tras perder 34-31 la final de 2022 ante las Black Ferns en el que posiblemente fue el mejor partido de la historia, una noche que expuso el poderío del rugby femenino como producto. Enfrente, las neozelandesas, que lideran el palmarés con seis (1998, 2002, 2006, 2010, 2017 y 2022), por uno de EE UU, el primero (1991). Si bien, las inglesas han ganado los últimos siete títulos del Seis Naciones y promediaron 51 puntos por encuentro en sus cinco victorias de 2025. La capitana, Zoe Aldcroft, es de las pocas que mantiene el puesto en una plantilla con una competencia interna feroz. Por eso encabezan por un amplio margen el ranking mundial y no han perdido jamás un encuentro en la fase de grupos. Comparten el grupo A con Samoa, Australia y EE UU, su compañera en el duelo inaugural, el viernes a las 20:30 en el Stadium of Light de Sunderland, con un aforo cercano a los 50.000 espectadores. La organización asegurará buenas entradas en estadios de tamaño medio en York, Northampton, Manchester, Exeter y Bristol para solo asomarse a la catedral londinense de Twickenham, con más de 82.000 butacas, en la final.
España será el domingo la piedra de toque de la otra gran aspirante, Nueva Zelanda, con la tradición de tomarse con más calma los años entre Mundiales —en parte porque no tiene el músculo económico de las inglesas— y despuntar en la gran cita. Será la despedida de Portia Woodman, de vuelta al césped tras su teórica retirada el año pasado para seguir engordando su récord de ensayos en los Mundiales: lo tiene en 20, cinco más que la plusmarca masculina del sudafricano Bryan Habana. Compartirá línea con la velocidad endiablada de Ayesha Leti-I’iga, la estrella de la final de 2022. Tendrán en Irlanda, uno de sus verdugos recientes, un dolor de muelas, pero ambas deberían pasar a cuartos en un grupo que completa Japón, la mejor opción de las Leonas para sumar una victoria, como hicieran en 2017 ante Italia.

El grupo B debería ser para Canadá, finalista en 2014, la apuesta más viable, junto a Francia, para sumar a una cuarta selección al palmarés. Escocia y Gales, cuchara de madera tras perder todos los partidos en los últimos dos Seis Naciones —como los chicos— pelearán a priori por la segunda plaza, con permiso de Fiyi, sin el poderío de su combinado masculino. El D será un duelo entre Francia e Italia por evitar a Nueva Zelanda en cuartos. Las galas se quedaron en 2022 a un golpe de castigo de eliminar a las Black Ferns en su casa en semifinales, pero Caroline Drouin no encontró los palos. Aunque no hayan podido con las inglesas en el Seis Naciones, son potenciales aspirantes. Las dos europeas deberían superar sin apuros un grupo con Brasil, que hará historia al ser la primera selección sudamericana que participa en un Mundial, y Sudáfrica, que competirá por quinta vez: mientras los hombres lideran el palmarés con cuatro entorchados, ellas buscarán ganar su primer partido desde 2010.
World Rugby repite la fórmula de la última edición y solo programa partidos en fines de semana. El torneo se extenderá a lo largo de seis: tres para la fase de grupos, uno para cuartos, otro para semis y el último para la final y la lucha por el bronce. Así huyó de audiencias pírricas a diario en un país con fuerte apoyo social como Nueva Zelanda. Inglaterra, con jugadoras por doquier y la ambición de comerse el mundo, no debería ser menos.
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