Ir al contenido
_
_
_
_
relatos de un amateur
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Morata y los sueños

Morata entendió antes que nadie que a él le tocó la lotería como podía no haberle tocado. Por eso parece hacerse cargo de los sueños propios y ajenos cada vez que ficha por un equipo

Álvaro Morata se confiesa en un documental.
David Expósito

Casi siempre que llega el verano Morata vuelve a soñar. “De los sueños se vive”, dijo una vez. Hay algo impredecible en los sueños de Morata: cuando uno piensa que ya no le debe quedar ninguno por cumplir, Morata vuelve a soñar. Morata sueña como sueñan los niños cuando se les dice que pidan un deseo frente a la tarta y se lo guarden para ellos. “¿De qué sirve un buen sueño si no se puede contar?”, se dicen los niños.Y así debe de pensar también Álvaro Morata, que nos los contó todos para mofa de algunos.

Los sueños de Morata comenzaron en la cantera del Atlético de Madrid. Llegó incluso a ser recogepelotas en el Vicente Calderón. Hay una fotografía en la que puede verse a Morata pidiendo los guantes a Kameni, portero del Espanyol. Morata era ya entonces el Morata que todos conocemos hoy. “Cuando era recogepelotas ya soñaba con jugar aquí”, confesó en una entrevista.

Todos tuvimos un día en el colegio en el que alguien nos preguntaba qué queríamos ser de mayores. Las respuestas siempre eran ambiciosas. En mi clase había un chico que estaba seguro de que trabajaría para Google en Sillicon Valley. “¿De Alcorcón a Sillicon Valley? ¿Y si no lo consigue?”, me preguntaba. Al final ese chico terminó estudiando un grado superior y acaba de comprarse un piso en Valdemoro. Uno se va cayendo de sus propios sueños a medida que pasan los años y está bien aceptar que en Valdemoro también puede haber una vida que llevar a cabo. “Era ilusión lo que creía todo / y que, en definitiva, era la nada”, nos dijo el poeta José Hierro para que tuviéramos consuelo.

Morata no fue feliz en el Atleti. En algún momento de mi vida compartí vestuario con dos ex compañeros suyos de la cantera que reconocían que al chico se le había hecho bullying. “Tenía estrés siendo un niño”, reconoció Morata en otra entrevista. Se marchó al Getafe, lo que parecía un paso atrás. Allí le quisieron y allí explotó. Estuvo una temporada y se lo llevó el Madrid. Mourinho le subió al primer equipo y el resto es historia.

Los sueños de Morata se entienden cuando se le escucha decir que el Getafe es el equipo que más le ayudó en su carrera y quiere retirarse allí, que es como si uno de esos gurús de Silicon Valley quisiera volver al aula de primaria para decirle a Pepe, el profesor que le enseño la tabla del dos, que muchas gracias por todo.

Siempre que llega el verano pienso en qué estará soñando Morata esta vez. En la imagen de Morata con Kameni puede verse también a otros cuatro compañeros de cantera, seguramente tan buenos o incluso mejores que él en el campo y en los sueños, de los que nadie ha vuelto a saber absolutamente nada y que tal vez vivan también en Valdemoro. Hubo un momento en el que Morata debió mirar atrás y se dio cuenta que ya no quedaba nadie. Por eso aunque parezca inverosímil, Morata cumple sueños allá donde va. Porque Morata entendió antes que nadie que a él le tocó la lotería como podía no haberle tocado, y por eso parece hacerse cargo de los sueños propios y ajenos cada vez que ficha por un equipo. Como si todavía estuviera incrédulo ante su propia suerte, presentación tras presentación, ya sea en la Juventus, el Atleti, el Chelsea o el Galatasaray, repite siempre la mismas frase: “es un sueño estar aquí”.

Es verano y pienso en Morata porque pronto llegará el día en el que una notificación en el móvil me anuncie que Morata se ha detenido en Getafe en su particular carretera de los sueños. Habrá pasado por las ciudades más lustrosas del mundo —Turín, Londres, Milán, Estambul—, y será por esos amaneceres mágicos de la M-45 de camino a Getafe por donde Morata regrese al paraíso perdido, pensando quizás que en el fútbol, como en todo lo demás, la gloria era una ilusión absurda. Que ser mediocre pero poder confesarle tus deseos de cumpleaños a alguien que te quiere no es ningún paso atrás. Y que en la carretera de los sueños la cosa no va de llegar más lejos sino de seguir rodando.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

David Expósito
En EL PAÍS desde 2018. Su trabajo está centrado en la crónica y el reportaje local para la sección de Madrid, donde ejerce como fotógrafo y redactor. Anteriormente, también ha sido editor gráfico en la sección de Fotografía y en Suplementos. Es coautor del libro 'Utopías urbanísticas. 44 paseos por las colonias de Madrid'.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_