Kilian Jornet: “Hay momentos en que no sé si estoy vivo o muerto”
El mejor corredor por montaña de la historia logra a los 37 años su mejor versión llevando el cuerpo y la mente a situaciones extremas, la fórmula para asaltar Western States, su antítesis


Kilian Jornet Burgada (Sabadell, 37 años) regresa a Western States, la carrera de 100 millas más antigua del mundo y la que menos se adapta a su perfil montañero –tiene 5.500 metros de desnivel positivo, casi la mitad que el Ultra Trail del Mont Blanc, en los 160 kilómetros que unen Olympic Valley con Auburn entre cañones californianos a más de 40 grados– al servicio de la ciencia en busca de repetir la corona que logró en 2011. “Es la antítesis de lo que me gusta. No estoy en un momento en el que busque resultados. Puede molar porque realmente sale de mi zona de confort. No me preocupa fallar y me motiva que sea una cosa distinta”. Jornet trasciende a sus rivales y corre directamente contra la biología.
Pregunta. ¿Quién es Kilian Jornet hoy?
Respuesta. Como siempre, un tío al que le gusta la montaña y el deporte como forma de vida, de buscar rendimiento, ver qué somos capaces de hacer con el cuerpo. Intentamos que nuestras hijas entiendan esa conexión con la naturaleza. Todo lo que haga, ya sea como atleta o con Nnormal [la marca que fundó], es esa conexión con lo humano.
P. Podría definírsele como corredor, alpinista, activista, empresario…
R. Nos gusta mucho poner etiquetas, pero somos complejidad y contradicciones. Jordi Corominas dijo que alpinista no es una cosa que se es, sino que se hace. Hago lo que hago por lo que siento, ese amor a la naturaleza y esa inquietud de explorar cosas.
P. ¿Cómo consigue vivir en el presente?
R. Es muy difícil hoy en día porque hay una presión social por el futuro: qué voy a hacer, qué voy a ser. Y por el pasado: yo soy mi currículo. Con las redes sociales, mostrarse es proyectar. Y si estás pensando en qué quieres ser, no eres. Si estoy jugando con mis niñas o escalando no quiero pensar en que tengo una reunión mañana.
P. Dice que lo hace por sentir. ¿Qué siente entrenando?
R. Muchas cosas. Si me estoy metiendo una sesión de calor en la bici en la habitación, el disfrute no es el mismo que una actividad chula en la montaña, pero siento el camino de transformar mis capacidades. En este caso, el disfrute es sobre el proceso. Si estoy en el monte, una de las sensaciones más bonitas es fluir.
P. Llega a Western States tras sesiones en las que ha perdido 2,5 litros en dos horas. ¿Se disfruta de la deshidratación?
R. Cuando el cuerpo está realmente al límite, también se disfruta. Para entrar en ciertos estados de conciencia alterada necesitas poner el cuerpo y la mente en una situación extrema. El fluir máximo es el estar fuera de tu cuerpo, no sientes el dolor físico. Hay momentos en que no sé si estoy vivo o muerto. Es complicado describirlo, no hemos desarrollado un lenguaje para cosas que no estamos acostumbrados a vivir, pero son estados muy interesantes, te hacen utilizar la parte inconsciente para tomar decisiones.
P. Suena adictivo.
R. Sí y no. Es bonito, quieres volver ahí. También el esfuerzo para llegar allí es muy grande, no es una cosa que vas a hacer cada fin de semana. En los Alpes, por ejemplo, cuando subía el Weisshorn, era el séptimo día desde que empecé la travesía y el quinto que estaba en una cresta, durmiendo muy poco. Pasaba 20 horas al día en un terreno expuesto en el que hacer un movimiento en falso quería decir morir. Ese día tenía el estrés de tener que llegar antes de que anocheciera por las dificultades técnicas. Llegar ahí, sentir fluir, una puesta de sol, una vía técnica… Era una cosa extrema. También me ha pasado en alguna expedición en el Everest con una avalancha. En una situación en la que lo normal es morir no puedes encontrar respuestas desde la consciencia.

P. ¿Siempre hay un umbral que descubrir?
R. Siempre hay cosas. Puede ser la velocidad: sentirte más rápido, más competitivo. O físicos: cuánto tiempo puedo estar moviéndome sin parar. O descubrir la felicidad a través de otros, como el primer día en que mis hijas van en bicicleta o bajan una pista de esquí. Carlos Soria o Jordi Pons están descubriendo cosas nuevas con la edad y su cuerpo. El descubrimiento no es lineal, es exponencial.
P. ¿Se puede ganar velocidad con 37 años?
R. Sí, estoy ganando velocidad. El año pasado hice mis mejores tiempos en todas las rutas de entreno preparando algo específico, carreras rápidas como Sierre-Zinal. Y este año, haciendo tiradas largas, aún he mejorado mis tiempos. Si has estado dando estímulos diversos a tu cuerpo (intensidad, deshidratación, calor cognitivo) durante mucho tiempo, has creado una inercia y tu biología va adaptándose.
P. Estímulos como su regla de no comer en entrenos por debajo de las cinco horas.
R. Y a veces de ocho, diez o más. Otros días puedo hacer una tirada de tres horas y comer mucho, depende de lo que estoy buscando. Normalmente, si salgo en montaña no bebo nada, pero cuando hago las sesiones en calor puedo beber dos litros en una hora. Todo con una lógica detrás. Si buscas deshidratación y no tienes el sistema renal acostumbrado, te vas a joder mucho. Yo lo empecé a hacer con mi madre cuando tenía tres años. Las adaptaciones reales, genéticas, requieren de años.
P. ¿Ya no aplica el lema de ganar o morir?
R. Hace muchos años que no. Cuando eres joven, motiva ponerse esos objetivos, pero he tenido la suerte de haberlos conseguido. No quiere decir que haya menos motivación, al contrario. En la línea de salida quiero ganar, pero no es una necesidad, es más una interrogación.
15 years after my first Western States, the journey continues. From touching down in Reno to reconnecting with the trails of California, this episode follows my path back to the iconic 100-miler.
— kilian jornet (@kilianj) June 25, 2025
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P. ¿En qué ha cambiado aquel chaval que llegó a Olympic Valley en 2010 tras correr 500 kilómetros en diez días en Pirineos?
R. Primero, la planificación: estar 12 semanas preparando Western específicamente. Entonces, venía del Pirineo, un mes antes Zegama y dos semanas después otra carrera. Iba empalmando, pero el rendimiento no era tan alto. Molaba hacer una carrera y el fin de semana otra, pero lo he hecho durante muchos años y ya no me motiva tanto. Igual antes quería ganar, ahora quiero rendir. La parte familiar también hace que sea así, ahora no puedo marchar cada fin de semana. Si hacemos un viaje, hay que planificarlo un año antes, a ver qué abuela tiene vacaciones.
P. ¿Es éste el mejor Kilian?
R. A nivel de rendimiento, sí. Ya no solo en las carreras, que al final son un marco muy limitado, lo he visto en proyectos que antes creía imposibles. Cuando hace diez años pensaba en los Pirineos o en los Alpes, tenía en mente la Corona Imperial en el Valais. Y fue solo una quinta parte del proyecto final [ascendió 82 cuatromiles en 19 días el año pasado], con lo que eso conlleva a nivel físico y cognitivo.
P. ¿Es sano el alto rendimiento?
R. Depende de cómo se entienda. Hay que estimular los genes para expresarlos. Y con la vida que llevamos, en general, no lo hacemos porque no tenemos esa necesidad. Cuando cazábamos, pasábamos días de hambre y sed. El deporte es la excusa más inteligente que hemos encontrado para expresar los genes. Nuestro máximo rendimiento es nuestra máxima expresión genética, por lo tanto, es la máxima salud para pasar ese ADN a la siguiente generación.
P. ¿En qué le gana la siguiente generación?
R. El rendimiento es igual, lo que cambia es el foco. La primera vez que hice Western nadie pensaba en refrescarse: salíamos sin agua, bebíamos en los avituallamientos y comíamos un gel cada hora, como máximo. Ahora se va más rápido porque el material y el conocimiento evolucionan. No somos mejores que los que hacían 2h11m en maratón con zapatillas de los años 80, pero no partimos de cero porque cada generación ha aportado cosas. Por eso también yo estoy mejorando como atleta.
P. Asume que la familia supone menos tiempo.
R. Depende de cómo lo organices. Yo estoy entrenando más horas que antes, pero compitiendo menos. Antes, viajaba más, hacía muchas cosas de prensa o de patrocinadores. Mis prioridades ahora mismo son mi familia y rendir. Si quieres hacer mucho, pero no abarcas, vas a estar pensando en que tenías que estar entrenando o escribiendo cualquier cosa. Cuando era joven, nunca decía no. ¿Tengo menos horas para entrenar? Pues las aprovecho más.
P. ¿Querría la misma vida para sus hijas?
R. Durante muchas generaciones hemos ido heredando una vida mejor y ahora hay un cambio con todas las problemáticas políticas y medioambientales, eso me preocupa. Que corran, escalen o hagan música, me da igual, pero sí que tengan esa conexión con la naturaleza, con lo que somos. Yo tenido la suerte de expresar lo que quería porque mis padres me han apoyado. Intentaré que tengan ese soporte.
P. ¿Cómo conviven esas experiencias tan extremas con la responsabilidad de un padre?
R. Creo que soy bastante razonable a la hora de tomar decisiones, por eso he llegado hasta aquí. Analizo mucho si meterme en un sitio, doy marcha atrás muchas veces. Hay veces contadas en que he sido un gilipollas porque he apurado más de lo que quería: “Estoy vivo por suerte”, decía. Y por suerte no se puede estar vivo; si lo haces mucho, vas a morir temprano. Por eso queremos tener una vida con menos estrés y ser lo más saludables para tener el mínimo riesgo de tener enfermedades. O limitar riesgos con el coche.
P. Citaba a Carlos Soria. Hubo momentos de su vida donde no pensaba llegar a los 80.
R. Eso ha cambiado mucho. Cuando eres joven, vives mucho al corto plazo, a quemar la vida. Antes decía: “Si muero, tampoco pasa nada. Es una putada para los padres y para amigos, pero bueno [hace una mueca de pasotismo]”. Ahora quiero vivir largo. Las niñas cambian bastante la perspectiva. Es que quiero ver esos momentos, estar presente cuando crezcan. Y hacer proyectos, es lo que te hace seguir viviendo y teniendo salud.
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