Kirsty Coventry asume la presidencia del Comité Olímpico Internacional en medio del caos del orden mundial
Mujer, africana y joven: la nueva máxima mandataria del deporte mundial rompe todos los patrones en los 131 años de historia del movimiento olímpico


El 23 de junio de 2025, Día Olímpico en el calendario mundial, pasará a la historia del deporte como el día en el que una mujer africana de 41 años llamada Kirsty Coventry asumió la presidencia del Comité Olímpico Internacional (COI), un bastión en sus 131 años de historia en cierta suerte gerontocrática de hombres mayores, nobles o millonarios con una visión conservadora de la existencia. Más de 700 invitados, entre miembros del COI, miembros honorarios, diplomáticos, atletas olímpicos y representantes de federaciones deportivas internacionales asistieron a la ceremonia pública de traspaso de poderes en Lausana (Suiza), sede del COI desde 1915, un acto insólito que refleja, en cierta forma, tanto el caudillismo y afán de protagonismo del organizador del evento Thomas Bach, presidente los últimos 12 años, como la trascendencia del relevo. Al mediodía junto al lago, Bach hizo la entrega testimonial de la llave de la Casa Olímpica a Coventry.
Elegida por mayoría absoluta en primera votación hace tres meses en un resort griego, Coventry representa la transformación y modernización del viejo senado olímpico, y sus primeras decisiones marcan el camino que anuncia que seguirá: colaboración, inclusión y valores centrados en los atletas. Exdeportista, nadadora dos veces campeona olímpica y exministra de Deportes de Zimbabue, la 10ª persona al frente del COI ha convocado de entrada a los más de 100 miembros de la organización para unas jornadas de estudio, de echar el balón al suelo, detener el juego y pensar en qué debería ser el movimiento olímpico. Los observadores no dejarán pasar ningún detalle que aliente o desaliente el hándicap con el que comienza su mandato: las dudas sobre su capacidad de liderazgo y sus habilidades diplomáticas nacidas de la creencia extendida de que fue el propio Bach quien la eligió como sucesora, promocionó su candidatura y no dejará de ser el jefe en la sombra. Como ella bien sabe, la cultura del deporte y de la política y de la vida siempre asocia el éxito y el liderazgo de una mujer a la fuerza de un hombre que la sostiene y la lanza.
Motivos de reflexión no faltan en un momento especialmente caótico del orden mundial, de ardor guerrero, alabanza del fragor de las bombas por parte de las grandes potencias, de desdén de los grandes organismos supranacionales y desprecio de genocidas hacia las resoluciones de la ONU, impotente. Se pregunta el COI si la institución es sencillamente una organizadora de grandes shows de espectáculo deportivo de invierno y de verano, de jóvenes, espectaculares, que generan 8.000 millones de ingresos cada cuatro años o un organismo que agrupa a los comités olímpicos nacionales de 206 países y que, como tal, debería impregnar la vida cotidiana de miles de millones de personas de los valores asociados al deporte e influir en la política internacional. En el acta fundacional del COI, firmada justamente un 23 de junio, en 1894, ya figuraban sus objetivos, más allá del festival del deporte y la juventud: “fomentar el entendimiento internacional, promover la paz y mejorar el bienestar físico y moral de las personas y las naciones”.
Uno de los grandes retos es, al mismo tiempo, estudiar cómo hacerse valer ante Donald Trump, el presidente que exige que sus propios caprichos sean leyes internacionales, bien sea en el asunto de los deportistas transgénero, bien sea en sus planes de limpieza étnica con la deportación masiva de inmigrantes latinos iniciada precisamente en Los Angeles, la ciudad que acogerá en 2028 los próximos Juegos de verano, bien sea con el veto de entrada a Estados Unidos de los ciudadanos de 12 países que insiste en ampliar a varios más, incluida la Zimbabue de Coventry.
Persiste, además, la duda de qué hacer con Putin, Rusia y Bielorrusia, expulsadas del movimiento olímpico tras la invasión de Ucrania. También cómo preservar los llamados valores olímpicos en un orden deportivo mundial amenazado por eventos como los Juegos Mejorados.
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