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Blogs / Cultura
Elemental
Coordinado por Juan Carlos Galindo

Janice Hallett y el método que la ha convertido en “la Agatha Christie del siglo XXI”

La escritora británica presenta ‘El examinador’, cuarta novela dentro de una carrera fulgurante, y cuenta cómo trabaja estos artefactos perfectos del género

Janice Hallett
Juan Carlos Galindo

Se la conoce como la Agatha Christie del siglo XXI, y puede que no les falte razón a quienes así la califican, pero Janice Hallett tiene muy claro que van por caminos distintos. “Oh, es fantástico, me siento halagada y un poco avergonzada, pero ella fue tan prolífica, ¡escribió toda su vida! Yo, en cambio, publiqué por primera vez a los 52 años”, comentaba a principios de mayo en una conversación con este diario en un hotel del centro de Madrid. Se refería Hallett a la publicación de La apelación (Ático de los libros, como toda su obra traducida), su debut, un libro convertido en best seller mundial y que cambió su vida para siempre. Ahora ha pasado por España para promocionar El examinador, su última y sorprendente novela.

El argumento es sencillo y endiablado. Ben, un examinador de una escuela de artes, tiene la sospecha de que algo terrible ha pasado entre un grupo de seis estudiantes de un máster. Para probarlo y tratar de desentrañarlo, pone a disposición de otros inspectores (y, por tanto, de los lectores) todos los chats de trabajo, informes, documentos, ensayos y cualquier tipo de comunicación disponible entre los alumnos, a los que vamos conociendo en su propia voz. Los grupos pequeños pueden ser un infierno, y ella que ha trabajado con muchos lo sabe. El examinador tiene una parte oscura, y eso está inspirado en su experiencia previa. “Hice un curso de guion en 2006 y fue bien, pero era algo muy claustrofóbico, incluso teniendo en cuenta que lo pasábamos genial y que de aquello surgió mi vida profesional. Hay veces que son grupos muy competitivos y donde se juega sucio, y es una sensación inquietante que se me ha quedado ahí”, cuenta.

Con estos elementos, Hallett (Londres, 56 años) traza una malla de la que el lector ni puede ni quiere escapar a medida que va descubriendo aspectos terribles, o divertidos, de las relaciones entre los protagonistas mientras cae en trampas, se sorprende: la novela entendida como una explosión lúdica. “El sistema surgió de forma natural. Llevo muchos años escribiendo guiones y en todas mis novelas aparecen estos elementos. Me gusta ver a los personajes hablando entre ellos como si nadie los estuviera escuchando. Pero en realidad, el lector está ahí, con la sensación de que está pegando la oreja en una conversación ajena”, explica con una mirada vivaz en un rostro tranquilo.

Janice Hallett, de promoción en Madrid y con un ojo puesto siempre en las redes, donde tiene un contacto directo con sus lectores.

Los lectores forman parte esencial de cualquier obra, pero en los libros de Hallett son un elemento del reto, del enigma. Así ocurría con El código Twyford (que llenó internet de páginas explicando el final y de lectores desmenuzando cada acertijo, cada línea, cada prueba oculta en el texto) y así ocurre en El examinador. “Tengo una relación muy intensa con ellos. Conozco a una parte minúscula de todos los que me leen, pero los meto de lleno en la historia, voy poniendo pequeñas pistas ocultas para que las reconozcan y el nivel de implicación depende de cuántos libros hayan leído antes. Las redes sociales también me ayudan mucho en este sentido”.

En sus artefactos de misterio, Hallett no trampea, de manera que cuando el lector encuentra en la página 395 (de las casi 600 de El examinador) un giro magnífico que reinterpreta todo lo que ha ocurrido, la pirueta sale de forma orgánica. ¿Cómo se consigue? La autora asegura que va de la mano del lector, que no sabe lo que va a ir pasando, pero esto requiere un matiz. “Bueno”, admite, “conozco, al empezar, el principio y el final, pero me divierto mucho por el camino”.

Seis voces, las de los alumnos, más alguna otra de los profesores y seis tonos distintos, por escrito, en transcripción del lenguaje oral y como sea menester, una lección de recursos que Hallett ha traído directamente del mundo del guion. Ahora bien, cuando llega al final y ha puesto todas las trampas, tiene que reescribir, mucho. Así es el juego. “Vuelvo para atrás y cambio, porque lo que hago es muy sutil. También abordo la novela desde el inicio con cada uno de los personajes para que tengan un arco narrativo completo, incluso los más secundarios”.

Después de la promoción volverá a su casa, al despacho que se ha acondicionado con todo lo necesario para escribir. “Es muy acogedor. Está lleno de cajas y tengo todo lo que necesito”, comenta esta lectora compulsiva de Enid Blyton que pasó después a la literatura del siglo XIX —”adoro a las Bronte, Dickens, Thomas Hardy, todos los novelistas victorianos”— para terminar en el true crime. “Leo muchos. Y también a un historiador, Tony Parker, que escribió entre la década de los sesenta y los noventa obras sobre gente normal a la que entrevistaba para luego volcar sus testimonios en libros. Es una historia no oficial de las clases marginadas”.

Hallett ha vendido opciones sobre sus tres primeros libros para su adaptación al audiovisual. De hecho, ha escrito un piloto para cada uno de los proyectos y está recibiendo ofertas por El examinador, pero, por ahora, nada que se haya sustanciado en la pantalla. No da detalles, sin embargo, sobre su siguiente novela. El misterio queda en el aire. Los lectores del género estarán atentos. Saben que, con Hallett, siempre hay lugar para un nuevo giro, una nueva sorpresa, un nuevo formato. Como ocurría con la maestra Christie.

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Sobre la firma

Juan Carlos Galindo
Es responsable de la sección de Pantallas y, además, escribe sobre libros en Cultura y Babelia y el blog Elemental. Lleva en EL PAÍS desde 2008. Como autor, ha publicado las novelas negras 'Hontoria' y ‘Muerte privada’ (Salamandra).
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