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Blogs / Cultura
El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca
El toro, por los cuernos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Feria de Abril: cautiva Morante, sorprende De Miranda, baja el toro y sube la tasa de alcohol

El palco presidencial de La Maestranza anda desorientado y el público asistente ha perdido definitivamente la sapiencia y exigencia de antaño

David de Miranda, a hombros por la Puerta del Príncipe el pasado 10 de mayo.
Antonio Lorca

La gran incógnita de la pasada Feria de Abril era el estado anímico de Morante de la Puebla, y el torero pronunció un bando el 1 de mayo y cantó a toda la ‘cristiandad’ que sus males los había dejado escondidos en su casa y volvía al ruedo con la alegría y la inspiración de un gran artista en estado de gracia.

Resuelta la primera incógnita, Sevilla respiró feliz y se dispuso a gozar de unos días que se presentaban cargados de esperanza, y que dos toreros, David de Miranda y Pepe Moral, se encargarían de escribir el epílogo soñado.

Veintiocho orejas a lo largo de 16 días de festejos —catorce corridas, un espectáculo de rejoneo y una novillada—, una sola Puerta del Príncipe, seis tardes de ‘no hay billetes’, y muchos momentos para el recuerdo.

Pero la Feria de Abril dio de sí para mucho más. El marco de La Maestranza, por ejemplo, que sigue, un año más, incomparable por el cuidado mimoso de sus propietarios maestrantes.

El toro, el famoso ‘toro de Sevilla’, ya no es lo que era; es un animal con estampa de novillo para que disfruten las figuras

Junto a las buenas noticias, que las hubo, otras invitan a la reflexión, aunque algunas de ellas parezcan irreparables en el inmediato futuro.

El toro, el famoso ‘toro de Sevilla’, ya no es lo que era. Hace años que los ganaderos crían un animal para que disfruten los toreros, tan armónico como antes, pero con menos trapío —término en desuso y apartado del Reglamento autonómico—, con estampa de novillo, y seleccionado para la muleta. He ahí su fidelidad a las figuras, conscientes unos y otros de la lenidad de las autoridades del palco y de la sinrazón trufada de desconocimiento del público actual. Un toro, por lo general, carente de casta y exuberante de bondad que se ha abierto paso para dar rienda suelta al triunfalismo de una ‘afición’ que ha perdido la exigencia que toda la vida la ha caracterizado.

¿Por qué el toro de Sevilla ha perdido su tradicional estampa si los equipos presidenciales viajan a las ganaderías anunciadas para un primer reconocimiento no vinculante?

Porque la autoridad anda desorientada entre un Reglamento (el antiguo o el nuevo en Andalucía, da igual, porque en la Feria de Abril no se ha aplicado el aprobado recientemente al presentarse la solicitud de los festejos antes de que la norma entrase en vigor) que exige una determinada conformación zootécnica para la categoría de la plaza de Sevilla, la presión, a veces insoportable, —según confesión de algunos veterinarios de los equipos—, de las figuras, y la postura declinante de los políticos, más preocupados por el triunfalismo que por la integridad de la fiesta. A ello se le unen unos tendidos proclives a la concesión gratuita de trofeos que obliga a los presidentes a olvidarse del rigor si quieren mantenerse en el puesto. Y, a la vista de lo sucedido, es evidente que prefieren la estabilidad en el palco que el enfrentamiento con los espectadores orejeros o, lo que es peor, con el político que los ha nombrado.

Morante de la Puebla, el pasado 5 de mayo en la Feria de Abril.

Ha bajado, pues, el rigor de los presidentes y la exigencia del público, que ya no se parece en nada al sabio, severo y también generoso de antaño.

Y en ello influye, además, un detalle que no pasa desapercibido año tras año: el alcohol.

En la actualidad, se fuma menos en las plazas de toros, pero se bebe más que antes; y no solo en La Maestranza, desde luego. Las gradas de Sevilla, por ejemplo, son un permanente trasiego de espectadores que acuden a alguno de los bares establecidos en los pasillos laterales para abastecerse de bebidas espirituosas antes, durante y después de las faenas; entran y salen de sus asientos, molestan a los demás, impiden la normal visión del festejo sin que nadie de la organización les impida, como indica el Reglamento, que se levanten mientras el toro esté el ruedo.

El gin tonic, que es la bebida más habitual, hace su efecto e incide, y de qué manera, en el comportamiento de los bebedores a la hora de cantar, con motivo o sin él, lo que sucede en el ruedo y pedir los trofeos.

En la actualidad, se fuma menos en las plazas de toros, pero se bebe más que antes; y no solo en La Maestranza, desde luego

Por cierto, que en este país está vigente una ley 19/2007 contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte que en su artículo 4 señala que “queda prohibida en las instalaciones en las que se celebren competiciones deportivas la introducción, venta y consumo de toca clase de bebidas alcohólicas…”.

Sin duda, en las plazas de toros no se producen altercados de orden público como los que alguna vez ha habido que lamentar en los estadios deportivos, y la venta de alcohol supondrá una importante fuente de ingresos para la empresa, pero no es este un asunto baladí por las molestias que causa en los demás y su incidencia en el normal desarrollo de los festejos.

Por fortuna, lo verdaderamente importante acaeció en el amarillo albero. Por él galoparon, se movieron o perdieron las manos y el ánimo muchos toros mal presentados, mansos en los caballos —el toro de hoy se cría exclusivamente para el tercio de muleta—, y pocos lucieron su casta y fiereza, como ‘Mosquetón’ de Victorino Martín, y ‘Anárquico’, de Santiago Domecq, a los que se les dio la vuelta al ruedo, y ‘Profesor’ de Alcurrucén. Curiosamente, la corrida de Juan Pedro Domecq ha sido considerada la mejor del ciclo por los principales jurados cuando estuvo mal presentada y solo destacó por su excesiva bondad en la muleta.

Morante y David de Miranda, que salió a hombros por la Puerta del Príncipe, fueron los únicos que cortaron tres orejas, dos de ellas en un solo toro, al igual que Borja Jiménez, Escribano y Roca Rey; otras dos en toros distintos Daniel Luque, Pepe Moral y el novillero Marco Pérez, y una cada uno Lama de Góngora, Román, Manzanares, Castella, Talavante, Urdiales, Tomás Rufo, los rejoneadores Diego Ventura y Guillermo Hermoso de Mendoza y el novillero Javier Zulueta.

Queda la fundada esperanza de que Morante continúe con la racha emprendida en la Feria de Abril, y que toreros como David de Miranda y Pepe Moral, entre otros, obtengan la recompensa merecida por sus justos triunfos.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.
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