Querido y desafiante Eusebio Poncela
El cineasta Juan Carlos Fresnadillo, que dirigió al actor fallecido en ‘Intacto’, recuerda la amistad y su último encuentro con este “príncipe y vampiro; elegante y macarra”

Hace muy poco tiempo, en alguna de nuestras últimas cenas, sentí la necesidad de confesarte cómo me enamoré de ti en esa maravilla de película llamada Arrebato, al verte subir en un diminuto ascensor y ensayar en su interior, con la furia contenida de un felino encerrado, qué frases ibas a decirle a tu amante para echarla de tu casa.
Me miraste incómodo —nunca te gustaron los halagos ni la nostalgia— aunque te atreviste a corregirme las frases que estaba mencionando; no estaba recordando el texto de esa secuencia en el ascensor con exactitud. Y repetiste con un extraño brillo en los ojos: “Te vas ahora mismo, me da igual… ¡Te vas ahora mismo, me da igual!”.
Aquella secuencia y esas frases inauguraron mi idilio contigo, allá por los años ochenta, cuando tan solo tenía veintipocos años. Y como todas las buenas historias de amor, tuvo momentos de cercanía y momentos de distancia.
Creo que nunca te conté que en aquellos años vibrantes de la Movida, cuando aún no te conocía, te observaba con estudiado disimulo algunas veces que coincidíamos de madrugada en el Vips de la Plaza de los Cubos de Madrid. Especialmente cuando cogías una revista o un libro y te ponías a devorarlo en silencio. Mirarte era espiar a un misterioso vampiro que se alimenta no solo de sangre, o a un príncipe que se ha escapado de palacio y quiere perderse en otra vida.

Príncipe y vampiro. Elegante y macarra. Amoroso y hostil. No he conocido a nadie con ese talento tuyo de pasar de un extremo a otro en el mismo instante, sin ningún esfuerzo. Esa dualidad permanente descolocaba al principio. Mucho. Pero con el tiempo era adictiva; todos en el fondo queremos atrapar lo incierto, lo que nos descoloca, lo que te acaricia y te reta a la vez.
Sospecho que era tu particular manera de buscar la verdad y la poesía. En la vida y en el arte.
“Baby, no pierdas más el tiempo”.
Ese consejo que me diste hace unos meses, la última vez que nos vimos en un almuerzo entre amigos, fue disparado con la mejor de las intenciones, pero yo lo sentí como un mordisco en el cuello. Yo te había contado ciertos problemas profesionales, quizás haciéndome un poco la víctima y tú no lo dudaste ni un segundo: el asunto estaba en mi terreno, no fuera.
Me resigné a escucharte como a un maestro implacable que te golpea con el ingenio para hacerte despertar. Y sonreí ingenuo, sin sospechar que había algo más aquel día: te estabas despidiendo.
Bravo.
Y sin saberlo, yo también me estaba despidiendo. Me había rendido al aceptar tus reglas del juego —eras imbatible en hacer eso en la intimidad— y aquel día tocaba de nuevo quitarse la máscara y mostrarse tal cual, sin armaduras.
Pero tengo que decir que aquel día hubo cosas que no te dije. Y, sobre todo, que no te agradecí.
Que aceptaras interpretar a Federico, el Príncipe del Azar en el exilio de nuestra película Intacto, fue de las experiencias más emocionantes que me han pasado en la vida. Yo estaba muerto de miedo en aquel bautismo profesional y tú decidiste acompañarme con la paciencia y el cariño justos, sin concesiones. Me enseñaste que en este oficio no cabe la complacencia. Jamás.
Y en esa primera y única película que hicimos juntos, nos encontramos de nuevo en un ascensor, en una secuencia mágica cuyo rodaje llevaré grabado en mi alma para siempre. Pero en esta ocasión no estabas solo, te acompañaba el gran Max von Sydow. Donde él te despojaba de tu buena suerte y te desterraba a un exilio vengativo que ilumina y da fuerza a toda la historia.
Gracias por haberme dejado jugar tan cerca de tu talento incisivo. Tu presencia y tu enigma empaparon la historia de tragedia y azar. Siento que todos los que participamos en aquella película, actores y técnicos, estuvimos bajo tu embrujo —uno que parece venir de otro tiempo— y que, de algún modo, tengo la sensación de que todavía sigo cautivo en él.
Querido maestro y desafiante amigo, hasta siempre Eusebio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.