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EUSEBIO PONCELA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La mirada eterna de Eusebio Poncela, ‘El Indomable’

El actor era un astro de la seducción, por eso aguantaba un primer plano como nadie

Poncela en un momento de 'Esto no es la casa de Bernarda Alba', dirigida por Carlota Ferrer.
Carlota Ferrer

Abro su whatsapp y me encuentro un mensaje sin saludos previos: “EL ARTE DE SER LIBRE PARA EXISTIR”, texto acompañado de un collage de franjas asimétricas de colores flúor con su cara blanca dividida en dos: mitad humano, mitad busto romano en piedra en el centro con un ojo verde y otro azul. Y como no le contesto al momento...

-¿Johny?

Así me llamaba a mí, a otros amigos y a sí mismo. Creo que es una buena definición para mostrar cómo era Eusebio I, El Indomable. El arte de ser libre para existir, ese arte él lo manejó sin duda toda su vida. Ahí, abríamos un debate filosófico interminable de cómo preservar la libertad en esta industria devoradora y el fútil arte de alimentarse.

Recuerdo que tuve que sustituir yo misma un personaje de Esto no es la casa de Bernarda Alba in extremis en el teatro Arriaga de Bilbao, y antes de salir entre bastidores, me cogió del brazo y me susurró: “¡Sal ahí, y lúcete, lúcete!“.

Era un astro de la seducción. “Siempre hay que seducir, desde que te levantas de la cama. Al chófer, al camarero, a la jefa de sala, al director... hasta que te acuestas”, decía. A él le salía natural, sin prefabricar, y por eso aguantaba un primer plano como nadie, cargado de misterio, ambigüedad y, a la vez, certeza y profundidad.

En los ensayos tengo la costumbre, no siempre bienvenida por los actores por ser una situación de alta vulnerabilidad, de invitar como oyentes a alumnos. Eusebio no ponía objeción pero, a veces, se acercaba a alguno de ellos y le increpaba: “¿Y tú quién eres?“. Y el pobre alumno, ante su ídolo, le decía en bajo y entrecortado: ”Ya he venido varios días y Carlota nos ha presentado...“. Y él contestaba: ”No me grites, ¡eh!“. Y sin sonrisa mediante se daba la vuelta. Era una especie de examen: prefería que le saltaras a la yugular sin miramientos que el titubeo. Una de las razones, creo, por las que me apreciaba.

Sin duda le gustaba jugar, y casi siempre te metía un gol. Un humor que no siempre era bien leído y que a mí, particularmente, me hacía mucha gracia. Se hizo querer y mucho. Hacía y decía lo que le daba la gana, pero detestaba las faltas de profesionalidad, y él daba ejemplo de puntualidad, compromiso y disciplina. Te exigía y exprimía para hacerte crecer y crecer él. Pero si no quería... no quería.

Era un amante de los paisajes, de viajar. Aunque comía poco, le encantaba ir a conocer restaurantes y casi siempre pedía croquetas. Le encantaba leer, ir al teatro. Era muy independiente, pero le gustaba mucho estar con artistas, hablar y provocar. Sabía escuchar y leer entre líneas con extrema sensibilidad. Era muy generoso.

Me quedo con su atractivo magnético, con su apoyo sin esperar nada a cambio, su energía, su vitalidad, su fuerza, su carisma, con las risas interminables, con sus enseñanzas. Y doy gracias por haberle vivido. Descansa en paz; aquí dejas tu mirada eterna y tu voz profunda.

Carlota Ferrer es directora de escena y actriz. Con Eusebio Poncela trabajó en obras como ‘El beso de la mujer araña’ (2022) y 'Esto no es La casa de Bernarda Alba ‘ (2017).

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