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Arte
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Transportar arte es caro, pero ese ‘picasso’ no se debió extraviar

Resulta inhabitual perder una obra: el gran problema para los coleccionistas particulares es el elevado precio del transporte y el almacenamiento

Miguel Ángel García Vega

Transportar arte es caro. Las empresas suelen organizar itinerarios, a veces a lo largo de Europa haciendo diversas paradas para reunir piezas. Muy pocas pueden permitirse ir hasta Berlín desde Madrid a recoger un cuadro: tendría que ser realmente valioso. Antes de subirlo al camión hacen un chequeo de las obras y se pueden transportar de dos formas: o bien en cajas a la medida de madera (lo que encarece el desplazamiento) o utilizando un tipo de cartón que, paradójicamente, se llama de panel ligero, muy resistente (unos 15 milímetros) que protege a la pintura.

Generalmente es la galería quien decide el tipo de transporte. Por lógica, una obra que tiene que hacer un viaje largo, y además es valiosa, recurrirá a la madera. El problema, y esto es una complejidad más, es que crear cajas es un “oficio” que va desapareciendo y bastantes galerías, sobre todo, neoyorquinas, tienen dificultad para encontrar esta especie de artesanos. En España son bien conocidas media docena de compañías, desde Madrid Art hasta aquellas que operan con los grandes museos, como Ordax o SIT. Esta última, por cierto, fue la que transportó el Ecce Homo de Caravaggio al Museo del Prado. Pero la elección es cuestión del cliente y la seriedad no depende del precio.

Por lo general, viajan sujetas en unas cinchas tensadas, en los bordes del camión, para evitar cualquier tipo de vibración y los transportistas, que muchas veces son los propios montadores, llevan un albarán muy preciso de las piezas que viajan. O sea, que olvidarse un picasso, por pequeño que sea, resulta algo excepcional como ha ocurrido con un cuadro del pintor malagueño, que fue abandonado en un portal por la empresa que tenía que llevarlo hasta Granada para una exposición y encontrado por una vecina. Conocen las reglas. Estados Unidos, por ejemplo, solo permite un tipo de madera concreta que demuestre estar libre de parásitos.

El problema para los coleccionistas internacionales es que estas cajas de madera son muy caras y siempre se busca que el gasto lo asuma la galería. Otra cosa es la petición de una obra concreta por una entidad artística. Ella corre con todos los costes, incluido el seguro. La realidad, más allá de la anécdota picassiana, es que los transportes y los seguros han subido mucho los precios. De hecho, lo habitual es que estas mismas compañías a la vez ofrezcan el servicio de almacenamiento. El precio es una sencilla ecuación en la que se suman el tamaño del cuadro, su valor y el número de piezas que deja en custodia el coleccionista. Todo lo inmobiliario resulta caro. Hasta para el arte.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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