Menos riesgo y más Picasso: el mercado del arte se refugia en los clásicos para esquivar la crisis
La nueva edición de Art Basel, la mayor feria del mundo, demuestra la cautela del sector frente a la incertidumbre económica y geopolítica


No fue su mejor año, pero tampoco la catástrofe que algunos auguraban. La nueva edición de Art Basel, la feria de arte contemporáneo más importante del mundo, cerrará sus puertas este domingo con un suspiro de alivio. La cita no ha sido ajena al conflicto entre Israel e Irán, la crisis humanitaria en Gaza, la situación en Ucrania ni a las inciertas previsiones económicas, pero ha logrado sortear el pesimismo con un nivel de ventas considerable o, por lo menos, mejor de lo que dejaban prever ciertos indicadores. El informe anual sobre el estado del mercado del arte que publica la propia feria detectó una caída del 12% en las ventas de 2024, tras varios años de estabilidad. A ello se sumó el fiasco de las subastas de Nueva York el mes pasado: ningún lote superó los 50 millones de euros y una obra de Giacometti, estimada en 70 millones, quedó sin comprador.
En el exterior de la Messeplatz, sede habitual de Art Basel, una instalación monumental de Katharina Grosse teñía la entrada al recinto con manchas caóticas de color sangre, como si reflejara el clima de inquietud que ha dominado en esta edición. Al mediodía del martes, jornada previa destinada a los coleccionistas VIP, un paseo por la planta baja, donde expone la primera división de galerías mundiales, revelaba que las ventas no serían desastrosas, pero sí más lentas de lo habitual.
“Ha ido mejor de lo que esperaba, pero no es como hace dos años”, admitía el austriaco Thaddaeus Ropac. “Un muy buen inicio, pero el contexto es incierto y no sabemos qué implicaciones tendrá para el mercado”, añadía Marc Payot, de la macrogalería Hauser & Wirth. En su stand, la londinense Victoria Miro coincidía en el diagnóstico: “Estos días he estado preocupada, pero ahora me siento más optimista”. Aunque quizá fue el todopoderoso galerista Larry Gagosian quien resumió mejor el sentir general: “El arte siempre ha sido un refugio, pero ahora nadie va a pagar un precio estúpido”.

El propio director ejecutivo de Art Basel, Noah Horowitz, reconocía también su sorpresa. “Ni yo ni las galerías esperábamos una respuesta tan sólida”, afirmaba a última hora del jueves en un pasillo. “Aun así, no podemos olvidar que seguimos en un entorno complicado. La incertidumbre geopolítica y económica es un telón de fondo persistente”. ¿Observa una nueva crisis en el horizonte el líder de la primera feria mundial, que acaba de anunciar una nueva cita en Qatar para 2026? “No me gusta hacer predicciones, pero este momento no se parece a crisis anteriores, como la de 2008. Es cierto que los compradores especulativos que pagaban cifras desorbitadas se han retirado, pero han aparecido nuevos coleccionistas, más jóvenes y diversos geográficamente, sobre todo en los tramos de precios más accesibles. Eso es alentador”.
Aun así, un simple recorrido por la feria dejaba claro que la euforia de las ediciones pospandémicas se había esfumado. Y eso se reflejó en los precios: altos, pero menos estratosféricos. Solo una obra superó los 9,3 millones de euros en los dos primeros días (cuatro lo hicieron en el mismo periodo del año pasado). La galería Annely Juda vendió un lienzo de David Hockney por entre 12 y 16 millones de euros. David Zwirner adjudicó una escultura de Ruth Asawa por 8,8 millones y una pintura de Gerhard Richter por unos 6,5 millones. Hauser & Wirth despachó dos pinturas de Mark Bradford por 3,3 millones cada una, y dos de George Condo por 2,2 millones. Por su parte, Ropac vendió dos óleos de Baselitz por 3 y 2 millones. Y a Pace le fue especialmente bien: colocó un óleo de Joan Mitchell por entre 14 y 19 millones, aunque mantenía reservado un picasso de 1969 valorado en cerca de 28 millones sin cerrar todavía la venta.
En los expositores de las 289 galerías que han participado en la feria, procedentes de 42 países, se percibía una inclinación clara hacia el clasicismo, incluso en exceso. Predominaron los nombres consagrados frente a apuestas de mayor riesgo. “Ante la situación actual, nos hemos centrado en valores seguros”, confesaba el galerista Kamel Mennour rodeado de obras de Magritte, Calder y Dubuffet, una estrategia repetida en muchos stands. Hauser & Wirth expuso por sorpresa un óleo de Rothko de 1962, en naranja y color vino, valorado entre 30 y 50 millones, que el viernes por la noche seguía sin comprador.

La inflación, los tipos de interés altos o la amenaza arancelaria de Donald Trump marcaron también las decisiones de muchos coleccionistas. De hecho, la ausencia más comentada fue la de los grandes coleccionistas estadounidenses. La amenaza de imponer aranceles de hasta el 31% a las importaciones suizas, finalmente suspendida, y la percepción de un clima institucional hostil bajo la nueva Administración contribuyeron a ello. La inquietud se filtró incluso en algunas obras, como la que Danh Vo presentó en la sección Unlimited: una bandera de Estados Unidos en forma de estructura de troncos a medio desmantelar.
Las galerías de Madrid y Barcelona presentes en la feria compartieron también ese sentimiento de vigilancia. “Ojalá no llegue una crisis como la de 2008, que fue durísima. Aunque, más que una crisis, me da la sensación de que llega una corrección del mercado tras años de especulación”, opinaba Íñigo Navarro, de la galería Leandro Navarro, una de las seis españolas presentes. Otra de ellas, Prats Nogueras Blanchard, se estrenaba en esta edición. “Las expectativas son bajas, porque el mercado no pasa por su mejor momento, pero hemos empezado muy bien”, decía Rebeca Blanchard, tras vender una serie de fotografías de Ana Mendieta en las primeras horas.
En Travesía Cuatro, Silvia Ortiz e Inés López-Quesada también percibieron una ralentización inicial, aunque terminaron la semana con cifras muy sólidas. Sin embargo, la sensación dominante habrá sido de contención: ni histeria ni catastrofismo, pero sí una tensa espera, una calma un tanto crispada, en medio de la cual el arte, por ahora, sigue resistiendo.
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