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Corrida del Día de la Paloma en Las Ventas
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una oportunidad perdida

Suspenso de la terna ante una seria y variada corrida de El Torero en una noche de calor sofocante en Madrid

Derechazo de José Fernando Molina al sexto toro de la tarde en Las Ventas.

Pasadas las once de la noche, mientras los toreros abandonaban la plaza, a pie, desprovistos de trofeos y gloria, el granito de los tendidos de Las Ventas aún estaba caliente. Solo un par de horas antes, al comienzo del festejo, directamente, echaba humo. “Si lo sé, me traigo media docena de huevos y los frío en la piedra”, debió pensar más de uno. Seguro que la idea habría hecho las delicias de sus vecinos de localidad.

Quizás, hasta habrían salvado del sofoco al pobre japonés al que las asistencias sanitarias se tuvieron que llevar en volandas a mitad del festejo, tras sufrir un golpe de calor en los bajos del tendido uno. A falta de huevos fritos sanadores, por tendidos, gradas y andanadas corrieron el agua, la cerveza y demás refrigerios “bien fríos, por favor”.

Y mejor no imaginar el calor que pasaron los toreros, aunque ellos, seguro, tenían otras preocupaciones en mente. Para empezar, el deseo de triunfo; para continuar, los pavorosos y astifinísimos pitones de los toros de El Torero. Los del primero y el sexto, los más descarados del encierro, quitaban el hipo. Una corrida de enorme seriedad, cinqueña toda ella, pero de buenas hechuras y nada exagerada de peso: 528 kilos de promedio. La demostración, una vez más, que el trapío no se mide en la báscula.

Pero la de El Torero no fue solo fachada. La corrida, en general, mantuvo el interés, se movió y sorteó un par de ejemplares de triunfo claro. Fueron precisamente los que abrieron y cerraron plaza, los más imponentes del sexteto. Ambos cumplieron en varas y rompieron a embestir en el último tercio con casta, nobleza y transmisión. Dos animales con el fondo justo para cortar las orejas en quince o veinte muletazos.

Muchos más ejecutaron tanto Lama de Góngora, que confirmaba la alternativa, como José Fernando Molina, pero al parecer no fueron suficientes. El sevillano, despegado y precavido, sufrió numerosos enganchones y tan solo se templó en un par de estimables naturales que supieron a muy poco. Ante el manso y rajado cuarto, ni mandó ni dijo nada.

Molina, que anduvo firme ante el incierto tercero, que medía y se quedaba corto, brindó al público y se echó de rodillas para comenzar una faena de tanto arrojo como escaso brillo artístico. A veces mal colocado, otras atropellado, destacó en una tanda en redondo, claramente insuficiente. Lo mejor de su labor, sin duda, el manojo de verónicas con las que recibió a ese último en un palmo de terreno.

Rafa Serna, que volvía a Madrid tras su interesante confirmación de doctorado en la pasada Feria de San Isidro, puso voluntad, pero tampoco dijo nada ante un lote muy desigual. Su primero, un serio y bello albahío, tuvo nobleza y buena condición, pero acusó el severo castigo en varas; mientras el manso quinto se movió siempre a la defensiva y con la cara muy suelta.

Pasadas las once de la noche, la sensación entre los supervivientes que abandonaban el horno de Las Ventas era evidente: una oportunidad perdida.

El Torero/Lama de Góngora, Serna, Molina

Toros de El Torero, muy bien presentados, serios y de buenas hechuras, desiguales en los caballos, nobles y de variado juego. Destacaron por su encastada nobleza y movilidad 1º y 6º; mansos, 4º y 5º.

Lama de Góngora, que confirmaba la alternativa: _aviso_ pinchazo hondo y estocada (saludos protestados); bajonazo (silencio).

Rafa Serna: dos pinchazos y estocada (silencio); pinchazo hondo y cuatro descabellos (cuatro palmas y sale a saludar).

José Fernando Molina: pinchazo y estocada (silencio); estocada suelta delantera y perpendicular, un descabello _aviso_ y otros cinco descabellos (silencio).

Plaza de toros de Las Ventas. Viernes 15 de agosto. Tradicional corrida del Día de la Paloma. Algo más de un cuarto de entrada (7.113 espectadores, según la empresa).

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