El monasterio cristiano más antiguo del mundo en Sinaí, amenazado por un megaproyecto turístico
Un tribunal egipcio obliga al monasterio a desalojar terrenos clave para su autosuficiencia de una zona protegida por la Unesco


En medio de un cañón a la sombra del monte Sinaí, en el sur de la península homónima de Egipto, el remoto monasterio de Santa Catalina ha permanecido activo desde que, a mediados del siglo VI, el emperador bizantino Justiniano I ordenó su construcción para proteger un templo levantado anteriormente cerca del lugar donde se dice que Dios se apareció a Moisés. Se trata del monasterio cristiano más antiguo del mundo habitado de forma ininterrumpida.
El lugar fue bautizado con el nombre de Santa Catalina en honor a una conversa cristiana del siglo IV cuyas reliquias se cree que yacen en el altar del monasterio, catalogado patrimonio de la humanidad por la Unesco. En su interior viven actualmente una veintena de monjes, y entre sus muros se halla una extraordinaria biblioteca que muchos consideran la segunda más importante del mundo en manuscritos, por detrás solamente de los archivos del Vaticano.

Recientemente, sin embargo, este recóndito monasterio, que desde el siglo XVI forma parte de una archidiócesis ortodoxa griega independiente, ha sufrido un importante revés. A finales de mayo, un tribunal egipcio emitió un veredicto que cerró un litigio de tierras con el Estado que se remontaba a hacía más de una década. Mandó su desalojo de 14 parcelas en disputa y le concedió derechos de usufructo, no de propiedad, sobre las 57 parcelas restantes.
La sentencia ha generado alarma porque muchas de las parcelas reclamadas por Egipto incluyen bienes que no son de cariz religiosa pero que son claves para la sostenibilidad del monasterio. Además, el fallo judicial coincide con un megaproyecto de desarrollo urbano y turístico en esta apartada zona del Sinaí, y muchos temen que, con el tiempo, el complejo pierda su esencia y pase de ser una comunidad religiosa viva a un atractivo histórico más.

Las autoridades egipcias consideran que el dictamen refuerza al monasterio porque clarifica su estatus legal tras siglos en situación informal. En esta línea, la Presidencia de Egipto ha reiterado el “pleno compromiso” del Estado con la preservación del “estatus religioso” del lugar. Y el ministerio de Exteriores ha afirmado que las parcelas de las que será desalojado están en “zonas remotas” y “no se ha probado ningún documento de posesión o propiedad”.
Iglesias ortodoxas, por el contrario, consideran el fallo una amenaza. El arzobispo Jerónimo II de Atenas y toda Grecia lo tachó de “decisión escandalosa”, y el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, considerado el líder espiritual y simbólico de la Iglesia Ortodoxa Oriental, se declaró “decepcionado y entristecido”. Por su parte, el Patriarcado de Jerusalén, que ejerce la jurisdicción eclesiástica sobre el monasterio, se mostró “profundamente preocupado”.

Uno de los aspectos más polémicos de la sentencia es que el tribunal consideró el monasterio un lugar dedicado a celebrar actividades religiosas, por lo que no consideró que su actividad requiera la propiedad de la tierra. Entre las parcelas de las que será desalojado el monasterio se encuentran huertos, fuentes de agua y capillas históricas que han sido cruciales tanto para garantizar la autosuficiencia del lugar como para cumplir con su misión espiritual y de retiro.
“Muchas de las propiedades monásticas expropiadas son muy antiguas y se construyeron y han sido mantenidas por el monasterio desde entonces”, señala Ben Hoffler, un desarrollador de senderos de montaña que ha vivido años en Santa Catalina. “Muchas conmemoran a los primeros mártires y precursores de la hermandad monástica del Sinaí, por lo que poseen un profundo valor simbólico y mantienen vivos los recuerdos de su pasado primitivo”, agrega.
Megaproyecto turístico

El fallo judicial ha llegado mientras las autoridades egipcias continúan desarrollando un gran proyecto urbano y turístico alrededor del monasterio y del cercano pueblo de Santa Catalina, anunciado inicialmente en 2021, que está transformando profundamente esta zona protegida. Los planes, que ya se encuentran en una fase avanzada, incluyen la construcción de hoteles, villas y chalés, carreteras y nuevas zonas residenciales enfocadas al turismo religioso.
“Este proyecto y el caso judicial están directamente relacionados”, juzga Hoffler. “La rápida expansión del proyecto turístico en el corazón de Santa Catalina ha generado una competición por el espacio, el territorio y, al final, el control de sus antiguos paisajes sagrados”, nota. “La acción judicial de Egipto refleja su deseo de eliminar el mayor número posible de obstáculos legales a su desarrollo comercial y de adquirir el mayor control posible de la zona”, considera.
Activistas y observadores lamentan que la catalogación de la zona como patrimonio mundial no le ha brindado protección. “Egipto tenía la obligación formal de informar a la Unesco antes de iniciar las obras, cosa que no hizo. Y desde entonces ha desafiado sus peticiones de detenerlas y facilitar misiones urgentes de control a Santa Catalina”, señala Hoffler. EL PAÍS contactó con la Unesco, pero no recibió respuesta.
Los principales afectados por estos rápidos cambios son los residentes de Santa Catalina, en su mayoría de la tribu de los Jabalia (“la gente de la montaña”), un grupo beduino que ha combinado tradicionalmente actividades pastoriles con un singular cultivo de huertos en alta montaña y actividades de guía, siempre en estrecho contacto con los monjes del monasterio.
“Históricamente, los beduinos [también] han protegido el monasterio, como en la Primavera Árabe de 2011, cuando mantuvieron una guardia ininterrumpida hasta que pasó el peligro”, agrega Hoffler, que explica que las dos comunidades participan a menudo en las festividades de la otra y que muchos beduinos hablan griego y muchos monjes, árabe. “Santa Catalina ha desarrollado así un patrimonio cultural único en su aislamiento de alta montaña”, apunta.
Numerosos observadores alertan de que el proyecto ya ha causado un impacto irreversible en los ecosistemas y el patrimonio de la zona, en medio de un férreo control de las autoridades. Según Hoffler, se han cubierto de hormigón zonas de pasto, hay familias que han visto sus casas y huertos demolidos, un pueblo beduino ha quedado bloqueado por un nuevo complejo residencial, y uno de los cementerios más importantes de los Jabalia ha sido desalojado.
“En torno a un pueblo de herencia nómada se está construyendo un nuevo mundo urbano que este nunca pidió, al que no dio su consentimiento y al que no siente que vaya a pertenecer”, expresa Hoffler. “Es difícil predecir qué ocurrirá con la comunidad beduina, [pero] lo seguro es que los beduinos de Santa Catalina están asistiendo a un cambio sin precedentes”, desliza.
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