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Christopher Martínez, politólogo: “El ‘Gobierno de emergencia’ es una buena estrategia de campaña, pero dar soluciones es complejo”

El académico de la Universidad San Sebastián aborda el triunfo de José Antonio Kast, así como los desafíos del gobierno que parte el 11 de marzo

Christopher Martínez

Christopher Martínez (Concepción, 43 años) no es encuestador, pero tampoco general después de la batalla. Semanas atrás, como lo refrenda un titular del vespertino La Segunda el 5 de diciembre, la consultora StreamData había predicho un 58% para José Antonio Kast y un 42% para Jeannette Jara, a partir de los datos de la primera vuelta presidencial. Y, poco más o menos, es lo que terminó ocurriendo la noche del domingo.

“La guata [el estómago] me decía que era un triunfo muy holgado, pero los datos, con todas las simulaciones, nos mostraban consistentemente ese resultado”, comenta el director de Política de StreamData e investigador de la Facultad de Economía, Negocios y Gobierno de la Universidad San Sebastián.

Así y todo, piensa el académico, “si uno mira los últimos años de política en Chile, partiendo por el estallido y pasando por el proceso constitucional, es de sorpresa el cambio de preferencia que tuvo el electorado chileno. Es como si eso todavía siguiera impactando”. Eso sí, agrega, no es tanta la sorpresa si se piensa que “Jara tenía muy cuesta arriba el escenario” y que la militante comunista “era una muy mala candidata” para enfrentar a la extrema derecha de Kast.

Pregunta. El amplio margen de la victoria de Kast, ¿crea el riesgo de sobreinterpretar el resultado y pasar máquina [actuar sin necesidad de consenso]?

Respuesta. Es un riesgo superfuerte, que ahora es más agudo incluso que tras otras elecciones. La diferencia es extremadamente amplia, con voto obligatorio y con la mayor cantidad de sufragios que haya recibido un candidato presidencial. Pero no debe soslayarse que Kast fue segundo en primera vuelta y que recibió menos de un 24%: esa es la gente que realmente cree en su proyecto, por mucha similitud que pueda tener con un electorado como el de Johannes Kaiser, y no teniendo tanta similitud con el de Evelyn Matthei. Lo importante es cómo se manejan las expectativas.

P. La idea de un “Gobierno de emergencia” esgrimida por Kast, ¿puede ser más útil en campaña que en el Gobierno?

R. El “Gobierno de emergencia” es una buena estrategia de campaña, especialmente por lo que le tocó vivir al país en 2023 y 2024 -más que en 2025- en términos del tipo de crímenes que se comenzaron a registrar. Pero darles solución a esos problemas, especialmente con la celeridad que Kast deja ver que se pueden solucionar, es extremadamente complejo. Y la gente va a demandar eso, como estamos viendo en los últimos años y en los últimos ciclos: el electorado demanda cambios en función de las promesas que se le han hecho, y esos cambios deben ser rápidos. Kast, asimismo, va a tener un Congreso que no estará totalmente en contra, pero tampoco a favor.

P. En su primer discurso como presidente electo, Kast halagó a los distintos sectores de la actual oposición. ¿Cómo ve la opción de un gobierno amplio?

R. Puede haber motivos para pequeñas fracturas al interior de las alas más duras del que será su Gobierno, así como del electorado que cree menos en él. Va ser un escenario muy parecido al que atravesó Gabriel Boric, y en ese sentido no es algo tan crítico: son problemas de legitimidad y tendrán que aprender a lidiar con eso. El escenario más complicado de Boric fue que amarró su Gobierno al proyecto constitucional [de 2022], y eso no va a afectar a Kast. Lo que sí va a afectarlo son los problemas de inestabilidad que vengan desde abajo, como movilizaciones callejeras, probablemente con protestas de organizaciones que estuvieron relativamente tranquilas durante el Gobierno de Boric. Eso sí va a ser un problema, y la derecha no tiene estrategias para contener ese tipo de demandas. Asimismo, hay muchas promesas de Kast que no podrán cumplirse en 2026.

P. ¿Tendrá Kast dificultades para distinguir el delito de la molestia social? ¿Cómo vislumbra la actitud de la izquierda en este punto?

R. La derecha, históricamente, tiene un problema para interpretar el malestar social, al que suele calificar en términos muy de blancos y negros, asociándola al vandalismo. Sin embargo, al mismo tiempo es cierto que la izquierda un poco más ultra, o más intensa, va a tratar de ofrecer oposición no solamente desde el Congreso, sino también desde la calle. Ahora, eso no debería representar un escenario siquiera similar al que enfrentó Sebastián Piñera, en el sentido de tener un nuevo estallido. Lo otro es que cuenta con partidos muy vibrantes en términos internos, muy ordenados: el Partido Republicano va a ser un partido muy ordenado y leal a Kast, y el Partido Nacional Libertario, con las diferencias en matices que tiene con Kast, también se va a comportar de esa manera. Y la UDI es un partido institucional, que no se siente tan incómodo, mientras a RN no le va a quedar más que sumarse.

P. ¿Cómo ve la legitimidad que la izquierda le asignará al Gobierno de un presidente que considera pinochetista, así como la legitimidad de las vías para oponérsele?

R. La izquierda debe tener cuidado, porque ya tiene la chapa de recurrir muy fácilmente a la calle, de obstruir a los gobiernos de derecha, que hasta ahora habían sido dos, y los dos de Sebastián Piñera. Dicho eso, el Frente Amplio y el Partido Comunista también están proyectándose para gobernar, o al menos para competir con chances de ganar en la próxima elección presidencial. Y para que sus chances no sean heridas de una manera tan significativa, tendrá que aprender a controlar esos impulsos de recurrir muy rápidamente a la calle en vez de recurrir la vía institucional. Va a tener que ser selectiva, para no recurrir como lo hizo contra Piñera en su segundo periodo [2018-2022], o de hacerlo de una manera más quirúrgica: saber cuándo intervenir y presionar en la calle y cuándo presionar institucionalmente. Esa debería ser la estrategia, si es que son más pragmáticos, o bien que tengan más de visión de futuro, que es lo que no tuvieron en el segundo gobierno de Piñera.

P. ¿Marca esta elección el fin de un ciclo que pudo comenzar con el estallido social de 2019?

R. Yo creo que hay un clivaje dictadura-democracia que ya murió. Tenemos el primer candidato ganador que llega diciendo que votó por el Sí [a la continuidad de Pinochet en el plebiscito de 1988], y yo creo que eso es significativo. Y como decía David Altman, quizá está emergiendo un nuevo clivaje tras el estallido y tras el fracaso constituyente [de 2022] que podría realinear un poco las fuerzas. Pero también está el tema del orden, que no se dio solo por el estallido, sino por temas de crimen organizado que están viviendo también otros países.

Adicionalmente, ahora tenemos la fuerza subyacente de los outsiders: hasta ahora, hemos estado entre líderes que juegan dentro del sistema, incluyendo a Kast, por más que se lo quiera pintar como alguien que viene de otro planeta. Pero, ¿qué pasa si en la próxima elección tenemos que padecer, para estabilizarnos después, a un líder como [Franco] Parisi, o a otro personaje que emerja en estos cuatro años? Eso también es preocupante.

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