Ricardo Gómez, escritor: “En Euskadi hubo una inmigración tremenda y quería rendirle homenaje”
Las víctimas del GAL y la reconversión industrial cobran protagonismo en ‘Patria, la buena’, nueva novela del músico de Ciclos Iturgaiz


El premio de un apartamento en Torrevieja era uno de los más codiciados del concurso Un, dos, tres… responda otra vez. En Patria, la buena (Autsaider), Ricardo Gómez (Vigo, 54 años) imagina a ETA enviando una delegación al programa para ganar el inmueble y establecerse en Levante. Fiel a su característico humor negro, es la quinta novela de ficción de quien fue letrista de Ciclos Iturgaiz, el dúo tecno de sátira social. En un marco similar al de Patria (2016), el superventas de Aramburu que referencia en el título, Gómez añade a la ecuación los GAL y la reconversión industrial en Euskadi. Trabajador del metal y residente desde niño en Ordizia (Gipuzkoa), el escritor, al teléfono, se retrotrae a la violencia y el conflicto laboral de los ochenta.
Pregunta. Si su novela es Patria, la buena, ¿la de Aramburu es la mala?
R. Ya quisiera que me llegara un burofax, sería buena publicidad. No le quiero quitar importancia, lo que cuenta Patria de vivir en un pueblo y sentir el acoso de ETA ha pasado de verdad. Pero yo voy por otro lado. En Hernani nadie ha hecho una ficción sobre los GAL. ¿Qué sesgo se le va a atribuir a alguien que se atreva a hacerlo, cuando en España muchos no estaban en desacuerdo? No había concentraciones delante de los ayuntamientos por sus atentados. He querido hacer un libro que no fuera maniqueo, donde no dejo en buen lugar a ETA y, a la vez, el protagonista quiere vengarse de los GAL.
P. ¿Conoció Hernani en esos años?
R. Estuve entre 1987 y 1992, para estudiar delineación. En Ordizia era más potente la cuestión de ETA. Me acuerdo de cuando mataron a Yoyes [exdirigente asesinada por la banda, acusada de traición por acogerse a la ley de amnistía], yo estaba en el mercado, a 20 metros. En Hernani había muchísima inmigración de Extremadura, muy integrada, y nunca vi tensión entre lo vasco y lo español. La tensión era más política.
P. El retrato de esa inmigración en el libro, ¿bebe de su experiencia familiar?
R. Eso es. Me fui con tres años de Vigo, mi padre encontró trabajo en la industria del metal. En Euskadi hubo una inmigración tremenda y quería rendirle cierto homenaje, sobre todo ahora, con esa ofensiva contra la inmigración, sea subsahariana o de donde sea. Muchos extremeños que fueron a trabajar a Hernani, treinta o cuarenta años después, tuvieron que regresar por la reconversión industrial. El drama es ser doblemente migrante, cuando vuelves y has perdido todos tus vínculos. Nosotros tuvimos suerte. Mi padre cambió de trabajo bastantes veces hasta que pasó a la CAF [Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles], a la que no afectó la reconversión. Yo también trabajo ahí.

P. Los dos protagonistas, a las órdenes de ETA y la policía, desconfían de sus mandos. ¿Quería reivindicar a los descreídos?
R. Era una forma de acercarme a otra realidad. Yo quiero pensar que ha habido gente honesta dentro de la policía, que realmente quisiera servir y hacer las cosas bien. A nivel político, en Euskadi, más allá de ETA y del apoyo que tenía, quería dar también visibilidad a una izquierda, gente del Movimiento Comunista, que hizo más por causas sociales como el feminismo que otras organizaciones, aunque luego se diluyeran.
P. En el libro menciona un atentado de ETA ocasionado por un “lío de faldas”. ¿Es cierto?
R. ¡Es que muchas veces funcionaba así! Un profesor mío de matemáticas en Hernani, muy mayor, tenía la rodilla mal. Parece ser que algún militante de ETA resentido, como le suspendió, se acercó un día al salir y le pegó un tiro. El tema de la violencia se te va de las manos y un mono con una pistola hace cualquier cosa.
P. En los agradecimientos también cita a una pareja de Hernani que compitió en los ochenta en Un, dos, tres.
R. Sí, me acordaba de haberles visto con 14 años. Fue una de las cosas que me llevó a ambientarlo ahí. A estos les pasó que, cuando concursaron, se dio el peor premio de la historia del Un, dos, tres. No estaban ni el apartamento ni el coche, les tocó una cadena de alta fidelidad. En El Diario Vasco estaban indignados porque les dieran un premio malo. Como si nos hubieran robado.
P. ¿Cómo pasó de Ciclos Iturgaiz a la literatura?
R. Mi compañero en Ciclos Iturgaiz estaba ya cansado y no quería repetirse, así que lo dejamos. Yo me quedé un poco de bajón. Fue una época muy mala, mi hermana tuvo cáncer y murió también. Cuando suceden cosas que te dejan tan tocado, te sale mucho desde dentro. Pensé que siempre había querido escribir algo sobre el Celta. Yo he vivido el Celta como una pasión solitaria, nadie a mi alrededor lo era. Entonces se me ocurrió una historia, que fue Gooolpe de vista [2016], de un tío en proceso de separación que continuamente lleva todo a resultados del Celta y descubre, de manera casual, que las ligas que ganaron en los ochenta la Real Sociedad y el Athletic estuvieron manipuladas por el Estado para debilitar a ETA.
P. En temas como el terrorismo, ¿el humor es más incisivo que el drama?
R. El humor, a veces, se acerca más a la realidad. Me acuerdo de la película Fe de etarras [2017], que muchos, sin verla, decían que blanqueaba a ETA cuando se estaba riendo en su cara. Era más creíble que La infiltrada [2024], donde ponen al malo de ETA queriendo matar a un gato. ¡Pero hombre! Con la de atentados que ha habido, ¿por qué caer en esas cosas infantiles? Es ridículo.
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