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teatro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No habrá más Dagoll Dagom

Para muchas generaciones, ‘Mar i cel’ forma parte de su vida, pero esto no volverá a pasar

‘Mar i cel’

Más de 330.000 espectadores han pasado por el Teatro Victòria desde el septiembre pasado para ver la tercera reposición de Mar i cel. Ahora ha bajado la persiana, presuntamente por siempre jamás, siendo el espectáculo más visto de la temporada en Barcelona, quizás de la historia, con una recaudación que podría superar los 10 millones de euros. Estas cifras demuestran el peso del musical en la memoria de los catalanes y de la compañía que lo ha hecho posible, Dagoll Dagom, como eje vertebrador de parte de nuestro imaginario colectivo. Para varias generaciones, desde aquella que vio su estreno en 1988, forma parte de su vida. Pero esto no volverá a pasar.

Y no es que no haya artistas con el talento de Albert Guinovart, Joan Lluís Bozzo y Xavier Bru de Sala, autores, respectivamente, de la música, de la dirección y del libreto del musical inspirado en la obra de Àngel Guimerà. Ni productores irredentos como Anna Rosa Cisquella y Miquel Periel. Existen. La época, sin embargo, es otra. Hoy es imposible y sería altamente irregular, por ejemplo, que el Departamento de Presidencia de la Generalitat otorgara discrecionalmente 600.000 euros a una empresa privada de teatro para sacar adelante cualquier cosa parecida a Mar i cel. Las ayudas de esta cifra van a equipamientos, nunca a sufragar un solo proyecto.

Con todo, Dagoll Dagom asumió muchos riesgos el 1988. Fueron muy osados en la hora de pensar que la historia de amor entre el morisco Saïd y la cristiana Blanca, al final de la cual los dos mueren, talmente Romeo y Julieta, podría ser un éxito rotundo. Venían de Antaviana (1985) y El Mikado (1986) y todo hacía prever que se la pegarían. Pero no. Con Flor de nit (1992) sí que pasó. Aun así, en 2004 pudieron remontar Mar i cel en el TNC, otra ayuda pública inestimable, y en 2014 lo volvieron a probar, de nuevo en el Victòria. En aquella época recuerdo perfectamente Xavier Marcé, actual regidor de Cultura de Barcelona, diciendo que el musical no tendría que bajar nunca de la cartelera, que tendría que ser el nuestro El fantasma de la ópera, vigente de manera ininterrumpida en Londres desde 1986.

La compañía de Bozzo, Cisquella y Periel, simple y llanamente, se inventaron un género que no existía aquí. Y contaron con los mejores artistas del país, de Guinovart a Joan Vives y Joan Albert Amargós, de Manuel Vázquez Montalbán a Bru de Sala.

El equivalente contemporáneo sería la productora de Jordi Sellas, Nostromo Live, artísticamente capitaneada por Àngel Llàcer. Pero tampoco. Porque sus propuestas, todas en castellano salvo la reciente El día de la marmota, son musicales en cierto modo anacrónicos, éxitos de Broadway y el West End de hace 30, 40 o 50 años, como The producers o Cantando bajo la lluvia. Dagoll Dagom fue siempre más valiente, con un producto propio o, si era adaptado, totalmente de su época. Y por eso los siguieron, en los años noventa, El Musical més Petit de Daniel Anglès, o Els Pirates Teatre, una década más tarde. Intentaron ser los herederos de Dagoll Dagom, pero solo había lugar para una “gran” compañía.

Hoy es más complicado levantar un éxito como aquel porque, además, la competencia es feroz. Y los productores son más cobardes. ¿Cómo se explica, si no, que Ànima, que agotó localidades en el TNC a principio de temporada, no haya vuelto aún? Dagoll Dagom paseaba sus espectáculos por medio España, cosa que hoy ninguna compañía hace, ni siquiera las públicas de Madrid. Los tiempos, definitivamente, han cambiado.

Este artículo se publicó originalmente en el suplemento Quadern el 13 de julio de 2025.

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