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Los crecientes choques entre elefantes y humanos en Zimbabue evidencian los efectos de la presión demográfica y el cambio climático

En el primer trimestre del año, al menos tres personas murieron por el ataque de un paquidermo en la región de Kariba. El Gobierno ha anunciado su intención de sacrificar 50 animales para controlar la superpoblación

Elefantes cerca de la reserva Songo Conservancy de Akashinga, en el lago Kariba

Joramu Dipuka se pone nervioso cada vez que escucha el barrito de un elefante. A este hombre, que vive en Batonga, un barrio a las afueras de Kariba (Zimbabue), ciudad a 356 kilómetros de la capital Harare, este sonido le da miedo porque le recuerda el encuentro que tuvo con uno de estos gigantes en 2013, un suceso que casi le cuesta la vida.

“Volvía de acompañar a un amigo cuando me lo encontré por casualidad”, dice Dipuka, de 54 años y padre de seis hijos. “Me soltó un barrito en plena cara y de repente me vi en el suelo, mientras el elefante me enganchaba la parte baja de la espalda con los colmillos para intentar lanzarme contra un árbol”. Dipuka se siente afortunado porque cuenta que el elefante no le dio ningún cabezazo, sino que lo arrojó a una zanja infestada de cocodrilos. “En cuanto el elefante desapareció, reuní las fuerzas para salir y me fui hacia un puente”, explica a EL PAÍS.

En el primer trimestre de este año, la Autoridad de Gestión de Parques y Vida Silvestre de Zimbabue registró 18 muertes por conflictos entre humanos y animales salvajes como elefantes, leones o hienas, que se suman a las 300 vidas perdidas en los últimos cinco años. Es un problema acuciante de ecología y conservación, cuyas ramificaciones pueden ser trascendentales tanto para las personas como para los animales. En el caso de los elefantes, las muertes son resultado de las heridas causadas por los colmillos, aplastamientos o cabezazos. En mayo, solo en Kariba murieron tres personas por ataques de paquidermos, mientras que otras cuatro resultaron heridas al escapar. Zimbabue ya ha anunciado su intención de sacrificar 50 elefantes para reducir su población, la segunda mayor del mundo después de la de Botsuana.

Uno de los fallecidos como consecuencia de un encuentro con un elefante fue el marido de Mai Nyemba, otra vecina de Batonga. En mayo, Joramu Nyemba fue al bosque con un amigo para recoger leña. “Según el amigo, el elefante apareció donde estaban descansando y barritó; y ellos, en pleno pánico, corrieron en distintas direcciones, hasta que mi marido desapareció. Hallaron su cadáver dos horas después”, relata esta madre de cinco hijos.

El concejal Brian Ncube, del Distrito Rural 5 de Nyaminyami, en Kariba, ha declarado a este diario que “los casos de conflictos entre humanos y animales salvajes son muy frecuentes, ya que en una semana se denuncian al menos tres”.

Sacrificio de animales

Según Amos Gwema, conservacionista comunitario, “la causa principal de los conflictos entre los seres humanos y la fauna silvestre en Zimbabue, especialmente en Kariba, es el crecimiento de la población humana y la invasión de las zonas silvestres. A medida que la población humana aumenta, las áreas silvestres se reducen, lo que provoca un aumento de los conflictos”. El cambio climático agrava esos problemas porque tanto los seres humanos como los elefantes se invaden mutuamente el terreno en busca de alimento y agua. Kariba se caracteriza especialmente por tener unos patrones erráticos de precipitaciones y altas temperaturas; el resultado es un entorno difícil para la coexistencia de los seres humanos y la fauna silvestre.

Los guardas forestales de Akashinga y los  habitantes de la zona intentan localizar a los elefantes que han causado daños en los cultivos listos cerca de Sinamwenda.

A eso hay que sumar los recursos limitados, la caza furtiva y la falta de medidas para hacer respetar las leyes, que hacen que sea difícil aplicar métodos eficaces para encontrar el equilibrio entre la conservación y la protección. “Además, el crecimiento de la fauna silvestre, especialmente de elefantes, agrava la situación”, subraya Gwema. Se estima que Zimbabue cuenta con unos 100.000 ejemplares de paquidermos.

Esta sobrepoblación ha llevado al país a tomar medidas. A principios de junio, a través de la Autoridad de Parques Nacionales y Vida Silvestre (ZimParks por su acrónimo en inglés) Zimbabue anunció su intención de sacrificar al menos 50 elefantes en la reserva de Save Valley, situada al sur del país. Según un comunicado de ZimParks, en la zona viven actualmente unos 2.550 elefantes, pese a que su capacidad ecológica es de 800. Es decir, hay tres veces más paquidermos de los que el hábitat puede sustentar.

Matar elefantes podría aumentar los conflictos con humanos, ya que estos animales son muy inteligentes y es probable que busquen venganza si se mata a un miembro de la manada
Farai Maguwu, director del Centro para la Gobernanza de los Recursos Naturales

Este empeño de reducir el número de elefantes se ha encontrado con una fuerte reacción y el rechazo de organizaciones como el Centro para los Recursos Naturales y la Gobernanza (CNRG).“El sacrificio es un remedio violento y a corto plazo que no tiene en cuenta las complejas estructuras sociales de las manadas de elefantes, amenaza con traumatizar a los animales supervivientes y, en última instancia, no aborda las causas fundamentales del estrés del hábitat y el conflicto entre seres humanos y elefantes”, explicaba en un comunicado de prensa este organismo dedicado a la investigación y defensa de los recursos naturales.

No es la primera vez que Zimbabue recurre al sacrificio de elefantes. En 2024, el país anunció el sacrificio de 200 paquidermos en medio de la sequía que asolaba el país. Sin embargo, algunos expertos sostienen que el Gobierno debería instaurar medidas sostenibles que beneficien a Zimbabue y reduzcan la población de elefantes. “En vez de sacrificar animales, el Gobierno podría considerar la posibilidad de vender ejemplares a países que no tienen elefantes o aumentar las cuotas de caza”, propone el conservacionista Amos Gwema. “Esta estrategia no solo contendría el número de animales, sino que también generaría ingresos para las campañas de conservación”.

Para Farai Maguwu, director del Centro para la Gobernanza de los Recursos Naturales, “matar elefantes de forma aleatoria es ridículo, ya que los elefantes violentos son una pequeña minoría, y a menos que uno haya atacado a alguien, no hay forma de saber cuáles son agresivos y cuáles no”. “Podrían terminar matando a los más pacíficos y dejando vivos a aquellos con mayor probabilidad de atacar a humanos. De hecho, matar elefantes podría aumentar los conflictos con humanos, ya que estos animales son muy inteligentes y es probable que busquen venganza si se mata a un miembro de la manada”, añade.

Otra opción, menciona Gwema, sería “trasladar a los elefantes de zonas en las que hay mucha concentración a otras menos pobladas”, lo que podría ser, segun su opinión, “una solución eficaz”. “Además, algunos proyectos innovadores como las pistolas de chile y las vallas de colmenas, pueden disuadir a los elefantes de invadir los asentamientos humanos”, añade.

Escasez de recursos

Henry Varandeni, un antiguo guarda forestal que ahora es responsable de medio ambiente en el distrito rural de Nyaminyami, apoya, en cambio, el sacrificio de elefantes porque “es una estrategia que se utiliza en la gestión de la vida silvestre”. “Si hay una gran cantidad de algo, es evidente que la población debe beneficiarse de los recursos de la vida silvestre, por lo que el sacrificio de elefantes en estos momentos es una idea de agradecer”, dice.

Sin embargo, Varandeni apunta también a otros problemas. “El número de de guardas forestales está muy por debajo del nivel de 20 kilómetros cuadrados por guarda forestal recomendado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)”, explica a EL PAÍS. “Además, las comunicaciones por radio carecen de cobertura en las zonas del Consejo Rural, lo que dificulta la comunicación”.

En un intento de abordar el problema, el Consejo Rural del Distrito de Nyaminyami está colaborando con el Fondo Matusadona para la Conservación (MCT) y Acción para la Conservación de la Naturaleza (WCA). “Estas organizaciones están viniendo a la comunidad con apoyo en campañas de sensibilización, en la instalación de corrales protectores, e incluso con medidas que ayudan a alejar a los animales de las zonas residenciales. Por ejemplo, el uso de repelentes con chile para ahuyentar a los elefantes”, explica el concejal Brian Ncube del Distrito Rural 5 de Nyaminyami, en Kariba.

No he recibido ayuda de ninguna organización de protección de la fauna silvestre ni del Gobierno. Ni siquiera vi que acudiera nadie de ZimParks al funeral para presentar oficialmente sus condolencias
Mai Nyemba, su marido murió por un ataque de elefante

Pero las víctimas piensan que estas colaboraciones están destinadas a los habitantes de las zonas rurales, mientras que ellas siguen teniendo problemas para mantener a sus familias, puesto que no reciben ninguna ayuda. “No he recibido ayuda de ninguna organización de protección de la fauna silvestre ni del Gobierno. Ni siquiera vi que acudiera nadie de ZimParks al funeral para presentar oficialmente sus condolencias”, declara Nyemba a EL PAÍS.

A Dipuka, que antes se dedicaba a reparar televisores y radios y recorría largas distancias para ir al trabajo, ahora le cuesta mucho caminar. “Tengo una gran cicatriz que va desde la parte baja de la espalda hasta el muslo izquierdo, así que caminar largas distancias hace que me duela la pierna. No puedo hacer todas las cosas que hacía antes por mi familia”, dice.

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