La restauración fallida de la Macarena pone en evidencia la falta de control sobre el patrimonio de la cofradía
Los expertos proponen que determinadas tallas religiosas sean declaradas BIC para incrementar su protección

De las explicaciones que la hermandad de la Macarena ofreció la pasada madrugada para justificar la fallida restauración de su virgen del siglo XVII, lo único que suscita consenso entre los expertos es que sea el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) quien analice todo el proceso, que incluyó hasta tres retoques en el rostro de la imagen ―dos de ellos en menos de 24 horas― para hacer un informe al respecto. Lejos de aceptar el relato de los hechos de la entidad, que más allá de asumir el error de querer devolver al culto de manera precipitada la talla, pese a que sus responsables tenían dudas sobre el resultado final, hace recaer el peso de la responsabilidad en el profesor Francisco Arquillo, a quien la cofradía encargó ese trabajo de conservación, los profesionales consultados llaman la atención sobre la falta de control y garantías que se ha evidenciado en todo este proceso.
“La junta de gobierno pecó de exceso de confianza y de inocente”, indica Jesús Romanov, historiador del arte y hermano de la Macarena. Romanov alude al hecho de que la hermandad encomendara directamente al profesor Arquillo la elaboración del informe sobre el estado de los titulares de la cofradía y le encargara su conservación, en función de las conclusiones de ese mismo estudio. “Se confió en él porque ya había hecho una labor impecable cuando restauró la virgen en 1978. Si tú tienes un médico que es bueno acudes a él, pero es que las técnicas han cambiado desde entonces y en eso es en lo que se ha fallado”, abunda.
Romanov llama la atención sobre el hecho de que Arquillo se negara a que una comisión de seguimiento revisara el proceso realizado en los cuatro días que duraron los trabajos, que la hermandad insiste en denominar “intervención de conservación y mantenimiento”, pese a que todos los conservadores e imagineros consultados coinciden en que los retoques realizados sobre la virgen obedecen a una restauración en toda regla.
Una diferencia que no es baladí, puesto que cualquier restauración sobre un bien mueble perteneciente a la Archidiócesis de Sevilla requiere de la autorización a la Delegación Diocesana de Patrimonio Cultural, para la que debe presentarse un proyecto de intervención. Un proceso que ralentiza los plazos de actuación y que los somete a un escrutinio más severo, que habría dilatado el tiempo de ausencia de la talla en la basílica. “Una operación de mantenimiento es limitada en el tiempo y no requiere un equipo pluridisciplinar, una operación de restauración curativa sí. Por eso, el resultado ha sido una intervención no acabada, que además presentaba soluciones no ajustadas al valor cultural de la imagen: artístico, histórico y devocional”, explica José de León, historiador del arte y conservador de patrimonio histórico.
Será el informe que elabore el IAPH, a instancias de la hermandad, el que determine qué actuación se llevó realmente a cabo sobre la virgen, si fue de mero mantenimiento, como defiende la entidad, o de conservación y restauración. “Si determina que hablamos de las dos últimas posibilidades, estaríamos ante un incumplimiento del plan de mantenimiento de la hermandad y del contrato [que se firmó con la Universidad de Sevilla en junio para acometer los trabajos sobre la talla]. Otra cosa son los orígenes de ese incumplimiento: ¿voluntad del restaurador o presión de la junta de gobierno?”, se pregunta De León. “El problema aquí es que se ha querido evitar un cabildo de hermanos [una reunión con todos los miembros de la hermandad para la toma de decisiones de calado] y probablemente también el permiso del Arzobispado, por lo que se ha actuado con celeridad y poca responsabilidad”, abunda Romanov.
Ese supuesto incumplimiento, de haberlo, no derivaría en responsabilidad penal, según sostiene Joaquín Moekel, abogado y antiguo hermano mayor de la hermandad del Baratillo. “No ha habido un atentado contra el patrimonio propiamente dicho, porque los daños son reversibles, pero sí que habría que tomar nota de lo que ha pasado. Hay que tener cuidado en lo que se encarga y vigilar lo que se ha encargado, y si este señor se ha sobrepasado es porque los controles han fallado”, advierte.
La errática restauración de la Macarena y esa aparente falta de vigilancia sobre todo el proceso -desde la decisión de encargar un informe sobre el estado de conservación de las imágenes y el procedimiento para tratarlas a un profesional, sin someterlo a otros criterios profesionales, hasta la recepción de la virgen tras haber sido intervenida sin haber podido supervisar cómo se fue desarrollando- hacen preguntarse qué otros mecanismos pueden adoptarse para preservar imágenes cuyo valor trasciende lo artístico e histórico, por tratarse de referentes identitarios, teniendo en cuenta que son titularidad de las cofradías. “Aquí hay un vacío institucional, porque las hermandades no son los propietarios privados de todo lo que haya allí. En el caso de la Macarena se trata de bienes que van más allá de la religiosidad, por lo que ninguna institución en exclusiva debería tener la soberanía total sobre ellos”, sostiene Isidoro Moreno, catedrático emérito de Antropología de la US y uno de los mayores conocedores de la historia de la Semana Santa sevillana.
Él propone que determinadas tallas de la ciudad sean catalogadas como Bien de Interés Cultural para asegurar una mayor salvaguarda a la hora de realizar cualquier intervención sobre ellas, evitando así distinguir entre la fina línea que separa una operación de mantenimiento de otra de restauración —sujeta a las reglas estipuladas por el Arzobispado—. Una solución por la que también aboga Romanov. “Sería una forma de garantizar la protección de un patrimonio que, al fin y al cabo, es de todos. Ser considerado BIC implica que existe una legislación que te protege de la soberbia de algunos restauradores que no quieran tener una comisión de seguimiento que vigile su forma de trabajar”, puntualiza.
De León, sin embargo, advierte de que una talla como la Esperanza Macarena ya goza de la protección que le otorga la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía. “La norma abarca a todo el patrimonio que constituye una expresión relevante de la identidad del pueblo, que es testimonio histórico de Andalucía y manifestación de su riqueza, sea o no BIC, y es obvio que la Macarena lo es”, explica. La única diferencia radica en el hecho de que no ser catalogado como de interés cultural determina que la tutela no le corresponde a la Administración pública directamente. “Pero cualquier ciudadano puede pedir que se declare BIC, no hace falta ser el propietario”, desliza el restaurador.
Gestionar el patrimonio

Sin embargo, no todos están de acuerdo en que ese plus de protección beneficie a las tallas. “Esto supone que hay que pedir permiso para todo y eso implica colocarlas en un paso y salir en Semana Santa, lo que implica perder autonomía y no es el factible en el caso de las hermandades”, defiende un imaginero responsable de la conservación de otra de las imágenes más poderosas e icónicas de la Semana Santa sevillana, que pide no dar su nombre. Él es partidario de que cada intervención que se realice cuente con comisiones de seguimiento para garantizar que nunca se pierda el control, como ha sucedido con la Macarena.
Cada vez hay más hermandades que están tomando conciencia de la importancia de la preservación de su patrimonio y que integran en sus juntas de gobierno a expertos en la materia o incorporan a asesores. Sin embargo, en los últimos años la hermandad de la Macarena ha sido cuestionada por cierta despreocupación hacia su acervo cultural y artístico. “La sensación que me da es de que esta junta de gobierno no tiene ni idea de lo que tiene entre manos con respecto al arte y al patrimonio, que no hay nadie al volante de esa gestión, que no dejan trabajar al conservador de la hermandad”, sostiene Romanov, que recuerda la (penúltima) polémica generada por el estado del manto de los Cisneros, cuyo deterioro, fruto de un incidente el año pasado con el aspersor antiincendios de la basílica, que se disparó por la noche mojando los bordados, fue ocultado por la hermandad y que salió a la luz por unos hermanos que vieron fotos publicadas en redes sociales.
Esta no es la única restauración que ha generado polémica en Sevilla, pero el carácter icónico de la Macarena, quizás la Dolorosa más universal, y la opacidad, precipitación y cierta improvisación con que se han llevado a cabo las tres intervenciones que han transformado la expresión de la virgen, han hecho que se pongan los focos sobre el proceso y los pasos que se han dado. “En la ciudad hay una larga tradición de intervenciones agresivas en imágenes, sobre todo de vírgenes, ha habido cambios inaceptables”, recuerda Moreno. “A la virgen no se le ha cambiado la cara, los rasgos faciales siguen siendo los mismos, pero lo que sí ha cambiado es la expresión, que en una escultura barroca procesional lo es todo, aún más en la cultura inmaterial andaluza que es la religiosidad popular”, se lamenta De León.
Es en la década de los 80 cuando existen una mayor concienciación por parte de las hermandades de la importancia de proteger su patrimonio. que coincide también con el desarrollo del IAPH, responsable de la restauración de importantísimas tallas como la de virgen de la Estrella o la de la Amargura. “Lo que más me alegra es que vayan a ser los técnicos del IAPH quienes vayan a ponerse al frente del estudio de lo que ha sucedido”, sostiene Romanov, que insiste en que, “afortunadamente todo lo que se ha hecho es reversible”.
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