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Una exposición en Berlín muestra cómo Europa contó los crímenes nazis tras la Segunda Guerra Mundial

El Museo de Historia Alemana reúne seis muestras organizadas en distintos países entre 1945 y 1948, que revelan cómo cada nación afrontó el horror nazi

Víctimas del campo de concentración de Buchenwald, después de su liberación, el 16 de abril de 1945. Foto de H. Miller (Getty Images)
Almudena de Cabo

¿Cómo contar y acercar a la población los terribles crímenes cometidos por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial? A pesar de los escasos recursos, inmediatamente después del final de la contienda se organizaron exposiciones por toda Europa para documentar, denunciar y recordar lo vivido. El Museo de Historia Alemana (DHM), en el centro de Berlín, recoge ahora en la muestra Exponer la violencia seis de esas exposiciones que tuvieron lugar entre 1945 y 1948.

Mucha gente solo quería olvidar rápidamente los horrores vividos, pero afrontar los crímenes de la ocupación nazi, la persecución y, sobre todo, el Holocausto era importante para poder dejar atrás el pasado. Cientos de miles de personas en el este y en el oeste de Europa visitaron estas exposiciones. En cierta manera, se convirtió en una forma de superar el trauma. Sin embargo, en muchas de ellas se dejó de lado o apenas se trataba el hecho de que las víctimas eran principalmente judíos. Los británicos querían mostrar de lo que eran capaces, los alemanes y los franceses estaban más interesados en la narrativa patriótica y cristiana de las víctimas y el renacimiento del orgullo nacional, como explican desde el museo berlinés.

Las seis exposiciones que se abordan en Berlín pretenden dar una idea de las diferentes perspectivas y narrativas que surgieron. “Espero que los visitantes comprendan que, en el periodo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, esta experiencia de violencia no fue solo algo vivido, sino que fue algo que la gente estaba superando, y que estas exposiciones fueron muy importante para procesar todo lo que sucedió”, explica la comisaria de la exposición, Agata Pietrasik. “Fue una especie de conversación colectiva que tuvo lugar en toda Europa a través de diferentes exposiciones y proyectos”.

Óleo sobre lienzo de Ludwig Meidner, 'Menschenzug'.

Cada muestra tenía su propia narrativa, “tenía mucho que ver con la historia de la ocupación en cada país”, indica la experta. “Por ejemplo, en Varsovia las exposiciones se organizaron en una ciudad que quedó casi completamente destruida, por lo que esta cuestión de la ruina y la destrucción está muy presente”.

Pietrasik reconoce que es complicado saber con exactitud cuántas exposiciones se organizaron en esa época. Para ella era importante no solo tener las más exitosas, sino también mostrar diferentes abordajes de lo ocurrido y contar con material suficiente. Cada una de las seis cuentas con grabaciones históricas y, por supuesto, fotografías, en las que el horror se refleja en los rostros de los visitantes de entonces.

Vista de la exposición ‘Exhibir la violencia’ en el Museo de Historia de Alemania.

“Exponemos cómo se mostraron por primera vez imágenes de los crímenes nazis, que siguen influyendo en la memoria colectiva hasta el día de hoy”, comentó el presidente de la Fundación del Museo de Historia Alemana, Raphael Gross, durante la rueda de prensa de presentación de la exposición que podrá visitarse hasta el 23 de noviembre. “Cada una fue un intento de comprender lo que había pasado. Por un lado, estaban marcadas por perspectivas nacionales que se estaban formando rápidamente. Y, por otro lado, también se manifestaba en ellas una comprensión transnacional europea cada vez más fuerte”.

La muestra comienza con la exposición titulada The Horror Camps (Los campos del horror), inaugurada el 1 de mayo de 1945, pocos días antes del final de la guerra. El periódico sensacionalista británico Daily Express colgó en su sala de lectura, en Londres, fotografías demasiado impactantes para ser publicadas en el diario. Algunas mostraban montones de cadáveres en campos de concentración alemanes. Abrió dos semanas después de que las tropas británicas hubieran liberado el campo de concentración de Bergen-Belsen, en el norte de Alemania.

Cola de personas ante la entrada de la exposición ‘The Horror Camps’, Londres, mayo de 1945.

Cerca de 700.000 personas la visitaron durante sus ocho meses de duración. Las enormes fotografías de los campos de concentración recién liberados se convirtieron en un testimonio abrumador y todavía hoy son emblemáticas del Holocausto.

Otra de las muestras que contó con gran afluencia de público fue Crimes Hitlériens, que abrió en junio de 1945, en el Grand Palais de París, donde se hizo visible la extensión geográfica de la ocupación nazi con un mapa monumental. La muestra recorrió diferentes puntos de Francia y de Europa. En total, la vio más de un millón de personas.

D. Eisenhower en la exposición 'Warszawa oskarża' (Varsovia acusa), en 1945.

A continuación, en el centro de la sala del DHM se contraponen dos exposiciones de Varsovia. La primera se inauguró en mayo de 1945 con el título de Warszawa oskarża (Varsovia denuncia) en el Museo Nacional, muy dañado por la guerra, y fue vista por más de 400.000 personas. Se despejaron los escombros para llenar el edificio con objetos culturales destruidos que se encontraron entre las ruinas de la ciudad. Cuadros destrozados o fragmentos de estatuas se convirtieron en metáforas de la destrucción y la violencia. Pero, a pesar de que en Polonia fueron asesinados más de tres millones de judíos, estos apenas aparecían en la exposición de Varsovia.

Tres años más tarde, en abril de 1948, en el quinto aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia, una pequeña muestra titulada Martyrologia i walka (Martirio y lucha) se centró, a diferencia de las otras, en el sufrimiento judío. Entre las piezas expuestas se encuentra un kilim, un tapiz tejido en 1942 en el gueto de Łódź por trabajadores judíos forzados, que muestra a cuatro personas clasificando restos de tela y que está hecha con restos de ropa de los campos de exterminio.

'Las tres Marías, bronce, 1934, de Henryk Kuna.

Si se continúa por la exposición, el visitante se adentra en la muestra organizada en 1946, en Liberec, en la actual República Checa, donde una antigua casa confiscada por un dirigente nazi a un matrimonio judío que había huido se convirtió en un monumento conmemorativo bajo el título Památník nacistického barbarství (Memorial de la barbarie nazi). El acento se puso en las atrocidades cometidas por los ocupantes y se expusieron una réplica de la guillotina y la horca de la prisión de la Gestapo en Praga. Sin embargo, se ignoró el sufrimiento de la población judía y romaní, a pesar de que constituían aproximadamente el 75 % de las víctimas checas.

La última de las seis exposiciones tuvo lugar en 1947, en el campo de personas desplazadas en el recinto de Bergen-Belsen, bajo el título de Undzer veg in der frayheyt (Nuestro camino hacia la libertad). Tras la liberación, muchos de los supervivientes, en su mayoría judíos de Europa del Este, no pudieron ni quisieron regresar a sus países de origen. Más de 11.000 personas vivían como desplazados en un antiguo cuartel del Ejército nazi y se preparaban para emigrar a tierras palestinas. Por eso, contrapusieron a las huellas de la destrucción objetos de esperanza, imágenes de la vida comunitaria renacida, productos de las clases de costura y metalurgia judías.

Vista de la exposición ‘Exhibir la violencia’ en el Museo de Historia de Alemania.

Al final, como explica la comisaria de la muestra, cada exposición tenía “un objetivo político y cada una se realizó en un país que tenía una situación política diferente”. “Se trataba en gran medida de la reconstrucción, por lo que, en cierto modo, estas exposiciones también muestran que, para que un país pueda avanzar y reconstruirse, es importante contar con una narrativa sobre lo que ha sucedido. Permitieron a la gente seguir adelante y pasar de la destrucción a la reconstrucción. Por eso creo que en estas exposiciones se presta tanta atención a la identidad, a las comunidades nacionales, etc., porque respondían a este tipo de demandas políticas”.

Analizar cómo Europa se enfrentó a los crímenes cometidos en la Segunda Guerra Mundial es “muy difícil”, pero también “muy importante”, apunta Pietrasik. “De alguna manera, ese pasado sigue siendo relevante para nosotros. Sigue configurando nuestro presente de muchas maneras”.

El general Dwight D. Eisenhower observa los cuerpos de decenas de prisioneros de guerra quemados en el campo de concentración de Gotha, en Alemania, en 1945.

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Sobre la firma

Almudena de Cabo
Ha desempeñado la mayor parte de su carrera como corresponsal en Alemania, país al que llegó en 2007 y donde ha trabajado para medios como la Agencia Alemana de Prensa (DPA), TVE o El Correo. Vivió varios años en Londres, donde trabajó para BBC Mundo antes de regresar a Berlín en 2024. Desde entonces escribe sobre Alemania en EL PAÍS.
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