Calor y hastío en Las Ventas
Perera, Fernando Adrián y Tomás Rufo protagonizaron una tarde anodina con una corrida descastada y muy desigual de El Parralejo


No hay nada más fastidioso que una corrida anodina; y si, además, aprieta el calor, puede convertirse en un espectáculo difícil de soportar. Hay que repasar con mucha atención las notas escritas durante el festejo para destacar algún detalle para el recuerdo. Y es que no lo ha habido; quizá, los pares de banderillas de Fernando Sánchez, tercero de la cuadrilla de Tomás Rufo, y la entrega, más apasionada que honda, de este en el sexto, el único toro encastado, con movilidad y fiereza de una corrida muy desigual de El Parralejo, mansa en los caballos y sin fondo en los restantes tercios.
Hubo, eso sí, una nota muy destacable fuera del ruedo: que se colgó el duodécimo cartel de “no hay billetes” cuando se cumplía el vigésimo primer festejo de la feria. Una magnífica noticia, sin duda, para la empresa, y también para la fiesta de los toros que, por razones dignas de un sesudo estudio, ha recuperado la vida a pesar de sus serios problemas internos y del activismo desaforado de sus declarados enemigos.
Otro llenazo para un cartel que no reunía sobre el papel el atractivo de figuras de tirón popular y que, a la postre, demostraron los tres que son capaces de estar dos horas y cuarto en el ruedo sin dejar un solo detalle en la memoria de los presentes.
Ese es el problema de muchos toreros actuales, que no dejan de ser laboriosos profesionales de una actividad artística que, por lo general, exige algo más que entrega y cumplimiento del deber.
Perera, Adrián y Rufo se anunciaron con una ganadería comercial, reservada para los primeros del escalafón, y toros con fama de finos colaboradores con la disposición de los matadores. Y ninguno de los de luces dijo nada.
Es verdad que los toros no aportaron gran cosa; mansurrones en el primer tercio y nobles, pero muy descastados y sin fondo, en la muleta; y de ese modo, los lidiadores se limitaron a estar allí, con escaso tino, pocas ideas, sin sentido del dominio y a merced de las pocas cualidades de sus oponentes.
Y ahí radicó el hastío; pases y más pases olvidables antes de su ejecución, colocación ventajista, entrega muy justa y medida y muy pocos instantes de torería.
Perera estuvo en la plaza con su acostumbrado buen oficio, mató sus dos toros y se marchó. Fernando Adrián buscó el triunfo con más interés, pero no lo encontró. Recibió a su primer toro con un farol de rodillas, pero pronto se vino abajo y se desplomó en la arena al final de una labor del torero tan larga como pesada. Brindó al público la faena del quinto, que inició con dos muletazos cambiados de rodillas, pero el aparente fuerte carácter del toro se esfumó pronto.
Y Tomás Rufo, que se despedía de la feria, al igual que Perera, se esforzó ante el encastado y fiero sexto, aunque le pudo más la pasión y las prisas que la frialdad inteligente que la ocasión requería. Comenzó de rodillas hasta en dos ocasiones, pero un extraño del toro al distraerse con una banderilla caída y un posterior desarme enturbiaron su buena intención. Hubo entrega, algún muletazos relajado, una tanda con la zurda de buen tono, pero el conjunto final no fue tan redondo como se esperaba. Una buena estocada tras un pinchazo hondo atravesado dejó el justo premio en una ovación.
El Parralejo/Perera, Adrián, Rufo
Toros de El Parralejo, correctos de presentación, mansurrones, nobles y descastados. Destacó el sexto por su movilidad y genio en el tercio final.
Miguel Ángel Perera: estocada trasera y caída (silencio); estocada baja y tendida (silencio).
Fernando Adrián: media tendida (ovación); estocada caída _aviso_ (silencio).
Tomás Rufo: dos pinchazos y media tendida (silencio); media atravesada y una buena estocada (ovación).
Plaza de Las Ventas. 1 de junio. Vigésimo primera corrida de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).
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